viernes, 31 de enero de 2014

El Origen de los "Uni Muuchii " o Mochi Okinawense del Demonio

Hace unos días había leido una noticia en internet sobre el grupo llamado "Yonabaru Oba Q" que luchan para que el Shimakutuba (o uchinaguchi, el idioma de Okinawa) no se extinga ni quede en la memoria de unos pocos. Este valioso grupo está conformado por 8 mujeres, todas ya mayores, incluyendo la líder, quien es una mujer que ya tiene 85 años de edad (y de experiencia) y que van a los colegios para enseñar el uchinaguchi a los niños de Yonabaru a través de una pequeña representación teatral sobre el origen de los uni muuchii (los mochi o pasteles de arroz).
Imagen tomada de 沖縄ブログ情報マガジン
 (Okinawa Blog Jouhou Magazine)
Muuchii de beni-imo (camote morado)

Con esta pequeña pero valiosa demostración, este grupo de abuelas (o grupo de las "oba", en uchinaguchi) intentan enseñar de forma didáctica y sencilla acerca del idioma de sus antepasados. ¡Y qué mejor que las oba para enseñarnos acerca de las costumbres e historia de Okinawa!, ¿no?

Pero, por más que buscaba en internet (y en la misma website de donde obtuve la noticia), no pude encontrar la historia del origen de los uni muuchii. ¿Por qué utilizaron esta historia para enseñar algo de uchinaguchi a los niños? La curiosidad me inquietaba, así que estuve buscando en internet alguna versión en un japonés sencillo y explicado para niños (porque todavía no sé leer muy bien el japonés y no encontré ninguna versión en español o inglés de esta historia), hasta que al fin encontré no solo una, sino varias, pero al final me quedé con dos versiones. 
Otro ejemplo de muuchii (hechos con azúcar rubia o kurosato) (imagen derecha)
Los tamales de Lima (imagen izquierda) guardan un parecido asombroso con los muuchii...

Imagen tomada de Ají Limón- Peruvian Restaurant

Imagen tomada del Facebook de Okinawa Story (07/01/2014)
Dicen que esta historia es de la aldea de Ozato (al sur de Okinawa, en el distrito de Shimajiri y casi cerca del pueblo de Yonabaru), por lo que seguramente utilizaron esta historia porque es muy conocida, sobretodo oralmente, entre la gente del lugar. Y como los muuchii son muy conocidos (y disfrutados) no solo en Japón, sino también en Okinawa, ¡qué mejor que aprovechar un tema de uso diario para que nunca se nos olvide!

A continuación, les comparto una versión del origen de los uni muuchii (u "oni mochi", como se conoce en japonés y se traduciría al español como "los mochi del demonio"). Hay varias versiones, en donde se cambian los nombres de los personajes principales(*) y algún que otro detalle de la historia, pero la trama resulta ser la misma en todas.

Imagen tomada de コマ撮り日記 (Komadori Nikki)
Había una vez una pareja de hermanos que vivían en un pueblo. Eran Kanaa y su hermano mayor Taruu.

Taruu, quien era el hermano mayor, era muy perezoso y violento. Todos los días andaba peleando y libando licor. En cambio, Kanaa, su hermana menor, era todo lo contrario. Ella, más bien, le pedía a Taruu que cambiara. A pesar de las súplicas de Kanaa, la situación, más bien, fue empeorando.

La gente del pueblo y Kanaa ya le tenían mucho miedo a Taruu y decidieron irse a vivir en las montañas, muy lejos de Taruu y así fue por mucho tiempo. Taruu vivía durante el día en una cueva, de la que solo salía por las noches para irse a las montañas, en donde vivía todo el pueblo y sembrar el terror entre los pobladores. Taruu, quien al parecer se había convertido en un oni (o "demonio", como se dice en japonés), podía devorar todo aquello que se encontrara a su camino, sean animales o personas.

La gente del pueblo, ya cansada y temerosa de la situación, no sabía qué hacer.
Kanaa, quien estaba segura que ese demonio era su hermano, llenó un jarrón con sake para llevárselo a Taruu, ya que era la bebida que más le gustaba.
Con mucho miedo, se acercó a la cueva en donde Taruu pasaba el día y ya muy cerca de la entrada, sacó fuerzas y gritó: "¡Taruu! ¡Soy yo, Kanaa!". Taruu, quien ahora era un oni de grandes proporciones, salió de la cueva y viendo a Kanaa, le dijo con una voz muy profunda "Ya no soy tu hermano".

Con su mano enorme quiso coger a Kanaa, pero ella se adelantó y gritó: "¡Espera!... ¡Aquí te traigo sake!". El oni, a quien le gustaba mucho el sake, no dudó en coger el jarrón y beber todo el sake. Al terminar, le dijo a Kanaa. "¡Qué bueno! Mañana tráeme muuchii... Si no me lo traes, ¡me comeré a tí y a toda la gente del pueblo!"

