viernes, 20 de diciembre de 2013

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jueves, 5 de diciembre de 2013

Aquellos Juegos de Okinawa del Recuerdo (Un Pequeño Recuerdo de mi Oba)

Parece que la navidad es más de los niños. Recién estamos comenzando diciembre y cada vez que enciendo la televisión, casi todo lo que veo son comerciales de juguetes. Hasta me he dado cuenta que cada año que pasa, salen más juguetes nuevos y tanta es la variedad en productos y precios, que hasta me dan ganas de volver a ser niña otra vez. 

Recuerdo que cuando era pequeña no tuve muchos juguetes y casi todos los que tenía los había heredado de mis hermanos mayores. Mi mamá no podía comprarme muchos juguetes porque los precios estaban “por las nubes” y había otras cosas que eran más importantes como la comida, la salud o el colegio; como casi todo en aquella época. 

La época de mi niñez, que ya muchos seguramente ni querrán acordarse, era la temida década de los 80 en el Perú. Era una época en donde era común hablar de los coches-bombas, los toques de queda, la escasez de alimentos, la superinflación y los apagones forzados por algún atentado terrorista. Aunque toda la situación era angustiante y caótica, recuerdo que yo lo veía todo como algo normal y, aunque suene algo ilógico, lo que más me gustaban eran los apagones. 

Era el momento en que mi familia estaba reunida en casa y nos poníamos a conversar o a jugar mientras esperábamos a que regresara la luz. Recuerdo que me ponía a jugar haciendo sombras con las velas mientras que mi oba me miraba desde su sillón. Recuerdo que hacía todo tipo de sombras: una paloma que volaba, un perrito que ladraba o el perfil de un viejo y así me la pasaba jugando solita hasta que la luz regresara. De cuando en cuando, volteaba para ver si mi oba aún estaba sentada en su sillón. Ella se quedaba tan quieta, casi en silencio, mientras me miraba como jugaba que a veces creía que ya no estaba. Entre esa penumbra entrecortada por las velas, podía distinguir su rostro. 

Podía ver que seguía mirándome, con una ligera sonrisa, como si estuviera recordando algo muy bonito. Mientras yo jugaba haciendo sombras con mis manos, mi oba también se entretenía jugando con sus dedos, pero a su manera. 

Sus manos estaban juntas y había entrelazado sus dedos entre sí, dejando los pulgares libres. Movía los pulgares de manera circular y repetitiva, como si estuviera enrollando un hilo imaginario con sus pulgares. Era una costumbre que repetía cada vez que se sentaba en su sillón sin hacer nada. Era una costumbre curiosa que veía en mi oba, pero nunca me atreví a preguntarle el por qué lo hacía. 
Hasta ahora no he visto a otra persona que haga el mismo “juego de pulgares”, como así lo llamo, solo lo he visto hacerlo a mi oba y a un tío. 

Ambos eran de Yonabaru (Okinawa), ambos eran fumadores y siempre lo hacían cuando estaban sentados y sin hacer (ni fumar) nada. ¿Será una costumbre de fumadores “en abstinencia”? ¿Será una costumbre de la gente antigua de Okinawa? ¿O, simplemente, es un juego inventado en el momento? En fin, es una curiosidad tan simple, hasta diría banal, pero aún me causa algo de curiosidad... 

Después de un par de horas, vino la luz. Mi oba se levantó del sillón y, junto con mi mamá, apagaron todas las velas, incluyendo aquella con la que estaba jugando y las guardaron para usarlas en el siguiente apagón. Muchas veces recuerdo que mi oba solía sentarse en el sillón en silencio. A veces miraba el vacío como quien recuerda algo. Una leve sonrisa dibujándose sobre su rostro de cuando en cuando me hacía creer que era un recuerdo muy bonito. 

Recuerdo que lo hacía cada vez que me miraba mientras yo jugaba sentada en el suelo de la sala, como si yo fuera parte de ese recuerdo. A veces jugaba con mis muñecas u ositos y, otras veces, jugaba con mis ollitas y tacitas de té, que eran mis juguetes favoritos. Pero ya una vez que crecí, todos mis juguetes y mi colección de ollitas fueron regalados, o quizás, se fueron perdiendo. Cada vez que veo alguna propaganda de ollitas de juguetes, recuerdo con nostalgia aquellas ollitas, en donde no solo cocinaba para mis ositos, sino también, ponía a volar mi imaginación. 

Ahora que soy adulta y comprendo mejor las cosas, creo que esa nostalgia que siento es la misma que mi oba sentía cada vez que me miraba mientras estaba jugando. Seguramente mi oba recordaba su infancia, cuando jugaba con sus amigas o se inventaba algún juego nuevo. Ella tenía mucha imaginación. Sabía cómo transformar un simple trozo de papel o un trozo de cuerda en algo divertido. 

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Imagen tomada de Photozou
Ayatori o Ayatui
(rombos o "cocadas", como se llama popularmente en el Perú a dichas formas geométricas)
Recuerdo el día en que mi oba se me acercó trayéndome un trozo de lana. “Con esta pita puedes hacer muchas figuras”, fue lo que me explicó mientras se colocaba la pita entre sus dedos. Unas vueltas por aquí y otras por allá y, de repente, tenía algo parecido a una escoba formada solo con los hilos entrelazados entre sus dedos. Me enseñó a hacerlo y ya por la tarde, yo era toda una experta con la pita y ya sabía hacer por mí misma escobas, rombos (o "cocadas", como las llamaba mi mamá de pequeña) y otras figuras geométricas. Estaba tan entretenida que ni me daba cuenta que estaba jugando con una simple pita. 

Era un simple trozo de lana que mi oba había anudado por ambos extremos y siempre la llamaba “pita”. Hasta ahora, que hasta hace unos días encontré por casualidad una website en japonés en donde aparecía la pita de mi infancia. Descubrí que esa pita es un juego que no solo se jugaba en Perú, sino también en Japón y en otras partes del mundo. En japonés se llama Ayatori y en uchinaguchi, Ayatui, pero en mi casa siempre la llamábamos “pita”. 

Seguí mirando los otros juegos que mostraba y me sorprendí que habían muchos juegos okinawenses (y japoneses) que se parecían mucho a los juegos que mi oba y mi mamá me enseñaron de pequeña, en donde su singularidad radicaba precisamente en su simplicidad y sencillez. Lo simple y sencillo de un juguete era lo que hacía volar la imaginación a los niños en una época no muy lejana y que parece que ya solo es parte de un recuerdo opacado por la tecnología. 

En aquellos tiempos en donde no existía ni la televisión ni los videojuegos, los niños de Okinawa maduraban mucho más rápido. Desde pequeños, sabían que tenían que ayudar a sus padres en los quehaceres domésticos o en las chacras. Era parte de la vida cotidiana, era algo natural. Pero como todo niño aún es un niño, siempre que podían, jugaban con los amigos o con los juguetes que tenían o que ellos mismos se fabricaban con cualquier cosa que podían encontrar a la mano. Y su propia imaginación hacía el resto. La naturaleza misma era lo que estaba a la mano: habían muchos árboles para trepar y jugar así como plantas de las cuales podían utilizar las hojas o las ramas para fabricar sus propios juguetes. Aunque seguramente estos juguetes artesanales o rudimentarios no durarían mucho, la diversión estaba precisamente en su efimeridad: los niños se entretenían recolectando los materiales y podían pasar un par de horas confeccionando su futuro juguete.

