martes, 26 de noviembre de 2013

¿Alguien se Acuerda de Algún Bakatare? (Algo de Historia Detrás de Un Pequeño Recuerdo)

Ay no, ese bakatare ya se lo llevó…” fue lo que dijo mi mamá al ver que un señor se le adelantó para coger la última caja de leche que había en el estante y que justamente estaba de oferta. No quedó otra opción que comprar otra leche. 
Mientras caminábamos hacia la caja para pagar, no podía dejar de sonreírme de cuando en cuando recordando al “bakatare” que se llevó la leche, aunque mi mamá todavía lo recordaba con cierta molestia, porque al final tuvimos que comprar otra leche con precio normal. 

Mi mamá, así como mi oba, solían usar la palabra “bakatare” (que en japonés significa “tonto”) a todas las personas que les cayeran mal, aunque en este caso, el señor de la leche no era ningún “bakatare”, sino más bien, un "vivo", pero con su osadía de adelantarse a coger la leche antes que mi mamá ya lo convertía en uno más. 

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Mi oba solía llamarnos "baka" o bakatare" cuando hacíamos alguna travesura, pero más eran las veces que la escuchaba decirme que yo era "iiko" ("buena niña" en japonés).
Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que escuché la palabra “bakatare”. Para mí, “bakatare” no es un insulto, sino una palabra que me remonta a las épocas de infancia que pasé con mi oba. Una época llena de nostalgia y recuerdos. 

Cuando era muy pequeña, recuerdo que mi oba y mi mamá solían hablarme cariñosamente para hacer las cosas, ya sea para ir al baño, para bañarme o comer toda la comida. Hasta llegaban a inventar alguna que otra canción. Aún recuerdo una canción que mi mamá se inventó para cuando me llevaba al baño. Yo apenas tenía unos cinco años y siempre me quedaba dormida esperando a mi mamá. Cuando ella llegaba de la tienda, siempre me despertaba para llevame al baño, mientas me cantaba una pequeña canción improvisada que decía: 
Oshíkko shitá kaná…shhhh…oshíkko shitá kaná” (おしっこ した かな... shhhh... おしっこ した かな)
Hasta podría decir que tenía hasta ritmo, porque aún lo recuerdo y a veces, lo tarareo inconscientemente. En español sería "¿Orinaste?... shhh... ¿orinaste?", en donde el "shhhh" representaba el sonido de la orina que caía y que para hacerlo más tierno, me lo cantaba así “Ochiiiíkkooo chitá kaná…shhhh…ochíiikko chitá kaná”, cambiando todas las “sh” por “ch”. 

Y cuando escuchaba que ya estaba orinando, al final me preguntaba “Ochikko chita?” (¿Ya orinaste?) y yo, aún con los ojos cerrados, le asentaba con la cabeza varías veces un sí. Luego me llevaba cargada a la cama diciendo “Ahora, nen-nen” (que significaba ir a dormir en japonés para niños). 

Me lo hacía tan despacio que ni cuenta me daba de cuándo me llevaba al baño. Realmente, me gustaba cuando mi mamá me decía la palabra "oshikko", porque sabía que mi mamá iba a cargarme y se pondría a cantar. Aunque su significado no sea agradable, el término en sí resulta ser tan simple que me pareció hasta curioso cuando descubrí el por qué se dice así. "Oshikko", así como la canción que mi mamá se inventó, es una simple palabra que parece un juego de niños. “O” es el prefijo que denota respeto, “shi” representa el sonido del agua que corre y “ko” es el sufijo que sustantiva el término y significa “niño pequeño”. Aunque es simple, ¿verdad que resulta algo curioso? 

O recordando la palabra “bakatare”, que siempre escuchaba de mi oba cada vez que hacía alguna travesura, acompañándolo de una mirada seria pero que duraba muy poco porque al poco rato ya me estaba sonriendo. A veces solo me decía que era una “baká” o si estaba muy molesta, me decía “bakatáre”. Pero antes que yo naciera, mi mamá me contaba que mi oba siempre decía “¡Fúrimun!” (“tonto” en uchinaguchi) pero ya con el tiempo, prefirió usar el “bakatáre”, seguro porque denotaba mayor energía (o enfado) cuando lo pronunciaba. 

