domingo, 14 de julio de 2013

Cuando el Duelo se Convierte en Alivio

Hace menos de un mes que había publicado en Facebook, que no iba a poder (y querer) publicar un post por motivo de duelo, y que necesitaría quizás algunas semanas de descanso para un nuevo artículo. Pero he visto que apenas pasó una semana desde que mi tía falleció cuando publiqué un artículo nuevo y luego otro, y otro. 

Realmente mi duelo, tanto para mi familia como para mí, duró muy poco. Quizás porque la enfermedad misma de mi tía fue muy dolorosa para mi mamá y mis hermanos como si fuera un duelo más, que ya era innecesario llevar otro periodo de duelo. Desde que falleció, quisimos llevar la vida lo más normalmente posible, tratar de regresar a aquella vida de alegrías y esperanzas que teníamos antes que mi tía enfermara. Y creo que es lo mejor que se puede hacer después de haber dedicado tanto esfuerzo, sea material, económico o emocional, para tratar que tenga una mejor calidad de vida. 

A veces, recuerdo las veces que maldecía a los cuatro vientos las veces que tenía que llevarla a la clínica o ir al asilo cada vez que se enfermaba, puesto que no había nadie que pudiera llevarla ni nadie que quisiera responsabilizarse por ella, y con todo el coraje encima, iba corriendo a recogerla del asilo para llevarla a la clínica (creo que lo hacía por inercia, casi como una responsabilidad auto-impuesta). Coraje, porque tenía que dejar de trabajar para poder llevarla a la clínica y también, porque estaba cansada de todo esa rutina. También recuerdo las veces, en que me llamaban del asilo, sea un 24 de diciembre o un lunes a las 10 de la noche, para decirme que no quería comer o había que nebulizarla. O también recuerdo las veces, mejor dicho, casi todos los meses, en que tenía que destinar una parte de mis ingresos para solventar sus gastos en medicina, pañales, etc.

En fín, fue una época horrible para mí (creo que esta misma frase lo dije en otro post, cuando hablé sobre la época en que tuve la "osada" idea de ayudar a mi tía, y digo "osada" porque muchos geriatras me recomendaron que no me involucrara mucho con la enfermedad de mi tía, que yo podría agotarme física y mentalmente, pero ese consejo me llegó muy tarde, porque cuando me di cuenta que ya estaba cansada de esa rutina, ya estaba tan involucrada con mi tía, que ya no podía dejarla. Y haciendo una comparación entre qué época fue más horrible si aquella (en la que la cuidaba en la casa) o esta última (que la cuidaba a través del asilo), yo creo que fue la primera, porque felizmente mi hermano me ayudó en esta última etapa, que yo la llamo "etapa: asilo", en comparación con la "etapa: casa").

Pero todo eso acabó, no solo para mi familia y para mí, sino también para mi tía, porque también estaba cansada de toda esa situación. A veces tenía pequeños momentos de lucidez, en donde dejaba ver su esperanza por mejorarse y regresar a casa, de abandonar ese cuarto tan triste y tan ajeno del asilo, que hasta para mí, era muy deprimente el hecho de ir a verla. Cuando falleció,  apenas recibí la llamada del asilo, lo único que pensé era en contactarme con la funeraria y con el sacerdote, casi no tenía tiempo para llorar. No le hicimos velorio, pero si una pequeña pero accidentada ceremonia de despedida en el mar, en donde esparcimos sus cenizas. Hubiera querido que mi hermano estuviera conmigo para hacerlo, pero así pasan las cosas. El mar estaba muy inquieto y terminé con la mitad de la ropa empapada, pero al final, pude esparcir las cenizas y una ola se encargó de llevarlas muy lejos. Aquí terminó todo.

Y continué con mi vida, terminando el trabajo que tenía, tratando de mantenerme ocupada y no caer en pensamientos negativos, y continué escribiendo en el blog, salía a pasear, hacía mi vida normal.

Sin embargo, anteayer tuve un sueño muy bonito sobre mi oba y mi tía. Después de tantos días sin creer que no soñaba nada, soñé que entraba a un cuarto oscuro, en donde solo podía ver un ataúd. Mi tía estaba parada al costado, con una sonrisa que denotaba cierta paz o tranquilidad, algo que nunca le había visto en vida. Vestía un traje blanco brillante pero que no enceguecía. Dentro del ataúd estaba mi oba, que se levantó y se acercó a mi tía, y ella también mostraba esa sonrisa. Mi mamá me dijo al día siguiente que desde que falleció mi tía, ella estaba orando frente al butsudan para que mi tía se encontrara con mi oba, y al parecer, ya lo hizo, y se apareció en sueños para decirnos: "estoy bien, ya me encontré con oba". Mi familia y yo creemos en la vida después de la muerte, algo que nos enseñó nuestra oba. En mi familia, mi hermano y yo somos los más sensibles y hemos sido muy afortunados de ver en sueños a nuestros familiares más cercanos que ya han fallecido (como mi papá, mi tío, mi oba, y ahora, mi tía) y saber que "están bien". 

Yo sé que ahora mi tía está bien, descansando en paz. Ahora estoy más tranquila, más relajada, miro con más optimismo el presente, lo que me ayuda a concentrarme más "en lo que haré hoy para el mañana". La enfermedad de mi tía fue una experiencia que me ayudó a madurar rápidamente y a aprender a valorar lo que tengo y sobretodo, a tratar de perdonar  y olvidar (tratar de perdonar a la familia, a la indiferencia, a todo). Fue una experiencia que duró casi tres años, tres años que pensaba que había perdido de mi vida, pero que ahora viendo en retrospectiva, son casi tres años que mi tía pudo ver el esfuerzo que mis hermanos y yo hicimos por ella y sentir que tenía a alguien que si le importaba, y a la vez, son casi tres años en que vi que "la unión hace la fuerza" y que si uno "se cae una vez, se levanta mil veces".



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