Kajimaya o molino de viento
Imagen tomada de Ajimaa
Estos juguetes rudimentarios eran hechos mayormente con las hojas de distintos árboles tanto por los mismos niños o por los adultos, sobretodo cuando los niños eran muy pequeños. Por ejemplo, con un par de tiras de las hojas del árbol Adan se fabricaban los kajimaya ("molino de viento" en uchinaguchi). No solo los niños jugaban con los kajimaya, sino también la gente mayor, aunque  de manera simbólica. En Okinawa, existe una celebración llamada kajimaya que se realiza cuando una persona cumple 97 años, entregándole un kajimaya ("molino") hecho con hojas de Adan que simboliza su regreso a la infancia; puesto que se cree que la persona vuelve a ser niño otra vez cuando cumple los 97 años. 

Imagen tomada de Yorontou Kankou Gaido (Guía de Turismo de las Islas Yoron)
Mukashi mushikago (literalmente, "jaula para insectos antigua". Las jaulas actuales están hechas de plástico y se le llaman mushikago)
Con las hojas del Sotetsu se podían fabricar pequeñas jaulas llamadas mukashi mushikago para guardar a los insectos que cazaban hasta que llegaran a casa, aprovechando la forma de la hoja, parecida a las hojas de las palmeras, que al entrelazarlas entre sí misma, dejaban pequeños espacios abiertos suficientes para que el insecto pueda respirar. 

Imagen tomada de Yorimichi Shashin Nikki 寄り道写真日記
Collar hecho con las semillas del  Jyozudama
También se usaban las hojas para fabricar prendas de vestir provisionales como gorros o sandalias, aprovechando la suavidad y resistencia de las hojas del Wakuji. Pero no solo las hojas servían, también se podían utilizar las semillas y crear pequeños silbatos con las semillas del Sotetsu o del Yarabu. O también, las semillas del Jyozudama, que parecían unas cuentas de cristal y que podían ser enhebradas una detrás de otra, creando collares o pulseras que las niñas lucían orgullosas. 

Realmente, no puedo dejar de asombrarme cuánta imaginación e ingenio de los okinawenses para fabricar tantas cosas útiles (y divertidas) a partir de una simple hoja o semilla. Pero, para los niños realmente no importaría de qué está hecho un juguete, porque con la misma imaginación de los niños, basta y hasta sobra. 

Y a propósito de la infancia, ¿quién no se acuerda de los juegos grupales, en donde la diversión ya no radica tanto en la imaginación, sino en el deseo de los niños por compartir (y competir). En Lima había un juego conocido como "Mundo", que muchas veces he jugado en mi casa y en el colegio, pero que actualmente ya casi no se ve, como la mayoría de los juegos que estamos recordando. En Okinawa y en Japón también se jugaba el "Mundo", conocido como "Kenkenpa", que consiste en avanzar saltando sobre un solo pie a través de cuadrados dibujados sobre el piso.

Kenkenpa
Imagen tomada de Suzume no Kurashi

El nombre de Kenkenpa viene de "ken" que significa "un solo pie" y "paa", que significa "ambos pies", algo muy lógico, puesto que se salta con un solo pie (ken, ken...) hasta llegar a la meta (¡paa!). Según un diccionario de uchinaguchi, en Okinawa hay un juego que consiste en saltar con un solo pie, mientras se sujeta con una mano el otro pie por la espalda y se le llama Giitaa, pero no he podido encontrar otra información adicional, por lo que no sé si el Kenkenpa y el Giitaa okinawense resultan ser el mismo juego. 


Imagen tomada de Wikipedia
Yaces
O, ¿quién no ha jugado con los "yaces" o "yaxes", aquellas estrellitas tridimensionales de metal o de plástico colorido que se jugaba con una pelotita? En Japón, también se solía jugar un juego similar a los yaces, conocido como Otedama, que eran unas bolsitas de tela rellenas con frijoles azuki que servían para darle consistencia a la bolsita. En Okinawa, se llamaba, más bien, Ishinaaguu, porque en lugar de frijoles, debido a la escasez de alimentos, se solía rellenar las bolsitas con pequeñas piedras. Así como los yaces, la gracia del Otedama y del Ishinaaguu consistía en lanzar las pequeñas bolsitas y cogerlas en el aire antes que caigan al suelo. Era un juego más para niñas. 

A continuación, un video en donde se muestra cómo se juega el Otedama

Y sin dejar de lado a los chicos, también hay algunos juegos que solo lo jugaban los niños: las canicas o bolitas y los "hitazos" lo que en Perú se jugaba casi recientemente, por la década de los 90. En Japón se conoce a las canicas como "Biidama" y en Okinawa, "Tamagwaa" y, como nunca he jugado con canicas, no sé cómo se jugaba, pero creo que el objetivo era "comer" la canica del contrincante. 
Biidama o Tamagwaa
Imagen tomada de Kusa Jiro no Kusa Nikki
Casi del mismo modo pasaban con los hitazos en el Perú de los 90. Recuerdo que había un chocolate que regalaba unas figuritas de plástico en forma de moneda lamadas "hitazos" y que servían para jugar entre varios amigos. Se tenían que lanzar cada hitazo sobre una pila de hitazos y ganaba quien pudiera derribar la mayor cantidad de hitazos. El premio era quedarse con los hitazos, que estaban decorados con personajes de los dibujos animados de moda que salían en la TV. En Japón había un juego parecido que se llama Menko y se jugaba similarmente a los "hitazos" de Perú: la misma técnica y objetivo y, naturalmente, el ganador se quedaba con las tarjetas de sus oponentes (eran unas tarjetas de cartón duro que estaban ilustrados). En Okinawa se les llamó Pacchii
Como se dice, "recordar, es volver a vivir". ¡Qué nostalgia recordar aquellos juegos de infancia que alguna vez hemos jugado, sea con amigos o solo! Ahora, los niños juegan solos o con los amigos, pero casi siempre, frente a una pantalla, sea de videojuegos o de la computadora; dejando de lado, muchas veces, a la imaginación. Los juguetes del ayer, realmente, eran mejores: estimulaba la imaginación y nos servía para conocer a nuevos amigos o frecuentar a los amigos de siempre. Ahora, más bien, parece que tendremos que conformarnos con recordarlos solamente, aunque con algo de nostalgia.


NOTA:Para escribir este post, me tomó algo de tiempo en buscar la información, puesto que el uchinaguchi no tiene una representación escrita estándar, sea en romaji (japonés romanizado) o en katakana y, además, no encontré mucha información sobre el tema. Por todo esto, quisiera mostrarles la forma de escritura de los diversos términos en  uchinaguchi mostrados en este post tal como aparecen en las fuentes que he consultado (no puedo asegurar si es la forma estándar o una variante regional), así como algunas palabras japonesas con sus respectivos kanji:
  • Adan:   アダン (en uchinaguchi y en japonés), conocido también  como Adanmugii アダンムギー o Azani アザニ en uchinaguchi. En español se le conoce como Pandano y su nombre científico es Pandanus Tectorious. 
  • Biidama: ビー玉(ビーだま)
  • Gittaa: ギッター, también escrito como Giitaa
  • Ishinaaguu: イシナーグー  
  • Jyozudama: ジュズダマ, conocido también en uchinaguchi como Shidama シダマ, Tsudama ツダマ o Shishidama シシダマ. En español, se conoce como Lágrimas de Job. En japonés, Juzudama 数珠玉 o ジュズダマ. 
  • Kajimaya: 風車 (molino), カジマヤー (celebración de los 97 años) 
  • Kenkenpa:  ケンケンパー 
  • Menko: メンコ 
  • Mukashi mushikago: 昔 虫かご     
  • Pacchii: パッチー  
  • Sotetsu: ソテツ (en japonés), conocido en uchinaguchi como Suchichi スチチ o Totetsu トテツ o Suutiichaa スーティーチャー. En español se le conoce como Cica del Japón o Palma de Iglesia. Nombre científico: Cycas Resoluta. 
  • Tamagwaa: タマグヮー (en uchinaguchi, "Tama": bola y "gwaa": pequeño, chiquito).
  • Wakuji: フクジィ, conocido en uchinaguchi como Pukuki プクキ o Wakunki フクンキ. En japonés, Otogirisouka 弟切草科 y en español, Hierba de San Juan Erecta y Mala Hierba Otogiri.  Nombre científico: Hypericum erectum
  • Yarabu: ヤラブ, conocido también como Yarabo ヤラボ o Yarabugi ヤラブギ en uchinaguchi. Su nombre científico es Calophyllum inophyllum y se le llama Terihaboku テリハボク en japonés y Laurel Alejandrino en español. 


