viernes, 22 de noviembre de 2013

Un Pequeño Recuerdo: Los Camotes Sancochados de mi Oba

"Y ahora, ¿qué vas a comer?" fue lo que me preguntó mi mamá cuando estábamos de compras en el supermercado. "Hmmm, no sé" le respondí mientras acariciaba disimuladamente mi estómago. El fin de semana pasado me inventé una receta y preparé unos tallarines con champiñones y leche. Con solo mencionarlo, suena hasta delicioso, pero realmente fue una mala combinación. Al día siguiente me levanté con una tremenda indigestión por culpa de la leche que me sentía como si hubiera tomado miles de litros de gaseosa. 

Con el hambre que tenía, había olvidado que la leche me cae mal, sobretodo de noche. Yo seguía acariciando mi estómago, que de por sí ya lo sentía hinchado de solo escuchar cualquier cosa que sea comida. "¿No quieres comer camote sancochado en el desayuno?" finalmente me preguntó mi mamá, al verme que me quedaba callada mientras caminábamos por los estantes. “No quieres ni frito?” Aunque ella ya sabía cuál iba a ser mi respuesta, siempre me pregunta lo mismo. 

Al final, nos fuimos a la sección de verduras y compramos paltas para el desayuno. Desde hace un par de años, no puedo comer embutidos, comidas picantes, gaseosas o mariscos o leche entera o cualquier comida que sea muy estimulante para mi estómago; aunque de vez en cuando, como se dice, "no pasa nada". 

Recuerdo la época cuando estaba estudiando en la universidad y solía comprarme hamburguesas en el quiosco de la facultad, le echaba bastante ají o rocoto y siempre lo acompañaba con alguna gaseosa. O cuando tenía más o menos unos 7 años y solía tomarme una Fanta con galletas de soda como lonche o las sopas instantáneas que mi hermano mayor preparaba para comer mientras veíamos “La Dimensión Desconocida” o; si todavía no teníamos mucha hambre, se daba tiempo para preparar pollos fritos mientras esperábamos a que mi mamá regrese de la tienda (en aquellas épocas todavía no existía el delivery en Lima y el pollo frito era lo único que mi hermano sabía cocinar). 

Aunque todavía era muy chiquita para usar la cocina (creo que tenía unos 7 años) yo también sabía “cocinar”, según yo. Recuerdo que a mi hermano le gustaba comer las galletas de soda que yo misma untaba con mantequilla y bastante mermelada y esto era lo único que sabía “cocinar”. Por aquellas épocas, mi oba ya era mayor y no podía prepararnos la comida, por lo que mi mamá siempre nos dejaba la comida ya preparada antes de irse a la tienda. 

A pesar que mi mamá siempre andaba ocupada por la tienda y los quehaceres de la casa, hasta ahora me pregunto cómo hacía para tener tiempo y prepararnos comida de calidad, sobretodo en una época tan dífícil como fue la década de los 80. Mi mamá se levantaba temprano para prepararnos leche de soya, tortillas con cebollita china o de hot-dog. Y muchas veces, me preparaba pollos fritos o salchipapas cuando tenía algún paseo en el colegio. Y a pesar que teníamos una tienda, nunca me ponía galletas o chocolates o gaseosa en la lonchera. Me preparaba jugo de manzana, naranjada (jugo de naranja aguado, porque era alérgica a los cítricos) o Milo con agua. 

Recuerdo que ella me daba de comer al mediodía antes de irse a la tienda, porque de otro modo, yo no terminaba de comer. A veces me ponía un muñeco de plástico encima de la cuchara para que comiera. Se esmeraba bastante en nuestra alimentación, siempre se preocupaba por nosotros, porque a pesar que comíamos bastante, siempre estábamos delgados. 

Recuerdo que nos llevaba al pediatra con frecuencia y el médico siempre le decía “no se preocupe, que así es la contextura”. Pero, mi mamá siempre insistía en que nos recetara algún tónico. Y así fue como crecimos, entre comida sana (de mi mamá) y algún que otro tónico. Ya con el tiempo, me he olvidado de los hot-dogs o pollos fritos para el desayuno, como los hacía mi mamá y ahora, me inclino por las paltas, la mantequilla “light” o los huevos sancochados, todo por la salud de mi estómago.

Ayer por la mañana, mi mamá botó a la basura un camote que había comprado la semana pasada y se había malogrado. “Mottainai... por qué no comiste camote?” fue lo que me dijo cuando nos encontramos en la cocina. “¿Y por qué tú no lo comiste?” fue lo que le contesté antes que ella me dijera “A oba le gustaba comer camote sancochado en desayuno…”  Y ahí fue que comenzó a recordar, o mejor dicho, a hacerme recordar las veces que veía como mi oba sancochaba camotes para el desayuno. 

