jueves, 5 de septiembre de 2013

No soy Nikkei, soy Sansei

Por poco boto una foto de mi papá. La había encontrado dentro de una caja, junto con el desorden de papeles, propagandas y hasta de viejas facturas que poco a poco estuve botando durante la mañana.
Era una foto a blanco y negro, en donde apenas se podían distinguir las caras.
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Mostraba a un numeroso grupo de amigos, todos adolescentes, que posaban sonrientes para la foto. La alegría que mostraban era tan contagiosa, que incluso parecía que podía escucharles toda la algarabía y barullo que hicieron antes que alguien les tomara esa foto. A un lado del marco estaba escrito a mano: “Colegio Lima San Carlos. 1954”. 

A primera vista, esa foto no significaba nada para mí. Pero viéndola detenidamente, veo a un único chico japonés que se asomaba tímidamente entre esa multitud de chicos mestizos. Ese chico era mi papá. No sabía que mi papá había estudiado en un colegio fiscal. Supuse que había estudiado en un colegio japonés, así como mi mamá y muchos otros nisei de la Lima de la preguerra. 
Ahora que me pongo a pensar sobre mi papá, creo que él era más peruano que nikkei, a pesar que su apariencia mostraba todo lo contrario. 

Mi papá nació en La Victoria y creo que por eso fue aliancista de corazón. Portaba siempre en su billetera algunas fotos nuestras y unas calcomanías con el logo blanquiazul. Incluso, puso una taza conmemorativa del club aliancista en la mesa del comedor como servilletero, quizás para contagiarnos su espíritu “íntimo”. 
Le gustaba escuchar a Los Morunos y alguna que otra Cumparcita. Recuerdo que por navidad me compró una pequeña pizarra de plástico y me dijo que me lo dejó Papá Noel.  Y de vez en cuando, le compraba a mi hermano mayor  discos con música infantil para que aprendamos a cantar “Los Pollitos Dicen” o alguna que otra ronda infantil, al mismo tiempo que aprendíamos el "Haru ga Kita" o el Hato Popo" que mi oba nos enseñaba al compás de las palmas. 

Mi papá junto con mi tío. Aquí aparece bebiendo un poco de sake, para celebrar su unión matrimonial con mi mamá. Ese día, mi oba, mi mamá y mi papá junto con unos tíos muy cercanos, debían de beber un poco de sake del mismo vaso, como símbolo de su pertenencia a la nueva familia. Mi papá no sabía mucho sobre esa costumbre okinawense, pero mi tío (y mi oba) eran quienes lo dirigian en esa ceremonia simbólica. (Año 1970)
Imagen tomada de Preciolandia
Como mi oba tenía un cafetín, nunca podía faltar la gaseosa en la casa. Recuerdo que mi papá prefería tomar una Pasteurina helada antes que el ocha que mi oba preparaba. Siempre nos decía que la Pasteurina le hacía bien al estómago, aunque no se si lo decía como excusa para no tomar el ocha de mi oba o si realmente era verdad.

A primera vista, cualquiera podría suponer que en mi casa hubo un “choque generacional”. Pero no fue así, porque existía la tolerancia y respeto mutuo entre mi oba y mi papá, logrando así una convivencia armoniosa entre lo japonés y lo peruano bajo el mismo techo.

Mi oba comprendía y quería mucho a mi papá, considerándolo incluso como otro hijo más. “Él ya es nisei”, era lo que decía mi oba para justificar el por qué mi papá no practicaba muchas costumbres japonesas en casa. Y por eso mismo, ella no le exigía que hiciera tal o cual costumbre, ni mucho menos a nosotros, que ya somos sansei. Simplemente, ella compartía sus costumbres y creencias con nosotros. Y el resto, ya dependía de nosotros, porque ella pensaba así: "Nacieron en Perú, así que es mejor que aprendan la cultura de Perú". Y como toda abuela que quiere a sus nietos, no podía dejar de compartir con nosotros lo que ella había aprendido en Okinawa. Como decía un viejo refrán del nido al que iba de pequeña: "Nada a la fuerza, todo con amor". Así era mi oba, nada de imposiciones.