PARA SABER UN POCO MÁS:

FUENTES: 

martes, 26 de noviembre de 2013

¿Alguien se Acuerda de Algún Bakatare? (Algo de Historia Detrás de Un Pequeño Recuerdo)

Ay no, ese bakatare ya se lo llevó…” fue lo que dijo mi mamá al ver que un señor se le adelantó para coger la última caja de leche que había en el estante y que justamente estaba de oferta. No quedó otra opción que comprar otra leche. 
Mientras caminábamos hacia la caja para pagar, no podía dejar de sonreírme de cuando en cuando recordando al “bakatare” que se llevó la leche, aunque mi mamá todavía lo recordaba con cierta molestia, porque al final tuvimos que comprar otra leche con precio normal. 

Mi mamá, así como mi oba, solían usar la palabra “bakatare” (que en japonés significa “tonto”) a todas las personas que les cayeran mal, aunque en este caso, el señor de la leche no era ningún “bakatare”, sino más bien, un "vivo", pero con su osadía de adelantarse a coger la leche antes que mi mamá ya lo convertía en uno más. 

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Mi oba solía llamarnos "baka" o bakatare" cuando hacíamos alguna travesura, pero más eran las veces que la escuchaba decirme que yo era "iiko" ("buena niña" en japonés).
Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que escuché la palabra “bakatare”. Para mí, “bakatare” no es un insulto, sino una palabra que me remonta a las épocas de infancia que pasé con mi oba. Una época llena de nostalgia y recuerdos. 

Cuando era muy pequeña, recuerdo que mi oba y mi mamá solían hablarme cariñosamente para hacer las cosas, ya sea para ir al baño, para bañarme o comer toda la comida. Hasta llegaban a inventar alguna que otra canción. Aún recuerdo una canción que mi mamá se inventó para cuando me llevaba al baño. Yo apenas tenía unos cinco años y siempre me quedaba dormida esperando a mi mamá. Cuando ella llegaba de la tienda, siempre me despertaba para llevame al baño, mientas me cantaba una pequeña canción improvisada que decía: 
Oshíkko shitá kaná…shhhh…oshíkko shitá kaná” (おしっこ した かな... shhhh... おしっこ した かな)
Hasta podría decir que tenía hasta ritmo, porque aún lo recuerdo y a veces, lo tarareo inconscientemente. En español sería "¿Orinaste?... shhh... ¿orinaste?", en donde el "shhhh" representaba el sonido de la orina que caía y que para hacerlo más tierno, me lo cantaba así “Ochiiiíkkooo chitá kaná…shhhh…ochíiikko chitá kaná”, cambiando todas las “sh” por “ch”. 

Y cuando escuchaba que ya estaba orinando, al final me preguntaba “Ochikko chita?” (¿Ya orinaste?) y yo, aún con los ojos cerrados, le asentaba con la cabeza varías veces un sí. Luego me llevaba cargada a la cama diciendo “Ahora, nen-nen” (que significaba ir a dormir en japonés para niños). 

Me lo hacía tan despacio que ni cuenta me daba de cuándo me llevaba al baño. Realmente, me gustaba cuando mi mamá me decía la palabra "oshikko", porque sabía que mi mamá iba a cargarme y se pondría a cantar. Aunque su significado no sea agradable, el término en sí resulta ser tan simple que me pareció hasta curioso cuando descubrí el por qué se dice así. "Oshikko", así como la canción que mi mamá se inventó, es una simple palabra que parece un juego de niños. “O” es el prefijo que denota respeto, “shi” representa el sonido del agua que corre y “ko” es el sufijo que sustantiva el término y significa “niño pequeño”. Aunque es simple, ¿verdad que resulta algo curioso? 

O recordando la palabra “bakatare”, que siempre escuchaba de mi oba cada vez que hacía alguna travesura, acompañándolo de una mirada seria pero que duraba muy poco porque al poco rato ya me estaba sonriendo. A veces solo me decía que era una “baká” o si estaba muy molesta, me decía “bakatáre”. Pero antes que yo naciera, mi mamá me contaba que mi oba siempre decía “¡Fúrimun!” (“tonto” en uchinaguchi) pero ya con el tiempo, prefirió usar el “bakatáre”, seguro porque denotaba mayor energía (o enfado) cuando lo pronunciaba. 

Cuando era todavía muy pequeña y no sabía escribir, siempre que escuchaba “baká” o “bakatáre”, me imaginaba mentalmente a una “vaca” y mi lógica infantil hacía una pequeña fórmula en mi cabeza “si bakatáre es una vaca y la vaca es un animal; entonces por eso, bakatáre significa tonto” y siempre creía que ser bakatáre era ser un animal (o mejor dicho, un tonto). Y aunque parece una explicación tonta (o "bakatare"), creo que no me equivoqué, porque los kanjis utilizados para representar al término bakatáre 馬鹿 precisamente son kanji de animales, en este caso, el kanji que representa al caballo 馬 (se pronuncia "uma") y al ciervo 鹿 (shika). Pero, habiendo tantos kanji que representan a "persona", "cabeza", "cerebro", "torpe" o tantas combinaciones que se pueden obtener y que pudieran representar a una persona tonta, ¿por qué se usaron kanji de animales, específicamente que representa al caballo y al ciervo? Hay una antigua leyenda china que puede aclararnos un poco. 

Cuando el primer emperador chino Qin Shi Huang falleció en el año 210 A.C. aparentemente habían dos posibles herederos al trono, su hijo mayor, Fusu, y Huhai, el hijo menor. Pero, quien realmente manejaba el imperio era su canciller Zhao Gao, quien ambicionaba tanto el trono del imperio, que optó por deshacerse de aquellos que lo estorbaban, es decir, Fusu y Huhai. Primero, engañó a Fusu, al mostrarle un documento falsificado en donde supuestamente su padre, el fallecido Qin Shi Huang, le ordenaba que se suicidara, un pedido que no resultó nada sorprendente, dada la reputación sádica y cruel de su padre. 

Fusu cumplió con el aparente “deseo” de su padre, dejando al pequeño Huhai como heredero del trono. Así, Huhai fue nombrado Segundo Emperador de China y recibió el nombre de Qin Er Shi. Pero el malévolo canciller Zhao Gao se encargó astutamente de la educación del nuevo emperador, enseñándole aquello que le convenía y llegando a manejarlo a su antojo como un verdadero títere, porque quien realmente manejaba los asuntos del imperio era Zhao Gao. 