Cuando era todavía muy pequeña y no sabía escribir, siempre que escuchaba “baká” o “bakatáre”, me imaginaba mentalmente a una “vaca” y mi lógica infantil hacía una pequeña fórmula en mi cabeza “si bakatáre es una vaca y la vaca es un animal; entonces por eso, bakatáre significa tonto” y siempre creía que ser bakatáre era ser un animal (o mejor dicho, un tonto). Y aunque parece una explicación tonta (o "bakatare"), creo que no me equivoqué, porque los kanjis utilizados para representar al término bakatáre 馬鹿 precisamente son kanji de animales, en este caso, el kanji que representa al caballo 馬 (se pronuncia "uma") y al ciervo 鹿 (shika). Pero, habiendo tantos kanji que representan a "persona", "cabeza", "cerebro", "torpe" o tantas combinaciones que se pueden obtener y que pudieran representar a una persona tonta, ¿por qué se usaron kanji de animales, específicamente que representa al caballo y al ciervo? Hay una antigua leyenda china que puede aclararnos un poco. 

Cuando el primer emperador chino Qin Shi Huang falleció en el año 210 A.C. aparentemente habían dos posibles herederos al trono, su hijo mayor, Fusu, y Huhai, el hijo menor. Pero, quien realmente manejaba el imperio era su canciller Zhao Gao, quien ambicionaba tanto el trono del imperio, que optó por deshacerse de aquellos que lo estorbaban, es decir, Fusu y Huhai. Primero, engañó a Fusu, al mostrarle un documento falsificado en donde supuestamente su padre, el fallecido Qin Shi Huang, le ordenaba que se suicidara, un pedido que no resultó nada sorprendente, dada la reputación sádica y cruel de su padre. 

Fusu cumplió con el aparente “deseo” de su padre, dejando al pequeño Huhai como heredero del trono. Así, Huhai fue nombrado Segundo Emperador de China y recibió el nombre de Qin Er Shi. Pero el malévolo canciller Zhao Gao se encargó astutamente de la educación del nuevo emperador, enseñándole aquello que le convenía y llegando a manejarlo a su antojo como un verdadero títere, porque quien realmente manejaba los asuntos del imperio era Zhao Gao. 

Zhao Gao quería eliminar de todos modos al nuevo emperador, por lo que decide hacer un plan para saber quiénes lo apoyaban a él y quiénes apoyaban al emperador. Un día, Zhao Gao decide decide hacer un regalo al nuevo emperador. Le presenta un ciervo, haciéndole creer que era un caballo. El emperador no era tan tonto como Zhao Gao creía, ya que dudó de aquel regalo. “No es un caballo, es un ciervo”, dijo Huhai, ahora conocido como el emperador Qin Er Shin y para corroborarlo, preguntó a la gente que estaba a su alrededor. Algunos le confirmaron que era un ciervo, mientras que otros, que eran simpatizantes de Zhao Gao o que simplemente temían contradecirlo, afirmaron que realmente el ciervo era un caballo. Al final, de manera secreta, aquellos que contradecieron a Zhao Gao, fueron eliminados. 

Con el tiempo, esta leyenda dio origen al proverbio chino que dice “señalar a un ciervo y llamarlo caballo” (en chino, zhǐ lù wéi mǎ 指鹿為馬) y que posteriormente sería conocido también en Japón (en japonés, shika wo sashite uma to nasu 鹿を指して馬となす). Al parecer, este proverbio fue abreviado en una sola palabra que dió origen al término “baká” para designar a alguien tonto (es decir, a un tonto que confundió a un ciervo por un caballo). A pesar de los años, muchos detalles han sido olvidados en el tiempo con respecto a esta leyenda, por lo que no se sabe cómo fue que llegó a conocerse finalmente en Japón, quedando el kanji de "baká" 馬鹿 como el único recuerdo de ese posible origen tan antiguo.

Sin embargo, no se puede confirmar definitivamente que esta leyenda haya sido el origen del término baká o, por lo menos, de la forma cómo se escribe. Para un término tan simple y corto, existen muchas hipótesis que tratan de explicar su posible origen.