A pesar que vivíamos todos en la misma casa, mi oba nunca se entrometía en los asuntos de la casa ni tomaba las decisiones sobre nuestra educación. Ella simplemente aconsejaba y compartía lo que sabía. Y aún así, la herencia de mi oba caló más en mí que la de mi papá, quizás porque pude compartir mas tiempo con mi oba que con mi papá, quien falleció cuando ya faltaba poco para que cumpliera mis primeros cinco años de vida.

Si no hubiera conocido a mi oba, creo que también hubiera sido más peruana que nikkei, al igual que mi papá. Y seguro que las costumbres japonesas (y okinawenses) que se practicaban en casa poco a poco se hubieran quedado en el olvido. Hay mucho de cierto, cuando se dice que lo que se aprende en la niñez, ya no se olvida. 

Pero, realmente, no me considero como nikkei, sino más bien sansei. Aunque teóricamente serían sinónimos muy estrechamente relacionados, me siento más identificada como sansei. ¿Y por qué? Simplemente porque mi oba siempre me lo decía.

Mi oba siempre decía o que éramos nisei (por mi papá o mamá) o sansei (por mi hermano y yo). Cuando escucho que alguien me dice que soy “nikkei”, no me siento aludida; me suena a algo ajeno y distante, porque no puedo identificar a mi oba en ese término casi moderno.  Tampoco me convence afirmar que soy nikkei al igual que algunos sobrinos, que son yonsei, quienes apenas conocen algo sobre las costumbres de mi oji u oba (para ellos, sus bisabuelos), llevando únicamente el apellido o los ojos rasgados como el único recuerdo de sus orígenes.


Por eso, prefiero decir que soy sansei. Creo que tuve suerte al haber nacido en el medio de dos generaciones casi dispares, la de mis abuelos japoneses y la de mis padres peruanos, aprendiendo tácitamente lo que actualmente conocemos como "ser nikkei" (en el Perú): el ser protagonistas de una nueva cultura usada como un nexo entre la cultura japonesa (y en mi caso, okinawense) y la peruana. 

Siendo la generación intermedia(ria), pienso que debemos de crear conciencia, sobretodo en los más jóvenes acerca de lo que realmente significa ser nikkei. Ser nikkei no significa que debemos solamente repetir las costumbres que nuestros abuelos nos han enseñado y adaptarlas a la realidad en que vivimos (recordando que la cultura no es algo estático), porque puede llegar incluso a cambiar tanto con el paso de las generaciones, que podríamos incluso crear una nueva cultura que ya ha perdido la síntesis del original. Ser nikkei es, más que nada, conservar la esencia de nuestros abuelos sin perder la dinamicidad de la sociedad en donde vivimos (y no al revés). 

Los yonsei, gosei y las generaciones venideras, pueden llegar a enfrentarse a una cultura nikkei casi totalmente nueva, en donde se corre el riesgo de olvidar en el camino los verdaderos orígenes, es decir, el de nuestros ancestros. Algo que podría pasar a esta nueva generación, aquella que no tuvo la suerte de conocer a los issei. 

Algunos términos:
  • Pasteurina: gaseosa hecha a base de Hierbaluisa, muy popular en Lima y que dejó de producirse a inicios de la década de los 90.
  • Club Alianza Lima, aliancista, espíritu "íntimo": refiriéndose a un legendario club de fútbol en Lima que nació en 1900.
  • Los Morunos: trío musical de Lima
  • La Cumparcita: nombre de un tango popular y antiguo.
  • Nisei: segunda generación de descendientes de japoneses
  • Sansei: tercera generación de descendientes de japoneses
  • Nikkei: se refiere a todos los descendientes de japoneses, sin distinción de grado de consanguinidad (nisei, sansei,yosei, etc.)

1 comentario:

  1. Muy Bonita vivencia , mi bisabuelo es de Japón pero mi abuelo y padre son peruanos .
    Según lo que comentas yo seria una Yonsei.

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