Zhao Gao quería eliminar de todos modos al nuevo emperador, por lo que decide hacer un plan para saber quiénes lo apoyaban a él y quiénes apoyaban al emperador. Un día, Zhao Gao decide decide hacer un regalo al nuevo emperador. Le presenta un ciervo, haciéndole creer que era un caballo. El emperador no era tan tonto como Zhao Gao creía, ya que dudó de aquel regalo. “No es un caballo, es un ciervo”, dijo Huhai, ahora conocido como el emperador Qin Er Shin y para corroborarlo, preguntó a la gente que estaba a su alrededor. Algunos le confirmaron que era un ciervo, mientras que otros, que eran simpatizantes de Zhao Gao o que simplemente temían contradecirlo, afirmaron que realmente el ciervo era un caballo. Al final, de manera secreta, aquellos que contradecieron a Zhao Gao, fueron eliminados. 

Con el tiempo, esta leyenda dio origen al proverbio chino que dice “señalar a un ciervo y llamarlo caballo” (en chino, zhǐ lù wéi mǎ 指鹿為馬) y que posteriormente sería conocido también en Japón (en japonés, shika wo sashite uma to nasu 鹿を指して馬となす). Al parecer, este proverbio fue abreviado en una sola palabra que dió origen al término “baká” para designar a alguien tonto (es decir, a un tonto que confundió a un ciervo por un caballo). A pesar de los años, muchos detalles han sido olvidados en el tiempo con respecto a esta leyenda, por lo que no se sabe cómo fue que llegó a conocerse finalmente en Japón, quedando el kanji de "baká" 馬鹿 como el único recuerdo de ese posible origen tan antiguo.

Sin embargo, no se puede confirmar definitivamente que esta leyenda haya sido el origen del término baká o, por lo menos, de la forma cómo se escribe. Para un término tan simple y corto, existen muchas hipótesis que tratan de explicar su posible origen.

Se dice que el término "baka" viene del sánscrito, el idioma que utilizaban los monjes budistas en el Japón antiguo. Pero, no se sabe exactamente de cuál término, aunque se cree que se deriva del término moha ("tonto") y de mahallaka ("estúpido"). En cambio, hay otra hipótesis que afirma que "baká"es el término que se derivó de "wakamono" o "bakamono" y que aparece en documentos históricos japoneses del siglo XIV como el Taiheiki. Incluso, se afirma que el kanji de "baká" es ateji, es decir, solo son kanji tomados por su valor fonético, sin que tengan relación semántica alguna entre sí. Muchas veces, se suele escribir el término "baká" en katakana バカ o hiragana ばか, quizás para  disimular aquella controversia; pero, su uso se debe, más que nada, para enfatizar la intensidad del término (el katakana cumpliría la función de las letras capitales o mayúsculas o las comillas).

Después de todo, aún existe mucha controversia para un término tan simple y "tonto". Para mí, en cambio, es un término que me recordó, por unos momentos, la época que viví junto con mi oba.

FUENTES:
WIKIPEDIA
CARR, Michael. Baka and Fool. 1982. Otaru University of Commerce Academic Collections
JAPAN EXPLAINED FASQ. Why is baka (馬鹿- stupid) written with the kanji for horse plus deer? 


viernes, 22 de noviembre de 2013

Un Pequeño Recuerdo: Los Camotes Sancochados de mi Oba

"Y ahora, ¿qué vas a comer?" fue lo que me preguntó mi mamá cuando estábamos de compras en el supermercado. "Hmmm, no sé" le respondí mientras acariciaba disimuladamente mi estómago. El fin de semana pasado me inventé una receta y preparé unos tallarines con champiñones y leche. Con solo mencionarlo, suena hasta delicioso, pero realmente fue una mala combinación. Al día siguiente me levanté con una tremenda indigestión por culpa de la leche que me sentía como si hubiera tomado miles de litros de gaseosa. 

Con el hambre que tenía, había olvidado que la leche me cae mal, sobretodo de noche. Yo seguía acariciando mi estómago, que de por sí ya lo sentía hinchado de solo escuchar cualquier cosa que sea comida. "¿No quieres comer camote sancochado en el desayuno?" finalmente me preguntó mi mamá, al verme que me quedaba callada mientras caminábamos por los estantes. “No quieres ni frito?” Aunque ella ya sabía cuál iba a ser mi respuesta, siempre me pregunta lo mismo. 

Al final, nos fuimos a la sección de verduras y compramos paltas para el desayuno. Desde hace un par de años, no puedo comer embutidos, comidas picantes, gaseosas o mariscos o leche entera o cualquier comida que sea muy estimulante para mi estómago; aunque de vez en cuando, como se dice, "no pasa nada". 

Recuerdo la época cuando estaba estudiando en la universidad y solía comprarme hamburguesas en el quiosco de la facultad, le echaba bastante ají o rocoto y siempre lo acompañaba con alguna gaseosa. O cuando tenía más o menos unos 7 años y solía tomarme una Fanta con galletas de soda como lonche o las sopas instantáneas que mi hermano mayor preparaba para comer mientras veíamos “La Dimensión Desconocida” o; si todavía no teníamos mucha hambre, se daba tiempo para preparar pollos fritos mientras esperábamos a que mi mamá regrese de la tienda (en aquellas épocas todavía no existía el delivery en Lima y el pollo frito era lo único que mi hermano sabía cocinar). 

Aunque todavía era muy chiquita para usar la cocina (creo que tenía unos 7 años) yo también sabía “cocinar”, según yo. Recuerdo que a mi hermano le gustaba comer las galletas de soda que yo misma untaba con mantequilla y bastante mermelada y esto era lo único que sabía “cocinar”. Por aquellas épocas, mi oba ya era mayor y no podía prepararnos la comida, por lo que mi mamá siempre nos dejaba la comida ya preparada antes de irse a la tienda. 

A pesar que mi mamá siempre andaba ocupada por la tienda y los quehaceres de la casa, hasta ahora me pregunto cómo hacía para tener tiempo y prepararnos comida de calidad, sobretodo en una época tan dífícil como fue la década de los 80. Mi mamá se levantaba temprano para prepararnos leche de soya, tortillas con cebollita china o de hot-dog. Y muchas veces, me preparaba pollos fritos o salchipapas cuando tenía algún paseo en el colegio. Y a pesar que teníamos una tienda, nunca me ponía galletas o chocolates o gaseosa en la lonchera. Me preparaba jugo de manzana, naranjada (jugo de naranja aguado, porque era alérgica a los cítricos) o Milo con agua. 

Recuerdo que ella me daba de comer al mediodía antes de irse a la tienda, porque de otro modo, yo no terminaba de comer. A veces me ponía un muñeco de plástico encima de la cuchara para que comiera. Se esmeraba bastante en nuestra alimentación, siempre se preocupaba por nosotros, porque a pesar que comíamos bastante, siempre estábamos delgados. 

Recuerdo que nos llevaba al pediatra con frecuencia y el médico siempre le decía “no se preocupe, que así es la contextura”. Pero, mi mamá siempre insistía en que nos recetara algún tónico. Y así fue como crecimos, entre comida sana (de mi mamá) y algún que otro tónico. Ya con el tiempo, me he olvidado de los hot-dogs o pollos fritos para el desayuno, como los hacía mi mamá y ahora, me inclino por las paltas, la mantequilla “light” o los huevos sancochados, todo por la salud de mi estómago.

Ayer por la mañana, mi mamá botó a la basura un camote que había comprado la semana pasada y se había malogrado. “Mottainai... por qué no comiste camote?” fue lo que me dijo cuando nos encontramos en la cocina. “¿Y por qué tú no lo comiste?” fue lo que le contesté antes que ella me dijera “A oba le gustaba comer camote sancochado en desayuno…”  Y ahí fue que comenzó a recordar, o mejor dicho, a hacerme recordar las veces que veía como mi oba sancochaba camotes para el desayuno. 

