sábado, 2 de marzo de 2019

"Présteme su baño" (recordando a los antiguos baños públicos de Lima)

FUENTE: Nippi Shimpo (Lima, 1924).

¿Quién no ha escuchado (o dicho) alguna vez "présteme su baño"? Más que nada usamos los baños públicos para retocarnos el maquillaje, lavarnos las manos y, naturalmente, para “eliminar aquello que ya nuestro cuerpo no necesita" (por decirlo más eufemísticamente). 


Pero, hasta hace unos 60 años, por ejemplo, era común ver en Lima baños públicos, aquellos que brindaban baños tibios (o fríos) para que la gente pueda asearse o darse un baño. 

La razón por la que existieron los baños públicos era porque “[…]Lima, a fines del siglo XIX, era una ciudad sin agua potable, ni sistemas de alcantarillado, con canales y acequias coloniales. A fines del siglo XIX, existían en Lima algunos establecimientos de baños públicos[…]”[1], como los baños de Piedra Liza o los baños de Otero, ambos en el Rímac o las riberas del río Rímac (cerca del puente Balta) o la acequia del Martinete de lo que ahora es el jirón Huánuco. 

Con el paso del tiempo y la modernidad, aumentó la población en Lima que vivía entre animales domésticos (aves de corral, caballos, perros, etc.) y precarios sistemas de desagüe[2]. 

Con este panorama ya nos imaginaremos la facilidad con que la Lima antigua ha sido presa fácil de todo tipo de epidemias, causadas, más que nada, por las pésimas condiciones sanitarias en Lima. 

Un claro ejemplo de la precariedad en los servicios higiénicos en la Lima de finales del siglo XIX, la podemos ver en un aviso publicado en el diario El Comercio de 1861, en donde “[…]una empresa privada anunciaba su original servicio de "aparatos abrónicos (...) destinados a recibir las materias fecales", los cuales eran recogidos por su personal dos veces por semana".[…][3]

Pero a partir de 1868, este panorama empieza a cambiar.
Se efectúan mejoras en el sistema de desagües públicos y a partir de la década de 1890, las epidemias en Lima ya no eran tan frecuentes.[2] 
Bueno, eso era lo primordial para una ciudad que ya estaba modernizándose, pero faltaba algo más: la gente tenía que cambiar también sus costumbres, sobretodo aquellas relacionadas con la higiene y el aseo. 

Al parecer, los baños no eran muy frecuentes, como se puede deducir implícitamente de lo que decía a mediados del siglo XIX, Manuel Anastasio Fuentes (autor del libro “Lima: Apuntes Históricos, Descriptivos, Estadísticos y de Costumbres”de 1867), quien recomendaba: “[…]para las personas adultas, hombres y mujeres, hacer uso de “los baños lo más continuamente que sea posible; como término conveniente debe usarse un baño cada quince días, y cada ocho en las estaciones medias. En estas dos estaciones, son preferibles los baños tomados en el propio dormitorio (…) En el estío no tiene inconveniente alguno el bañarse dos o tres veces por semana, en agua fría (pero) que la inmersión no pase de quince minutos” (Fuentes, 1859).[…]” [3, pág.85]. 

Pero, ¿realmente la gente no se bañaba con frecuencia? Bueno, lo que sí podemos afirmar es que por aquella época, pocas casas eran las privilegiadas con tener un ambiente adecuado para el aseo. Habían muchas razones para ello: Lima contaba con agua potable recién a partir de 1856 y un año después, se comenzó a instalar cañerías en las casas. Y hasta 1872, pocas familias podían darse el lujo de importar tinas de mármol. Antiguamente, las tinas eran hechas en madera y eran llenadas con el agua de las acequias, lo que era un método poco higiénico [3].