Se dice que el término "baka" viene del sánscrito, el idioma que utilizaban los monjes budistas en el Japón antiguo. Pero, no se sabe exactamente de cuál término, aunque se cree que se deriva del término moha ("tonto") y de mahallaka ("estúpido"). En cambio, hay otra hipótesis que afirma que "baká"es el término que se derivó de "wakamono" o "bakamono" y que aparece en documentos históricos japoneses del siglo XIV como el Taiheiki. Incluso, se afirma que el kanji de "baká" es ateji, es decir, solo son kanji tomados por su valor fonético, sin que tengan relación semántica alguna entre sí. Muchas veces, se suele escribir el término "baká" en katakana バカ o hiragana ばか, quizás para  disimular aquella controversia; pero, su uso se debe, más que nada, para enfatizar la intensidad del término (el katakana cumpliría la función de las letras capitales o mayúsculas o las comillas).

Después de todo, aún existe mucha controversia para un término tan simple y "tonto". Para mí, en cambio, es un término que me recordó, por unos momentos, la época que viví junto con mi oba.

FUENTES:
WIKIPEDIA
CARR, Michael. Baka and Fool. 1982. Otaru University of Commerce Academic Collections
JAPAN EXPLAINED FASQ. Why is baka (馬鹿- stupid) written with the kanji for horse plus deer? 


viernes, 22 de noviembre de 2013

Un Pequeño Recuerdo: Los Camotes Sancochados de mi Oba

"Y ahora, ¿qué vas a comer?" fue lo que me preguntó mi mamá cuando estábamos de compras en el supermercado. "Hmmm, no sé" le respondí mientras acariciaba disimuladamente mi estómago. El fin de semana pasado me inventé una receta y preparé unos tallarines con champiñones y leche. Con solo mencionarlo, suena hasta delicioso, pero realmente fue una mala combinación. Al día siguiente me levanté con una tremenda indigestión por culpa de la leche que me sentía como si hubiera tomado miles de litros de gaseosa. 

Con el hambre que tenía, había olvidado que la leche me cae mal, sobretodo de noche. Yo seguía acariciando mi estómago, que de por sí ya lo sentía hinchado de solo escuchar cualquier cosa que sea comida. "¿No quieres comer camote sancochado en el desayuno?" finalmente me preguntó mi mamá, al verme que me quedaba callada mientras caminábamos por los estantes. “No quieres ni frito?” Aunque ella ya sabía cuál iba a ser mi respuesta, siempre me pregunta lo mismo. 

Al final, nos fuimos a la sección de verduras y compramos paltas para el desayuno. Desde hace un par de años, no puedo comer embutidos, comidas picantes, gaseosas o mariscos o leche entera o cualquier comida que sea muy estimulante para mi estómago; aunque de vez en cuando, como se dice, "no pasa nada". 

Recuerdo la época cuando estaba estudiando en la universidad y solía comprarme hamburguesas en el quiosco de la facultad, le echaba bastante ají o rocoto y siempre lo acompañaba con alguna gaseosa. O cuando tenía más o menos unos 7 años y solía tomarme una Fanta con galletas de soda como lonche o las sopas instantáneas que mi hermano mayor preparaba para comer mientras veíamos “La Dimensión Desconocida” o; si todavía no teníamos mucha hambre, se daba tiempo para preparar pollos fritos mientras esperábamos a que mi mamá regrese de la tienda (en aquellas épocas todavía no existía el delivery en Lima y el pollo frito era lo único que mi hermano sabía cocinar). 

Aunque todavía era muy chiquita para usar la cocina (creo que tenía unos 7 años) yo también sabía “cocinar”, según yo. Recuerdo que a mi hermano le gustaba comer las galletas de soda que yo misma untaba con mantequilla y bastante mermelada y esto era lo único que sabía “cocinar”. Por aquellas épocas, mi oba ya era mayor y no podía prepararnos la comida, por lo que mi mamá siempre nos dejaba la comida ya preparada antes de irse a la tienda. 