Era paradójico. Mi oba tenía un cafetín (a la que llamábamos de cariño, la “tienda”) en donde preparaban diversas clases de sándwiches. Había un estante especial dentro del cafetín en donde estaban colgados los embutidos, los hot-dogs, salames y jamones. También habían moldes de quesos frescos o fundidos, pollo asado, asado de res con sarza criolla; en fin, había tanta variedad que me costaba algo de trabajo decidirme por alguno de ellos cada vez que iba a la tienda en la hora del lonche. 

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Reunión en donde aparece mi oba (primera, lado derecho).
En las reuniones, se acostumbraba comer comida japonesa, pero en casa, mi oba solía preparar comida sencilla y muy casera.
Pero aún asi, mi oba no cambiaba por nada sus camotes morados sancochados. Solía lavar bien la cáscara y partirlos por la mitad. Los sancochaba hasta que la cáscara quedara tan delgada que pareciera que se deshaciera. Solía acompañar los camotes con un pan tolete y una taza de café con leche. Algunas veces venía mi tío, quien también había venido de Okinawa y nos acompañaba en el desayuno, pero él prefería comer, más bien, unos huevos fritos con la yema sin reventar y dos panes toletes, junto con una taza de café negro. Nunca lo ví comiendo camotes sancochados, solo a mi oba. 

Mi mamá siempre me decía que los camotes eran la comida más barata cuando mi oba era pequeña y que, por eso, ya se acostumbró a comer camotes. Yo, simplemente, la veía cómo comía y pensaba sobre cómo podía comer camotes sancochados, algunas veces hasta con cáscara. Y yo en cambio, desde pequeña era muy quisquillosa con la comida y me había acostumbrado a comer frituras o embutidos. “¿Y mi oba no va a comer pan con hot-dog?” es lo que a veces le preguntaba a mi mamá, pero siempre me decía “No, oba prefiere el camote morado sancochado, ya es su costumbre”. Ahora, pensándolo bien, creo que más que comer camotes morados porque le gustaba, creo que más bien lo hacía por costumbre. Creo que era una costumbre que le hacía recordar aquellas épocas de niñez en Okinawa. 

Mi mamá me contaba que no siempre comía camotes en el desayuno. Cuando mi oba era más joven, mi mamá recuerda que solía prepararse panqueques, solo con harina y agua y cuando iba al mercado y veía que el pescado estaba fresco, compraba pejerreyes y los freía con cabeza y espina y los comía con pan. “Las espinas son muy vitaminosas”, es lo que siempre decía. Muchas veces pensé que era una comida de Okinawa, pero al final descubrí que el “pan con pescado” lo había aprendido de los mozos que trabajaban en la tienda. 

Lo único que recuerdo es que yo solo la miraba cuando tomábamos el desayuno. No sé por qué nunca me han gustado los camotes sancochados. Quizás me llenaba de solo verlos en la mesa todos los días. O, quizás inconscientemente, eso de que era la “comida de pobres”, era lo que hizo que no me gustara. Hasta ahora, no sé. Aún así, no me gustan los camotes sancochados. 

“¿Será por eso que se usa mucho el color morado en Okinawa? He visto que se usan mucho los hachimakis morados en Okinawa” Recuerdas que te conté que Okinawa salvó a Japón de la hambruna con sus camotes morados?(*)... ¿Será que por eso usan tanto el morado en honor a los camotes?”, a modo de broma, fue lo que le comenté a mi mamá mientras estábamos desayunando esta mañana, recordando a propósito del camote que mi mamá tiró a la basura. “Jajaja, ¡cómo va a ser!” a lo que siguió una pequeña pausa con una seriedad que parecía decirme “¿Será...?” Continuamos tomando el desayuno, mientras untaba la palta sobre el pan. Mi mamá parecía que seguía intrigada por el comentario de los hachimakis y los camotes. 


(*) Cuando el camote morado fue traído desde Okinawa a Japón, su cultivo se propagó rápidamente en el archipiélago, lo que ayudó a combatir la gran hambruna que azotó a Japón en 1733). En: Okinawa y los Aportes Culturales y Gastronómicos a Japón (Parte I)

-Mottainai=expresión japonesa que significa "¡Qué pena! ¡Qué desperdicio!"
-Oba= abuela (en japonés)
-Milo (marca de chocolate en polvo)
-Hachimaki = cinta de tela que se anuda en la frente

viernes, 15 de noviembre de 2013

El Hermano que me Permitió Vivir (Un Pequeño Recuerdo)

Hace unas semanas le había enseñado una foto antigua a mi mamá. Cada vez que encuentro una foto antigua, siempre tengo la costumbre de enseñársela a mi mamá y preguntarle acerca de la foto; sobre quiénes son los que aparecen en ella, qué celebraban en esa ocasión o simplemente, qué es lo que puede recordar de esa foto. Pero creo que esta vez mi curiosidad fue inoportuna. 
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Foto tomada como recuerdo de la despedida de un familiar.
Posiblemente fue tomada en Barrios Altos.
(Fecha: 15 de enero de 1953)
En esta foto aparecía mi oba y mi oji paterno junto con mi papá, que por aquella época tenía apenas unos 16 años. “¡Qué curioso!” fue lo primero que pensé en voz alta al ver la foto. “Mi oba sale en la foto toda seria, hasta parece molesta. ¡Y justo a su lado sale mi papá! ¡Quién lo diría! mi oba sale casi junto con el chico que sería su futuro yerno dentro de casi 20 años!”. “!Mira mamá!”, le pasé la foto a mi mamá. Ella se estaba colocando sus lentes, mientras yo le decía “si conocías a mi papá desde hace tiempo, por qué no te casaste antes con él y esperaste tantos años? Si lo hubieras…”. Y de pronto, levantó el rostro y me clavó la misma mirada que tenía mi oba en aquella foto, aunque solo duró por unos breves segundos, fue suficiente como para detener mi inoportuno o, quizás hasta inocente, comentario. No dije más y solo atiné a entregar la foto y esperar pacientemente a que me dijera lo que se acordaba. Luego de unos minutos de haber mirado la foto en silencio, solo dijo “esa foto es antigua, ¿de dónde la sacaste?”. No le pregunté más acerca de la foto y regresé a mi escritorio. 


Solo me dijo que era una reunión de despedida a un familiar que también se apellidaba Tsukayama y que por eso aparecía mi oji con mi papá, o mejor dicho, el chico que después de casi 30 años se convertiría en mi papá. 

Desde que era muy pequeña siempre tenía muchas preguntas, pero no aquellas preguntas que casi todos los niños preguntan “¿de dónde vienen los niños?” o “¿por qué los niños juegan con carritos y las niñas, con muñecas?”; sino aquellas que tenían que ver más con mis papás: “¿por qué los papás de mis amigas son más jóvenes?” o “¿por qué te casaste tan tarde con mi papá?” o quizás el “¿por qué mis hermanos tienen álbumes llenos de fotos, incluso con mi papá y mi oba y yo apenas tengo unas cuantas y ninguna con mi oba o mi papá?” (que ya en un post anterior, les había explicado el por qué tengo tan pocas fotos en mi infancia). 