Ante esta situación, una opción era recurrir a los baños públicos. Ya para 1850, por ejemplo, había en Lima 5 baños calientes y 15 baños pequeños y para pobres.[3]
Pero su existencia data de mucho tiempo atrás. Se dice que desde la época colonial han existido los baños públicos, los mismos que atendían en diferentes turnos a los hombres y a las mujeres, por cuestiones de moralidad (los hombres iban por las mañanas y las mujeres, por las tardes). También, se dice que se reservaban los mejores recintos para los blancos y otro, solo para los negros.[3]
Sobre la forma de bañarse, “[…]según Witt, los hombres solían hacerlo desnudos, aunque en la fecha en que escribían (1843), al parecer este hábito empezaba a abandonarse y la mayoría de bañistas usaban pantalones cortos.[…]” [3]

Pero en general, los baños eran utilizados por toda clase de gente, independientemente de su condición social, como así lo grafica un aviso publicado en el Mercurio Peruano de 1829, “[…]en donde se ofrecían suscripciones por toda la temporada, pudiendo las personas ir acompañados, pues "los niños y criados (van) de gratis (10 de septiembre de 1829) [...]". Y en un aviso de El Comercio del 6 de agosto de 1845, una elegante posada destinada principalmente a los extranjeros (el aviso está escrito en español, inglés y francés), ofrecía baños tibios y de vapor, tiro de pistola, billas, y un servicio de cafetería que incluía licores. […]” [3]

Y ¿cómo lucía un baño público de la Lima de aquellas épocas? Hay una descripción que nos da Fuentes sobre el baño de Puquio o de la Piedra Lisa y con la cual nos podemos imaginar: “En Lima hay varios establecimientos de baños públicos fríos y tibios, pero no merecen especial atención, en cuanto a los primeros, sino los llamados del Puquio o de la Piedra Lisa. Están situados al final de la alameda de Acho, atravesando la plazuela que esta forma frente a la puerta principal del circo, y toda la calle de árboles que sigue a esa plazuela. 

El edificio tiene una vista alegre y agradable; a la izquierda están situados 26 cuartos, dentro de cada uno de los cuales hay hermosos estanques de agua pura y cristalina.
La primera puerta de ese costado da paso a los baños de lluvia y de chorro, y la última a un baño grande destinado a los hombres; los demás cuartos son para señoras.

A la derecha está la administración de los baños, y en la parte interior hay un café, billar, juego de bochas y un salón rústico para bailes. Se paga por un baño un real, En el verano se establecen en la plaza principal unos ómnibus pequeños que hacen viajes repetido al Puquio exigiéndose solo un real por cada asiento.

Los mejores establecimientos de baños tibios son: el del hotel de Morin, situado en el portal de Escribanos número 128, y el del portal de S. Agustin número 178, cuyo propietario es D. Juan Voirgard. En ambos se encuentran listos los baños á toda hora del día. Por cada baño se paga cuatro reales.”” [4]

Y con esta descripción, comparto una vista de lo que fue el baño "Central" de propiedad de K. Yokota y N. Chiba, que era un baño público de la Lima de la década de los 20 y que se ubicaba en la Calle del Capón No.749 (Lima). Podemos ver una pequeña salita que parece de espera y un largo pasadizo, que conduce quizás a los cuartos de baño.


IMAGEN TOMADA DE:
NIPPI SHIMPO. Álbum Gráfico e Informativo del Perú y Bolivia". Lima. 1924. Pág. 230.


FUENTES:

[1] Blog “Rincón de Historia Peruana” del historiador Juan José Pacheco Ibarra. “El verano de los pobres. Pozas y piscinas de Lima (1880-1935)” 6 de febrero del 2011.

[2] Blog “Rumbo al Bicentenario” de Juan Luis Orrego Penagos. “Enfermedades, epidemias y muerte en Lima, siglo XIX”.

[3] DEL ÁGUILA PERALTA, Alicia. Los velos y las pieles: cuerpo, género y reordenamiento social en el Perú republicano (Lima, 1822-1872). Lima. Instituto de Estudios Peruanos (IEP). 2003. Págs.82-84. 

[4] FUENTES, Manuel Anastasio. Guía histórico-descriptiva administrativa, judicial y de domicilio de Lima. Librería Central, 1860 (pág.s 132-133)



(Post originalmente publicado en el Facebook de Jiritsu el 12 de setiembre de 2014).

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