A pesar que mi mamá siempre andaba ocupada por la tienda y los quehaceres de la casa, hasta ahora me pregunto cómo hacía para tener tiempo y prepararnos comida de calidad, sobretodo en una época tan dífícil como fue la década de los 80. Mi mamá se levantaba temprano para prepararnos leche de soya, tortillas con cebollita china o de hot-dog. Y muchas veces, me preparaba pollos fritos o salchipapas cuando tenía algún paseo en el colegio. Y a pesar que teníamos una tienda, nunca me ponía galletas o chocolates o gaseosa en la lonchera. Me preparaba jugo de manzana, naranjada (jugo de naranja aguado, porque era alérgica a los cítricos) o Milo con agua. 

Recuerdo que ella me daba de comer al mediodía antes de irse a la tienda, porque de otro modo, yo no terminaba de comer. A veces me ponía un muñeco de plástico encima de la cuchara para que comiera. Se esmeraba bastante en nuestra alimentación, siempre se preocupaba por nosotros, porque a pesar que comíamos bastante, siempre estábamos delgados. 

Recuerdo que nos llevaba al pediatra con frecuencia y el médico siempre le decía “no se preocupe, que así es la contextura”. Pero, mi mamá siempre insistía en que nos recetara algún tónico. Y así fue como crecimos, entre comida sana (de mi mamá) y algún que otro tónico. Ya con el tiempo, me he olvidado de los hot-dogs o pollos fritos para el desayuno, como los hacía mi mamá y ahora, me inclino por las paltas, la mantequilla “light” o los huevos sancochados, todo por la salud de mi estómago.

Ayer por la mañana, mi mamá botó a la basura un camote que había comprado la semana pasada y se había malogrado. “Mottainai... por qué no comiste camote?” fue lo que me dijo cuando nos encontramos en la cocina. “¿Y por qué tú no lo comiste?” fue lo que le contesté antes que ella me dijera “A oba le gustaba comer camote sancochado en desayuno…”  Y ahí fue que comenzó a recordar, o mejor dicho, a hacerme recordar las veces que veía como mi oba sancochaba camotes para el desayuno. 

Era paradójico. Mi oba tenía un cafetín (a la que llamábamos de cariño, la “tienda”) en donde preparaban diversas clases de sándwiches. Había un estante especial dentro del cafetín en donde estaban colgados los embutidos, los hot-dogs, salames y jamones. También habían moldes de quesos frescos o fundidos, pollo asado, asado de res con sarza criolla; en fin, había tanta variedad que me costaba algo de trabajo decidirme por alguno de ellos cada vez que iba a la tienda en la hora del lonche. 

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Reunión en donde aparece mi oba (primera, lado derecho).
En las reuniones, se acostumbraba comer comida japonesa, pero en casa, mi oba solía preparar comida sencilla y muy casera.
Pero aún asi, mi oba no cambiaba por nada sus camotes morados sancochados. Solía lavar bien la cáscara y partirlos por la mitad. Los sancochaba hasta que la cáscara quedara tan delgada que pareciera que se deshaciera. Solía acompañar los camotes con un pan tolete y una taza de café con leche. Algunas veces venía mi tío, quien también había venido de Okinawa y nos acompañaba en el desayuno, pero él prefería comer, más bien, unos huevos fritos con la yema sin reventar y dos panes toletes, junto con una taza de café negro. Nunca lo ví comiendo camotes sancochados, solo a mi oba. 

Mi mamá siempre me decía que los camotes eran la comida más barata cuando mi oba era pequeña y que, por eso, ya se acostumbró a comer camotes. Yo, simplemente, la veía cómo comía y pensaba sobre cómo podía comer camotes sancochados, algunas veces hasta con cáscara. Y yo en cambio, desde pequeña era muy quisquillosa con la comida y me había acostumbrado a comer frituras o embutidos. “¿Y mi oba no va a comer pan con hot-dog?” es lo que a veces le preguntaba a mi mamá, pero siempre me decía “No, oba prefiere el camote morado sancochado, ya es su costumbre”. Ahora, pensándolo bien, creo que más que comer camotes morados porque le gustaba, creo que más bien lo hacía por costumbre. Creo que era una costumbre que le hacía recordar aquellas épocas de niñez en Okinawa. 