Siempre mi mamá me respondía que era porque mi oba les hizo el omiai a mi papá y a mi mamá y por eso se demoró en casarse. Mi oba era un poco "estricta" en eso de encontrar el esposo ideal a sus hijas y, en este caso, para mi mamá. El futuro yerno tenía que ser japonés (o, por lo menos, hijo de japoneses), tenía que ser muy trabajador y tranquilo (como se dice comúnmente, un chico sin vicios) y si era hijo de algunos de sus amigos o conocidos (de la colonia*), pues, mucho mejor. Aunque en la época en que fue tomada la foto, mis papás aún eran demasiado jóvenes y no había prisa por casarlos. Pero, ya los años pasaban (y pesaban) y ya se sentía esa presión “social” por casar a los “chicos”. Mi oba ya estaba aburrida de escuchar eso de “¿cuándo se casa tu hija?”, además que mi mamá es la menor de todos los hermanos y la única que estaba soltera. 

Quizás fue ese el motivo que animó a mi oba a conocer un poco más a ese chico, que era el hijo de ese nisan a quien siempre veía en las reuniones de la prefectura o de la colonia y conversar con su padre para concertar un omiai “moderno” entre su hijo y su hija (mi mamá), en plena década de los 70 y en el Perú. 

Mi papá trabajaba con mi oji en la tienda que tenían en La Victoria y eso le gustaba a mi oba. "Es muy trabajador y ayuda mucho a su otosan. Eso me gusta". Y así fue como mi oba se fue encariñando poco a poco con ese chico y lo invitaba a la casa para que conociera a mi mamá. Y como si fueran cómplices mi oji y mi oba, poco a poco auyudaron a que creciera el amor entre mis futuros papás hasta que se concretó en matrimonio.


Era como si mi oba hubiera buscado al mejor galán para mi mamá, y creo que tuvo la mejor elección. Hasta recuerdo que mi mamá me dijo que mi papá era "buenmozo y hasta parecía un artista de cine". Bueno, el amor es así de romántico y hasta empalagoso. 

"¡Ah... por eso era que se casaron tarde!”, fue lo que terminé diciendo mentalmente cuando mi mamá se animó a contarme cómo fue que conoció a mi papá, o mejor dicho, cómo fue que mi oba conoció a mi papá y se lo presentó a mi mamá. “Y por qué la diferencia de edad entre mis hermanos es de solo 1 año y conmigo, son como 8 años?” “Ah, eso ya es otra cosa”, es lo que mi mamá me respondió casi sonriéndose, como quien se acuerda de alguna travesura. 

“Pensábamos tener solo a dos niños pero al final, llegaste de “casualidad”. Ni siquiera sabía que estaba embarazada de ti”. Y me lo dijo con un tono de tranquilidad y mirando al vacío, como quien se estuviera acordando de algo mientras esbozaba de cuando en cuando una pequeña sonrisa. No sé como tomarlo. Si debo de sentirme contenta o quizás, incómoda. Pero al final, sé que si bien mi llegada fue inesperada, sé que me quisieron mucho desde que nací, por las anécdotas que mi mamá me contaba desde que era pequeña, lo que significa que se acuerda más de los anécdotas o buenos momentos que de las travesuras que yo hacía.

Mi mamá me contaba que acudió al ginecólogo cuando experimentó los primeros síntomas del embarazo, pensando que ya estaba empezando la menopausia, sin imaginar que yo ya estaba formándome tímidamente dentro de ella. El ginecólogo, que solo sé que se llamaba Sato, confirmó mi existencia y le recomendó que tuviera mucho cuidado, no solo para ella misma, sino también a mí; puesto que ya pasaba los 45 años y había muchos riesgos de salud para ambas. Recuerdo que mi mamá siempre me contaba que todos creían que yo iba a ser un niño, porque mi mamá sentía las tremendas patadas que le daba dentro de su vientre y siempre bromeaba a todos diciendo que yo iba a ser un gran futbolista. 

Por aquellas épocas no se acostumbraba a hacer ecografías, así que la única manera de saber si era niño o niña, era por los latidos del corazón. El ginecólogo que atendía a mi mamá se apellidaba Sato y le dijo, según los latidos de mi corazón, que sonaba tan fuertes como un tambor de guerra, que era niño, pero luego confirmó lo contrario a medida que iba creciendo. 

Mi hermano mayor estaba muy ilusionado con mi llegada, pues creía que iba a tener otro hermanito con quien jugar. Mi mamá me contaba que cuando apenas tenía días de nacida, mi hermano mayor solía mirarme fijamente cómo dormía cuando regresaba del colegio. Me cuenta, entre risas, que ni bien llegaba del colegio, mi hermano dejaba la mochila a un costado y se paraba al lado de mi cuna para mirarme cómo dormía. “Se le veía tan tierno a tu hermano cuando te miraba tan fijamente, como si fueras un fenómeno” era lo que mi mamá siempre me decía cuando se acordaba de esas anécdotas. Hubiera preferido que me cuente que “mi hermano pasaba horas mirándome de lo tierna que me veía durmiendo", antes que decir que me miraba porque parecía “un fenómeno”. En fin, así es mi mamá, contando la historia tal como sucedió y como fue, así que le agradezco su honestidad. 



Pero, ese no es el único recuerdo que tengo desde que era pequeña. Creo que tenía unos cuatro o cinco años cuando tuve un sueño que me impactó mucho, incluso hasta hace un par de años atrás. Había soñado con un hombre ya mayor que estaba cogiendo del tobillo a un niño recién nacido y me lo mostraba. El niño estaba cubierto en sangre y lloraba, pero no recuerdo que hubiera escuchado el llanto, solo sabía que estaba llorando. Cuando desperté se lo conté mi mamá y a mi oba. 

Esa misma noche, mi oba colocó debajo de mi almohada un par de tijeras de metal con las puntas hacia arriba, diciéndome que con esto, ya no iba a tener pesadillas. Y así fue. No sé si era una costumbre japonesa o si alguien le enseñó a mi oba, tal vez la empleada que era de pronvicia; pero mi oba era muy supersticiosa para ese tipo de cosas y ponía en práctica de todo. Hasta creo que mezclaba lo okinawense con lo japonés y lo peruano. Pero al final, resultó. Por simple coincidencia o sugestión, desde esa noche pude dormir tranquila y no tuve más ese sueño perturbador. Pero, hasta hace un par de años, seguí intrigándome el recuerdo de aquél sueño. Muchas veces he escuchado que si uno tiene un sueño y no puede olvidarlo fácilmente, es porque significa algo. 

Hace un par de años atrás, aquel recuerdo onírico no me dejaba tranquila. De cuando en cuando, aparecía en mi mente el recuerdo de aquel sueño (o quizás pesadilla, aunque realmente, esa vez que lo tuve, no recuerdo que haya estado asustada, sino más bien, tranquila pero impactada). Dentro de mí sentía que significaba algo… pero, ¿qué? 

En uno de esos días de siempre, le conté a mi mamá sobre aquel sueño que tuve hace más de 20 años atrás y que no sé por qué, no puedo estar tranquila. Se lo dije de frente, como quien le estuviera comentando acerca del clima mientras tomaba una taza de café. Pero, realmente, necesitaba descubrir qué significaba, ya no podía esperar más. ¿Necesitaba acaso algún psicoterapeuta o hasta quizás a algún vidente o yuta para que me aclare el significado de ese sueño que parecía que se aferraba fuertemente a mi memoria, para que no lo olvidara? ¿Qué significaba? 

