Hace casi medio año que no he vuelto a escribir nada para el blog. Este año ha sido un año de muchos cambios y nuevos retos (que más que dificultades, las considero retos) que junto con el trabajo, fueron las “excusas perfectas” para alejarme del blog.
Como muchos sabrán, me mudé a una nueva casa y justo ayer hemos cumplido un año viviendo en ella.
De la casa vieja casi no hemos traído nada, y hemos tenido que empezar prácticamente desde cero, por ejemplo, comprar los artefactos eléctricos, algunos muebles, y un minucioso etcétera, por lo que los primeros meses no fue nada agradable para mí, puesto que tenía que ajustarme muchísimo y dejar de ir de shopping por esos meses (que aparte de la jardinería, es uno de mis “hobbies” favoritos).
En la casa antigua hemos dejado muchas cosas, que nos traen muchos recuerdos tristes, sobre todo para mí, porque me recuerda a mi tía y la enfermedad con la que tuve que lidiar sola o las continuas peleas que existían, o al perrito que murió absurdamente después de 12 años de convivencia, o las llamadas amenazadoras que hacían a mi casa… en fin, felizmente o mejor dicho, gracias a dios, esto ya solo son recuerdos, recuerdos tristes, pero al fin y al cabo, solo recuerdos.
Todos estos malos recuerdos tuvo un origen, que comenzó con una familia que, como nos dijo una persona que nos leyó las cartas: “son gente que con una mano reciben tu ayuda, pero con la otra te tiran piedras por la espalda”. Y si no fuera por los sueños que tuve, aquello que llaman “sensibilidad para lo que no se ve”, hubiera creído que eso que me dijo el tarotista era un cuento más de algún charlatán que quería sacarnos dinero. Pero la envidia existe y puede hacer mucho daño, incluso puede destruir a una familia. En mi casa teníamos dos butsudan (uno de mi papá y otro de mi oba materna), y al “parecer” (porque no quiero pecar de supersticiosa), cuidó a mi familia y a mi durante todo ese tiempo, pero cuando ya parecía que el daño ya estaba muy cerca de nosotros, mi papá o mi oba nos avisaba por medio de sueños “extraños”, en donde nos daban “pistas” sobre que iba a pasar o simplemente, se “aparecían” en los sueños y nos hablaban.
Pero como se dice, hay que dar la vuelta a la página.
Ya casi no me acuerdo de esos malos recuerdos. El lugar donde vivimos no será tan grande como la casa anterior, pero es más acogedor. Mi mamá se enfermaba frecuentemente en la casa anterior, pero desde que se mudó a la nueva casa, se siente mucho mejor. Será el cambio de clima o ambiente, será que nos hemos alejado de esas “malas vibras”. Qué será.
Lo que si sé, es que la mudanza ha sido necesaria y la mejor decisión, no solo para mi tranquilidad sino especialmente para mi mamá. Con esta mudanza, todas aquellas “mentiras” salieron a la luz. Aquellas “mentiras” o aquellos pensamientos que creíamos que era lo correcto hacer, pero que en realidad solo contribuían a que “infláramos” más la nube de sueños o pensamientos egoístas que nos impedían avanzar hacia lo que era verdaderamente bueno, no solo para uno, sino para todos. El orgullo, el egoísmo o incluso lo miserable que puede llegar a ser una persona, todo quedo al descubierto. Y lo “miserable” va para esa gente que nos quiso hacer daño.
Esta mudanza, no solo nos dio tranquilidad y bienestar físico; sino también fue un “pretexto” perfecto para llorar juntos, compartir nuestros sentimientos y perdonarnos por los errores que cada uno de nosotros, como familia, hemos cometido y sobre todo, comprendernos más. Y esto, nos ha hecho que nos unamos más. Solo falta una persona, que sigue viviendo en nuestra casa antigua, que será porque permanece en esa casa que aún no se da cuenta de lo que está perdiendo.
En fin. En la casa nueva aún conservo una caja con las fotos, papeles, cartas, o como algunos la llaman “papeles viejos” que pertenecieron a mi oba, a mi tío y a mi papá. Tantas buenos recuerdos de aquellas épocas que hay para compartir pero tan poco tiempo (o a veces, ánimo) para hacer. En mi caso, me falta tiempo y, alguna que otra vez, ánimo. Pero felizmente, que mayormente es por tiempo.
Trataré de continuar con la línea del blog, compartiendo sobre la historia, anécdotas de nuestros abuelos y muchos tantos temas que se relacionen con la inmigración japonesa hacia el Perú, pero esta oportunidad quise compartir con ustedes algo de mí. Algo que sirva como una “excusa”, quizás, para no seguir escribiendo. O quizás como una catarsis sobre algo muy personal. O simplemente, quizás, para que sepan que el blog sigue “vivo”. Quizás sea todo.