Mi mamá me contaba que no siempre comía camotes en el desayuno. Cuando mi oba era más joven, mi mamá recuerda que solía prepararse panqueques, solo con harina y agua y cuando iba al mercado y veía que el pescado estaba fresco, compraba pejerreyes y los freía con cabeza y espina y los comía con pan. “Las espinas son muy vitaminosas”, es lo que siempre decía. Muchas veces pensé que era una comida de Okinawa, pero al final descubrí que el “pan con pescado” lo había aprendido de los mozos que trabajaban en la tienda. 

Lo único que recuerdo es que yo solo la miraba cuando tomábamos el desayuno. No sé por qué nunca me han gustado los camotes sancochados. Quizás me llenaba de solo verlos en la mesa todos los días. O, quizás inconscientemente, eso de que era la “comida de pobres”, era lo que hizo que no me gustara. Hasta ahora, no sé. Aún así, no me gustan los camotes sancochados. 

“¿Será por eso que se usa mucho el color morado en Okinawa? He visto que se usan mucho los hachimakis morados en Okinawa” Recuerdas que te conté que Okinawa salvó a Japón de la hambruna con sus camotes morados?(*)... ¿Será que por eso usan tanto el morado en honor a los camotes?”, a modo de broma, fue lo que le comenté a mi mamá mientras estábamos desayunando esta mañana, recordando a propósito del camote que mi mamá tiró a la basura. “Jajaja, ¡cómo va a ser!” a lo que siguió una pequeña pausa con una seriedad que parecía decirme “¿Será...?” Continuamos tomando el desayuno, mientras untaba la palta sobre el pan. Mi mamá parecía que seguía intrigada por el comentario de los hachimakis y los camotes. 


(*) Cuando el camote morado fue traído desde Okinawa a Japón, su cultivo se propagó rápidamente en el archipiélago, lo que ayudó a combatir la gran hambruna que azotó a Japón en 1733). En: Okinawa y los Aportes Culturales y Gastronómicos a Japón (Parte I)

-Mottainai=expresión japonesa que significa "¡Qué pena! ¡Qué desperdicio!"
-Oba= abuela (en japonés)
-Milo (marca de chocolate en polvo)
-Hachimaki = cinta de tela que se anuda en la frente

viernes, 15 de noviembre de 2013

El Hermano que me Permitió Vivir (Un Pequeño Recuerdo)

Hace unas semanas le había enseñado una foto antigua a mi mamá. Cada vez que encuentro una foto antigua, siempre tengo la costumbre de enseñársela a mi mamá y preguntarle acerca de la foto; sobre quiénes son los que aparecen en ella, qué celebraban en esa ocasión o simplemente, qué es lo que puede recordar de esa foto. Pero creo que esta vez mi curiosidad fue inoportuna. 
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Foto tomada como recuerdo de la despedida de un familiar.
Posiblemente fue tomada en Barrios Altos.
(Fecha: 15 de enero de 1953)
En esta foto aparecía mi oba y mi oji paterno junto con mi papá, que por aquella época tenía apenas unos 16 años. “¡Qué curioso!” fue lo primero que pensé en voz alta al ver la foto. “Mi oba sale en la foto toda seria, hasta parece molesta. ¡Y justo a su lado sale mi papá! ¡Quién lo diría! mi oba sale casi junto con el chico que sería su futuro yerno dentro de casi 20 años!”. “!Mira mamá!”, le pasé la foto a mi mamá. Ella se estaba colocando sus lentes, mientras yo le decía “si conocías a mi papá desde hace tiempo, por qué no te casaste antes con él y esperaste tantos años? Si lo hubieras…”. Y de pronto, levantó el rostro y me clavó la misma mirada que tenía mi oba en aquella foto, aunque solo duró por unos breves segundos, fue suficiente como para detener mi inoportuno o, quizás hasta inocente, comentario. No dije más y solo atiné a entregar la foto y esperar pacientemente a que me dijera lo que se acordaba. Luego de unos minutos de haber mirado la foto en silencio, solo dijo “esa foto es antigua, ¿de dónde la sacaste?”. No le pregunté más acerca de la foto y regresé a mi escritorio. 