Pero, así como le pregunté, ella también me lo respondió. Mi mamá por fin tuvo el valor de contarme lo que realmente significaba. Nuevamente, volteó la mirada y se puso a mirar el vacío, como quien quiere recordar el pasado como si fuera ayer, regresando hasta el día que nací. Repetía casi los mismos recuerdos que ya sabía, pero había un pequeño secreto que escondía, no por pena o vergüenza, sino como ella siempre me dice “porque no era necesario que lo supieras”. Mi mamá me contó que el día que nací, a las pocas horas o al día siguiente, no lo recuerda bien, pidió a la enfermera que la ayudara a ir al baño. En el baño fue que ella escuchó que se cayó algo. “Nunca me olvido” es lo que mi mamá me dijo, “era como un “pom” que cayó al suelo”, mientras colocaba ambas manos en forma de puño y las hizo caer pesadamente sobre sus rodillas, como para que me imagine lo pasó. “Me asusté mucho”, dijo “pensé que era un coágulo de sangre pero la enfermera me dijo que era un aborto”. Ese “pom” al que mi mamá se refería y que yo misma no puedo describir en palabras, era el hermano gemelo que se estaba formando al mismo tiempo que yo, pero quizás por la edad que tenía mi mamá, no se desarrolló completamente. Ese "pom", ese sonido fuerte, instantáneo, era mi hermano gemelo. Era como si ese hermano me hubiese dado la oportunidad de vivir, en lugar de él, pero no quería que lo olvidara y quizás por eso, tuve aquel sueño cuando tenía apenas unos cinco años, justo después que mi papá falleció. 

Desde ese día, todo tenía sentido. Era como si todo ya tuviera un por qué, más que nada, era un por qué de vida. Cuando era pequeña, mi mamá solía llevarme en octubre a la iglesia Las Nazarenas, en donde se encuentra la imagen del Señor de Los Milagros. Antes de ingresar, mi mamá siempre compraba un corazón de plata y lo dejaba como ofrenda mientras se ponía a rezar. Yo nunca rezaba; más bien, me distraía mirando a toda esa gente que entraba a la iglesia y vendía globos o turrones y, de cuando en cuando, miraba a mi mamá y veía que observaba a la imagen con una expresión de gratitud y hasta creo que era de alivio. Regresando a casa, siempre le preguntaba el por qué dejaba ese corazón de plata. 

Pero solo me decía “Es un agradecimiento” y no me decía más. Hasta ahora, que descubrí aquel secreto que escondía. Más que orar por aquel hermano que no pudo nacer, ella agradecía a la vida, la oportunidad que tuve por nacer. 

Para mí, era un secreto que ella guardaba por años; pero para ella, solo era un "incidente" que no valía la pena contárselo a la familia. Y así fue, nunca se lo contó a mi papá. Hasta creo que tampoco se lo contó a mis tías o tíos. Ese "secreto" solo lo sabía mi oba. Pero como no estaba formado, no le dieron mucha importancia. Tampoco le hicieron alguna misa o rezaron por él. 

Pero lo que todos sí sabían, era que mi nacimiento no era muy fácil. “Por eso te pusimos Milagros. Y Jacqueline, bueno, tu papá siempre quiso ponerte ese nombre”. Eso es lo último que me dijo mi mamá, como poniéndole fin a un cuento que sería el inicio de mi historia. Este secreto fue olvidándose con el tiempo. Quizas no era necesario. Nunca le dieron importancia a aquél “pom”, como mi mamá siempre lo describe. Pero yo siempre digo que era mi hermano.Y aunque tampoco suelo rezar por el alma de aquel hermano, siempre guardo dentro de mi corazón el recuerdo de aquel hermano gemelo que me permitió vivir.

miércoles, 30 de octubre de 2013

El Otro Origen del Tsunahiki o China-Hichi (Obasuteyama)

Hace unas pocas semanas, mientras estaba revisando mis emails, vi una noticia que se repetía en varios medios. La atención no era para menos, puesto que era un festival okinawense que atrajo a miles de personas, entre extranjeros y locales y que se realizó en varias ciudades de Okinawa, casi en simultáneo. 

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Imagen tomada de Okinawa NightLife
Eran los festivales del Tsunahiki 綱引き o Nudo de Guerra, un festival antiguo que no pierde vigencia, a pesar de los años. Lo que recuerdo del Tsunahiki era lo que había escuchado de algunos conocidos y tíos, que era un evento en donde la gente se divide en dos grupos y cada uno jala un extremo de una soga gigante y al final gana el que hace caer al equipo contrario o haya jalado una mayor porción de la soga hacia su lado. Para mí es, simplemente, un juego de niños que se jugaba en el colegio; casi igual como mi mamá lo recuerda.

Cada vez que preguntaba a mi mamá si sabía el origen o si mi oba le contó algo sobre el tsunahiki, solo podía recordar los tsunahikis del colegio. Me contaba que en cada undokai los chicos se dividían en dos grupos: el aka gumi (equipo rojo o de las niñas) y el shiro gumi (equipo azul o de los niños) y entre los dos equipos, comenzaban a jalar una soga, cada uno para su lado. Pero no sabía nada más. O quizás no se acordaba. 

Lo último “nuevo” que me contó fue que cada equipo jalaba la soga con mucha fuerza para que el equipo contrario pierda. “¿Y por qué le llaman Nudo de Guerra?”, fue lo que le pregunté, pero solo se encogió de hombros y hasta ahora, me he quedado con la duda. 

Esa era la duda que siempre me he estado preguntando desde que escuché lo del Tsunahiki, incluso hasta hace unos pocos días en que era la “noticia del momento”. Así que decidí buscar la respuesta por mi cuenta. 

El tsunahiki es el nombre del evento en donde se utiliza una soga gigante hecha con paja de arroz como símbolo de la buena cosecha. Esta formada por dos sogas, una representando al hombre (representado por el pueblo del este) y otra, a la mujer (pueblo del oeste) que se unen, a manera simbólica de cópula, y es en ese momento que los equipos comienzan a jalar las sogas. Se decía que “así como se jala la soga, así se estaría jalando un año de abundancia”. 

Entre toda esta algarabía y adrenalina de multitudes, se confunden extranjeros y locales que participan del evento y se llevan a casa algunos trozos de la soga del equipo ganador como amuleto de buena suerte y fortuna o, quizás, como un simple recuerdo. Y cada año, esta tradición, que se remonta al siglo XVII, fue practicada para pedir paz, estabilidad y seguridad a los okinawenses. Pero poco a poco fue perdiendo ese carácter sagrado y ahora, más que un festival de agradecimiento, es un espectáculo para entretener y atraer más turismo a la isla. 

Pero, ¿qué tiene que ver la “guerra” en todo esto? Al parecer, todo se refiere a “buenas cosechas”, “fertilidad”, “properidad”y "buena suerte”. No encuentro una explicación literal que explique el por qué le llaman “nudo de guerra” al tsunahiki, o mejor dicho, al “China-hichi”. 

“China-hichi” significa en uchinaguchi “jalar la soga”, al igual que “tsunahiki”, el término japonés que se le da a esta tradición de corazón okinawense. Pero será por la costumbre y la publicidad que se le ha dado, que el “China Hichi” lo conocemos más como “Tsunahiki”. Y seguramente pasó lo mismo con su equivalente en español, “nudo de guerra”. 

Parece que la traducción “nudo de guerra” ha sido copiado directamente del “tug of war” inglés que del mismo término japonés (o uchinaguchi), porque no tiene nada “de guerra”. Sin embargo, seguramente le dieron esa equivalencia, porque el tsunahiki viene de un deporte muy antiguo, que también consistía en jalar una soga entre dos equipos y que era practicado como deporte en la antigua Grecia o como parte del entrenamiento de los guerreros en la antigua China. Seguramente, esa connotación entre “disputa” o “competencia” se derivó en “guerra” y se creó el "nudo de guerra". Puede ser una posibilidad. 