Era paradójico. Mi oba tenía un cafetín (a la que llamábamos de cariño, la “tienda”) en donde preparaban diversas clases de sándwiches. Había un estante especial dentro del cafetín en donde estaban colgados los embutidos, los hot-dogs, salames y jamones. También habían moldes de quesos frescos o fundidos, pollo asado, asado de res con sarza criolla; en fin, había tanta variedad que me costaba algo de trabajo decidirme por alguno de ellos cada vez que iba a la tienda en la hora del lonche. 

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Reunión en donde aparece mi oba (primera, lado derecho).
En las reuniones, se acostumbraba comer comida japonesa, pero en casa, mi oba solía preparar comida sencilla y muy casera.
Pero aún asi, mi oba no cambiaba por nada sus camotes morados sancochados. Solía lavar bien la cáscara y partirlos por la mitad. Los sancochaba hasta que la cáscara quedara tan delgada que pareciera que se deshaciera. Solía acompañar los camotes con un pan tolete y una taza de café con leche. Algunas veces venía mi tío, quien también había venido de Okinawa y nos acompañaba en el desayuno, pero él prefería comer, más bien, unos huevos fritos con la yema sin reventar y dos panes toletes, junto con una taza de café negro. Nunca lo ví comiendo camotes sancochados, solo a mi oba. 

Mi mamá siempre me decía que los camotes eran la comida más barata cuando mi oba era pequeña y que, por eso, ya se acostumbró a comer camotes. Yo, simplemente, la veía cómo comía y pensaba sobre cómo podía comer camotes sancochados, algunas veces hasta con cáscara. Y yo en cambio, desde pequeña era muy quisquillosa con la comida y me había acostumbrado a comer frituras o embutidos. “¿Y mi oba no va a comer pan con hot-dog?” es lo que a veces le preguntaba a mi mamá, pero siempre me decía “No, oba prefiere el camote morado sancochado, ya es su costumbre”. Ahora, pensándolo bien, creo que más que comer camotes morados porque le gustaba, creo que más bien lo hacía por costumbre. Creo que era una costumbre que le hacía recordar aquellas épocas de niñez en Okinawa. 

Mi mamá me contaba que no siempre comía camotes en el desayuno. Cuando mi oba era más joven, mi mamá recuerda que solía prepararse panqueques, solo con harina y agua y cuando iba al mercado y veía que el pescado estaba fresco, compraba pejerreyes y los freía con cabeza y espina y los comía con pan. “Las espinas son muy vitaminosas”, es lo que siempre decía. Muchas veces pensé que era una comida de Okinawa, pero al final descubrí que el “pan con pescado” lo había aprendido de los mozos que trabajaban en la tienda. 

Lo único que recuerdo es que yo solo la miraba cuando tomábamos el desayuno. No sé por qué nunca me han gustado los camotes sancochados. Quizás me llenaba de solo verlos en la mesa todos los días. O, quizás inconscientemente, eso de que era la “comida de pobres”, era lo que hizo que no me gustara. Hasta ahora, no sé. Aún así, no me gustan los camotes sancochados. 

“¿Será por eso que se usa mucho el color morado en Okinawa? He visto que se usan mucho los hachimakis morados en Okinawa” Recuerdas que te conté que Okinawa salvó a Japón de la hambruna con sus camotes morados?(*)... ¿Será que por eso usan tanto el morado en honor a los camotes?”, a modo de broma, fue lo que le comenté a mi mamá mientras estábamos desayunando esta mañana, recordando a propósito del camote que mi mamá tiró a la basura. “Jajaja, ¡cómo va a ser!” a lo que siguió una pequeña pausa con una seriedad que parecía decirme “¿Será...?” Continuamos tomando el desayuno, mientras untaba la palta sobre el pan. Mi mamá parecía que seguía intrigada por el comentario de los hachimakis y los camotes. 


(*) Cuando el camote morado fue traído desde Okinawa a Japón, su cultivo se propagó rápidamente en el archipiélago, lo que ayudó a combatir la gran hambruna que azotó a Japón en 1733). En: Okinawa y los Aportes Culturales y Gastronómicos a Japón (Parte I)

-Mottainai=expresión japonesa que significa "¡Qué pena! ¡Qué desperdicio!"
-Oba= abuela (en japonés)
-Milo (marca de chocolate en polvo)
-Hachimaki = cinta de tela que se anuda en la frente

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