Solo me dijo que era una reunión de despedida a un familiar que también se apellidaba Tsukayama y que por eso aparecía mi oji con mi papá, o mejor dicho, el chico que después de casi 30 años se convertiría en mi papá. 

Desde que era muy pequeña siempre tenía muchas preguntas, pero no aquellas preguntas que casi todos los niños preguntan “¿de dónde vienen los niños?” o “¿por qué los niños juegan con carritos y las niñas, con muñecas?”; sino aquellas que tenían que ver más con mis papás: “¿por qué los papás de mis amigas son más jóvenes?” o “¿por qué te casaste tan tarde con mi papá?” o quizás el “¿por qué mis hermanos tienen álbumes llenos de fotos, incluso con mi papá y mi oba y yo apenas tengo unas cuantas y ninguna con mi oba o mi papá?” (que ya en un post anterior, les había explicado el por qué tengo tan pocas fotos en mi infancia). 

Siempre mi mamá me respondía que era porque mi oba les hizo el omiai a mi papá y a mi mamá y por eso se demoró en casarse. Mi oba era un poco "estricta" en eso de encontrar el esposo ideal a sus hijas y, en este caso, para mi mamá. El futuro yerno tenía que ser japonés (o, por lo menos, hijo de japoneses), tenía que ser muy trabajador y tranquilo (como se dice comúnmente, un chico sin vicios) y si era hijo de algunos de sus amigos o conocidos (de la colonia*), pues, mucho mejor. Aunque en la época en que fue tomada la foto, mis papás aún eran demasiado jóvenes y no había prisa por casarlos. Pero, ya los años pasaban (y pesaban) y ya se sentía esa presión “social” por casar a los “chicos”. Mi oba ya estaba aburrida de escuchar eso de “¿cuándo se casa tu hija?”, además que mi mamá es la menor de todos los hermanos y la única que estaba soltera. 

Quizás fue ese el motivo que animó a mi oba a conocer un poco más a ese chico, que era el hijo de ese nisan a quien siempre veía en las reuniones de la prefectura o de la colonia y conversar con su padre para concertar un omiai “moderno” entre su hijo y su hija (mi mamá), en plena década de los 70 y en el Perú. 

Mi papá trabajaba con mi oji en la tienda que tenían en La Victoria y eso le gustaba a mi oba. "Es muy trabajador y ayuda mucho a su otosan. Eso me gusta". Y así fue como mi oba se fue encariñando poco a poco con ese chico y lo invitaba a la casa para que conociera a mi mamá. Y como si fueran cómplices mi oji y mi oba, poco a poco auyudaron a que creciera el amor entre mis futuros papás hasta que se concretó en matrimonio.


Era como si mi oba hubiera buscado al mejor galán para mi mamá, y creo que tuvo la mejor elección. Hasta recuerdo que mi mamá me dijo que mi papá era "buenmozo y hasta parecía un artista de cine". Bueno, el amor es así de romántico y hasta empalagoso. 

"¡Ah... por eso era que se casaron tarde!”, fue lo que terminé diciendo mentalmente cuando mi mamá se animó a contarme cómo fue que conoció a mi papá, o mejor dicho, cómo fue que mi oba conoció a mi papá y se lo presentó a mi mamá. “Y por qué la diferencia de edad entre mis hermanos es de solo 1 año y conmigo, son como 8 años?” “Ah, eso ya es otra cosa”, es lo que mi mamá me respondió casi sonriéndose, como quien se acuerda de alguna travesura. 

“Pensábamos tener solo a dos niños pero al final, llegaste de “casualidad”. Ni siquiera sabía que estaba embarazada de ti”. Y me lo dijo con un tono de tranquilidad y mirando al vacío, como quien se estuviera acordando de algo mientras esbozaba de cuando en cuando una pequeña sonrisa. No sé como tomarlo. Si debo de sentirme contenta o quizás, incómoda. Pero al final, sé que si bien mi llegada fue inesperada, sé que me quisieron mucho desde que nací, por las anécdotas que mi mamá me contaba desde que era pequeña, lo que significa que se acuerda más de los anécdotas o buenos momentos que de las travesuras que yo hacía.