En fin, para muchos sería algo irrelevante, pero como soy traductora, no puedo evitar pasar por alto este tema de la semántica o sus equivalencias. Para mí, el “tsunahiki” es “tsunahiki” (o aún mejor, “China-hichi”), sea por escrito o hablado, y no lo traduciría como “nudo de guerra”. 

Sin embargo, a pesar de todo, aún sigo con la duda sobre el origen del tsunahiki. 
Encontré una posible explicación, o mejor dicho, la leyenda detrás de su origen. Decía que antiguamente se celebraba el Tsunahiki para pedir por una abundante cosecha o buena salud. Todo empezó con cuatro pueblos (Nishi-Machi, Higashi-Machi, Wakasa-Machi e Izumizaki) del Reino de Ryukyu que actualmente conocemos como Naha que se dividieron en dos grupos, el equipo del este y el del oeste, que participaron en batallas “simuladas” usando el conocido juego de “jalar la soga” en busca de la victoria. 
Los chamanes o yutas utilizaban esta victoria como un signo para predecir el futuro de los pueblos que competían. 

Pero, encontré otra leyenda que va más allá de cualquier batalla o guerra. Se cuenta que un hijo busca el consejo de su padre ya anciano para deshacerse de la plaga que azotaba al pueblo. El padre, quien vivía en la montaña, le aconseja que colocara un nudo de guerra en llamas en medio de los arrozales mientras tocaba gongs y encendiera antorchas. Con todo ese ruido y humo que salía de ese nudo de guerra, la plaga abandonó los arrozales, pensando que se estaba incendiando. La plaga desapareció del pueblo. Así, su consejo fue todo un éxito  y a partir de esa fecha se realizaron tsunahikis en Okinawa. 

Imagen tomada de Yahoo Blog
Esta leyenda se parece mucho a una antigua leyenda japonesa, por no decir que es la misma. Es la leyenda de Obasuteyama, la montaña en donde las mujeres ancianas eran abandonadas. (Obasuteyama 姥捨て山 significa literalmente "la montaña de las ancianas abandonadas" y también es conocido como Ubasuteyama).

Existen varias versiones de esta leyenda, que han cambiado con el paso del tiempo, y quizás, por el olvido mismo. Se cuenta que, antiguamente, existía una ley que ordenaba abandonar a los ancianos en las montañas alejadas del pueblo, una vez que llegaran a los 70 años y se convirtieran en una carga para su familia y la comunidad. Tenían que valerse por sí mismos en el campo, teniendo solo dos opciones: sobrevivir o morir. 

En el pueblo vivía un hijo con su madre, quien ya era anciana y por lo tanto, tenía que ir a la montaña para morir. El hijo, a pesar que quería mucho a su madre, tenía que cumplir con la ley. Aún así, la madre lo entendía. 

El hijo cargó sobre sus espaldas a su madre y la llevó rumbo a la montaña. Durante todo el camino, la madre, aún sobre las espaldas del hijo, extendía sus brazos y cogía las ramas que había en el camino y las arrojaba al suelo. El hijo notó lo que su madre estaba haciendo y le preguntó el por qué lo hacía. 

“Estoy dejando las ramas en el suelo para que no te pierdas. Si las sigues, puedes regresar al pueblo sin problemas”. Aquellas palabras conmovieron mucho al hijo puesto que, incluso estando en una situación tan penosa y miserable, la madre seguía pensando en el bienestar del hijo. 

“No te puedo abandonar, vamos a regresar a la casa” fue lo que dijo a su madre y aunque, la ley decía lo contrario, nuevamente la llevó sobre las espaldas a su madre de regreso a casa. En casa, no tuvo la mejor idea que esconderla en un lugar secreto, que había acondicionado especialmente para su madre, evitando que esté a la vista de todos; protegiéndola, así, de esa temida ley emitida por el señor feudal. 

Un día, un rey vecino amenazó al señor feudal con invadir sus tierras, a menos que resolviera algunos problemas que éste le planteara. 
El primer problema era hacer una cuerda hecha de cenizas. El señor feudal no sabía cómo resolver el problema y pidió ayuda a su pueblo, ofreciendo una buena recompensa a aquél que pueda resolverlo y traerlo a su castillo. Así como el rey, nadie del pueblo sabía cómo resolver el problema. 

El hijo, al enterarse del pedido del señor feudal, acudió donde su madre en busca de un consejo, quien permanecía escondida en un lugar de la casa. La madre, sin pensar tanto, le dió la respuesta: tenía que hacer una soga con paja y prenderle fuego, no sin antes haberla bañado en sal. El hijo hizo lo que su madre le aconsejó y al final obtuvo una soga de cenizas. Lo llevó al castillo y fue muy bien recompensado. Pero, el rey planteó un segundo problema. Quería que le fabricara un tambor que sonara, incluso si nadie lo estuviera tocando. El problema parecía más difícil que el anterior, pero no lo fue para la anciana que seguía escondida. 

Nuevamente, el hijo pide consejo a su madre, quien le da una solución sencilla para un problema aparentemente imposible. El hijo tenía que aflojar un poco el cuero del tambor para poder meter algunas abejas por ese orificio. Ajustó nuevamente el cuero y ya estaba listo el tambor. Las abejas volarían dentro y se chocarían contra el cuero del tambor, haciendo que el tambor suene sin que nadie lo estuviera tocando. Y una vez más, el hijo fue recompensado por el señor feudal. 

Pero, el rey no contento aún, planteó un último problema. Se tenía que coger un palo de madera que sea del mismo grosor en ambos extremos y tenía que indicar cuál extremo había sido la raíz y cuál había sido la rama. Parecía aún más difícil, pero la madre, una vez más, lo solucionó con gran sabiduría. 

La madre aconsejó al hijo colocar el palo en un cubo lleno de agua. El extremo que se hunda sería la raíz. Con estos tres problemas solucionados, el rey ya no tuvo más que cumplir con su palabra y no invadió el pueblo. El señor feudal, agradecido e intrigado por la inteligencia del hijo, le preguntó cómo había podido encontrar la solución a los enigmas. 

El hijo, aprovechando la situación, dijo con orgullo que fue su madre quien le aconsejó todo lo que tenía que hacer. A partir de ese momento, el señor feudal derogó esa absurda ley y permitió que los ancianos vivan en el pueblo junto con su familia. Una leyenda con un final feliz. 

Aunque es una leyenda, no podemos dejar de pensar si realmente existía esta costumbre en el Japón feudal. Parecería que fuera una metáfora a la sociedad moderna y su actitud con respecto a los mayores, en la que los asilos o casas de reposos son los "obasuteyama" modernos de aquellos miembros que son considerados como "carga" dentro de una familia.

Muchas veces me he preguntado, si lo que leemos simplemente como leyendas o cuentos, ¿habrá tenido un origen real? o ¿cómo fue que inventaron una leyenda como ésta? ¿cuál habría sido su musa inspiradora? Tantas preguntas pero que al final quedarían como está ahora, es decir, sin respuesta. Como generamente se dice "al fin y al cabo, son solo leyendas".

A veces, las leyendas esconden muchos secretos, que se van perdiendo con el paso del tiempo o de las generaciones; así como pasó con el otro origen del Tsunahiki, que escondía una leyenda que era muy conocida en la antiguedad, pero que pasa casi desapercibida en nuestros tiempos.

PARA SABER MÁS:
FUENTES:

LA SANBASAN (PARTERA) "MÁS FAMOSA" EN LA LIMA DE LA PREGUERRA: LA SANBASAN TOKESHI

La foto que muestro fue tomada el 27 de febrero de 1930.  Es una vista del patio de Lima Nikko en una ocasión especial.  En ese día, hubo un...