Mi mamá me contaba que acudió al ginecólogo cuando experimentó los primeros síntomas del embarazo, pensando que ya estaba empezando la menopausia, sin imaginar que yo ya estaba formándome tímidamente dentro de ella. El ginecólogo, que solo sé que se llamaba Sato, confirmó mi existencia y le recomendó que tuviera mucho cuidado, no solo para ella misma, sino también a mí; puesto que ya pasaba los 45 años y había muchos riesgos de salud para ambas. Recuerdo que mi mamá siempre me contaba que todos creían que yo iba a ser un niño, porque mi mamá sentía las tremendas patadas que le daba dentro de su vientre y siempre bromeaba a todos diciendo que yo iba a ser un gran futbolista. 

Por aquellas épocas no se acostumbraba a hacer ecografías, así que la única manera de saber si era niño o niña, era por los latidos del corazón. El ginecólogo que atendía a mi mamá se apellidaba Sato y le dijo, según los latidos de mi corazón, que sonaba tan fuertes como un tambor de guerra, que era niño, pero luego confirmó lo contrario a medida que iba creciendo. 

Mi hermano mayor estaba muy ilusionado con mi llegada, pues creía que iba a tener otro hermanito con quien jugar. Mi mamá me contaba que cuando apenas tenía días de nacida, mi hermano mayor solía mirarme fijamente cómo dormía cuando regresaba del colegio. Me cuenta, entre risas, que ni bien llegaba del colegio, mi hermano dejaba la mochila a un costado y se paraba al lado de mi cuna para mirarme cómo dormía. “Se le veía tan tierno a tu hermano cuando te miraba tan fijamente, como si fueras un fenómeno” era lo que mi mamá siempre me decía cuando se acordaba de esas anécdotas. Hubiera preferido que me cuente que “mi hermano pasaba horas mirándome de lo tierna que me veía durmiendo", antes que decir que me miraba porque parecía “un fenómeno”. En fin, así es mi mamá, contando la historia tal como sucedió y como fue, así que le agradezco su honestidad. 



Pero, ese no es el único recuerdo que tengo desde que era pequeña. Creo que tenía unos cuatro o cinco años cuando tuve un sueño que me impactó mucho, incluso hasta hace un par de años atrás. Había soñado con un hombre ya mayor que estaba cogiendo del tobillo a un niño recién nacido y me lo mostraba. El niño estaba cubierto en sangre y lloraba, pero no recuerdo que hubiera escuchado el llanto, solo sabía que estaba llorando. Cuando desperté se lo conté mi mamá y a mi oba. 

Esa misma noche, mi oba colocó debajo de mi almohada un par de tijeras de metal con las puntas hacia arriba, diciéndome que con esto, ya no iba a tener pesadillas. Y así fue. No sé si era una costumbre japonesa o si alguien le enseñó a mi oba, tal vez la empleada que era de pronvicia; pero mi oba era muy supersticiosa para ese tipo de cosas y ponía en práctica de todo. Hasta creo que mezclaba lo okinawense con lo japonés y lo peruano. Pero al final, resultó. Por simple coincidencia o sugestión, desde esa noche pude dormir tranquila y no tuve más ese sueño perturbador. Pero, hasta hace un par de años, seguí intrigándome el recuerdo de aquél sueño. Muchas veces he escuchado que si uno tiene un sueño y no puede olvidarlo fácilmente, es porque significa algo. 

Hace un par de años atrás, aquel recuerdo onírico no me dejaba tranquila. De cuando en cuando, aparecía en mi mente el recuerdo de aquel sueño (o quizás pesadilla, aunque realmente, esa vez que lo tuve, no recuerdo que haya estado asustada, sino más bien, tranquila pero impactada). Dentro de mí sentía que significaba algo… pero, ¿qué? 

En uno de esos días de siempre, le conté a mi mamá sobre aquel sueño que tuve hace más de 20 años atrás y que no sé por qué, no puedo estar tranquila. Se lo dije de frente, como quien le estuviera comentando acerca del clima mientras tomaba una taza de café. Pero, realmente, necesitaba descubrir qué significaba, ya no podía esperar más. ¿Necesitaba acaso algún psicoterapeuta o hasta quizás a algún vidente o yuta para que me aclare el significado de ese sueño que parecía que se aferraba fuertemente a mi memoria, para que no lo olvidara? ¿Qué significaba? 

Pero, así como le pregunté, ella también me lo respondió. Mi mamá por fin tuvo el valor de contarme lo que realmente significaba. Nuevamente, volteó la mirada y se puso a mirar el vacío, como quien quiere recordar el pasado como si fuera ayer, regresando hasta el día que nací. Repetía casi los mismos recuerdos que ya sabía, pero había un pequeño secreto que escondía, no por pena o vergüenza, sino como ella siempre me dice “porque no era necesario que lo supieras”. Mi mamá me contó que el día que nací, a las pocas horas o al día siguiente, no lo recuerda bien, pidió a la enfermera que la ayudara a ir al baño. En el baño fue que ella escuchó que se cayó algo. “Nunca me olvido” es lo que mi mamá me dijo, “era como un “pom” que cayó al suelo”, mientras colocaba ambas manos en forma de puño y las hizo caer pesadamente sobre sus rodillas, como para que me imagine lo pasó. “Me asusté mucho”, dijo “pensé que era un coágulo de sangre pero la enfermera me dijo que era un aborto”. Ese “pom” al que mi mamá se refería y que yo misma no puedo describir en palabras, era el hermano gemelo que se estaba formando al mismo tiempo que yo, pero quizás por la edad que tenía mi mamá, no se desarrolló completamente. Ese "pom", ese sonido fuerte, instantáneo, era mi hermano gemelo. Era como si ese hermano me hubiese dado la oportunidad de vivir, en lugar de él, pero no quería que lo olvidara y quizás por eso, tuve aquel sueño cuando tenía apenas unos cinco años, justo después que mi papá falleció. 

Desde ese día, todo tenía sentido. Era como si todo ya tuviera un por qué, más que nada, era un por qué de vida. Cuando era pequeña, mi mamá solía llevarme en octubre a la iglesia Las Nazarenas, en donde se encuentra la imagen del Señor de Los Milagros. Antes de ingresar, mi mamá siempre compraba un corazón de plata y lo dejaba como ofrenda mientras se ponía a rezar. Yo nunca rezaba; más bien, me distraía mirando a toda esa gente que entraba a la iglesia y vendía globos o turrones y, de cuando en cuando, miraba a mi mamá y veía que observaba a la imagen con una expresión de gratitud y hasta creo que era de alivio. Regresando a casa, siempre le preguntaba el por qué dejaba ese corazón de plata. 

Pero solo me decía “Es un agradecimiento” y no me decía más. Hasta ahora, que descubrí aquel secreto que escondía. Más que orar por aquel hermano que no pudo nacer, ella agradecía a la vida, la oportunidad que tuve por nacer. 

Para mí, era un secreto que ella guardaba por años; pero para ella, solo era un "incidente" que no valía la pena contárselo a la familia. Y así fue, nunca se lo contó a mi papá. Hasta creo que tampoco se lo contó a mis tías o tíos. Ese "secreto" solo lo sabía mi oba. Pero como no estaba formado, no le dieron mucha importancia. Tampoco le hicieron alguna misa o rezaron por él. 

Pero lo que todos sí sabían, era que mi nacimiento no era muy fácil. “Por eso te pusimos Milagros. Y Jacqueline, bueno, tu papá siempre quiso ponerte ese nombre”. Eso es lo último que me dijo mi mamá, como poniéndole fin a un cuento que sería el inicio de mi historia. Este secreto fue olvidándose con el tiempo. Quizas no era necesario. Nunca le dieron importancia a aquél “pom”, como mi mamá siempre lo describe. Pero yo siempre digo que era mi hermano.Y aunque tampoco suelo rezar por el alma de aquel hermano, siempre guardo dentro de mi corazón el recuerdo de aquel hermano gemelo que me permitió vivir.

LA SANBASAN (PARTERA) "MÁS FAMOSA" EN LA LIMA DE LA PREGUERRA: LA SANBASAN TOKESHI

La foto que muestro fue tomada el 27 de febrero de 1930.  Es una vista del patio de Lima Nikko en una ocasión especial.  En ese día, hubo un...