Ya Kanaa no tenía dudas. Pudo confirmar que ese oni era su hermano, porque a Taruu le gustaba mucho el sake y los muuchii.
Ya en casa, Kanaa aún no sabía que hacer. "Si cumple su promesa... ¡Nos comerá a todos!...¿Qué puedo hacer?", pensó Kanaa. Pero al final, tuvo una idea.
Pasó la noche preparando muchos muuchii, amasando y escondiendo, entre la suave masa del arroz, pequeñas piedras y trozos de cerámica. Con las hojas de sannin, envolvió cuidadosamente cada muuchii.

Al día siguiente, Kanaa fue a la cueva en donde se escondía el oni, llevando consigo una canasta llena de los muuchii que había preparado la noche anterior. Convenció al oni para que la siguiera hasta un acantilado, en donde podía comerse todos los muuchi que había traído.

Al llegar al acantilado, el oni se preparó a devorar todos los muuchii y trató de engullirlos, pero se atragantó y no podía respirar. En ese momento, estando el oni indefenso y luchando por expulsar los muuchii de su boca para poder respirar, Kanaa aprovechó esos pequeños segundos y con todas sus fuerzas, empujó al oni hacia el acantilado. El oni había muerto. Y, así, fue como el pueblo pudo librarse del oni gracias a los muuchii de Kanaa.

A partir de ese día, se acostumbra a preparar los "uni muuchii" (que significa en uchinaguchi "mochi del demonio") cada octavo día del doceavo mes del calendario lunar como una manera de recordar ese trágico final, en donde Kanaa preparó muchos muuchii para poder empujar a su propio hermano al acantilado y, así, poder salvar a todo el pueblo. Como si fuera una sutil coincidencia, justamente en esos días, hace mas frío en Okinawa (¿será, como a modo de metáfora, la tristeza de Kanaa por aquella tragedia?), por lo que ese día se llama "Muuchii Biisa" (que en uchinaguchi significa literalmente "el día del mochi más frío").

Imagen tomada de たーちゅーぶろぐ
(Taachuu Blog)
Y como los muuchii lograron acabar con el oni, se considera a los "uni muuchii" como una especie de amuleto. Se cree que si los niños, especialmente, comen  los muuchii (o mochi, como se les llama en japonés), crecerán saludables y fuertes y si se cuelgan en el techo de la casa los muuchii envueltos aún en las hojas de sannin, la protegerá contra los espíritus malignos (esta costumbre de colgar los muuchii se le llama "sagi muuchii").

Ahora sí, ya mi curiosidad quedó satisfecha (al menos, por el momento...)

 
Aquí, les comparto un video del cuento "Uni Muuchii" (u "Oni Muuchii" 鬼ムーチー) (Relatado en japonés, para niños).

Y la forma de preparar un muuchii (hacer click sobre la imagen. Está en japonés, pero las imágenes son lo bastante explicativas):
http://www.okinawastory.jp/special/tokusyu_1002/0600007030.html

(Tomado de: Okinawa Monogatari. 沖縄物語)


NOTAS:
  • (*) En unas versiones, la hermana menor se llama Uta, Utagwa o Kanaa y el hermano mayor, Taruu o "Niiniin" (un término de cariño que en uchinaguchi significa "hermano mayor").
  • Este año (2014), el "Muuchii Bisa" se celebró el 7 de enero.
  • sake: licor japonés hecho a base de arroz fermentado
  • muuchii: palabra en uchinaguchi que se traduce como "pastel de arroz" (o "mochi", como se dice en japonés)

FUENTES:

jueves, 30 de enero de 2014

Cien Años de la Inmigración de Yonabaru al Perú (100 Años de Historia, Sacrificio, Alegrías, Penas y Anécdotas)

Hoy en la mañana, me enteré por el Facebook de Yonabaru Chojinkai Peru que ya este 5 de febrero se celebran los 100 años del arribo del primer inmigrante de Yonabaru al Perú. ¡Cómo pasa el tiempo! Realmente, no puedo imaginarme que ya se cumple cien años: cien años de trabajo, de sacrificios, de alegrías y penas y, también, de triunfos y fracasos de nuestros oji y oba. Mis abuelos (tanto paternos como maternos), vinieron de Yonabaru, así que no puedo dejar de recordar una fecha tan importante.

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Logo tomado del Facebook de Yonabaru Chojinkai Perú
Logo tomado del Facebook de Yonabaru Chojinkai Perú
Contar una historia de 100 años, realmente sería interminable, no solo hablaríamos de fechas o nombres de personajes importantes, sino que también habrán anécdotas o quizás secretos o costumbres de familia y, como dicen, “una imagen vale más que mil palabras”, qué mejor que ver algo de esa historia a través de unas fotos. Estas fotos son significativas para mí, puesto que son fotos familiares y que seguramente, muchas familias compartirán un recuerdo similar.

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FOTO 1: UN VIAJE DE SUEÑOS Y ESPERANZAS. Mi oba (izquierda), aún con el cabello muy largo, posa para la cámara para una foto del recuerdo. Quizás haya sido su última foto tomada en Japón antes de emprender el largo viaje de sueños y esperanzas hacia el Perú junto con su esposo (mi oji).
FOTO 2: NO UN SOLO ADIÓS, SINO MILES. Mis tíos maternos representando lo que podría haber sido una escena muy recurrente en los primeros años de la inmigración al Perú (o a Latinoamérica): la despedida de los seres queridos en los puertos japoneses, partiendo hacia un lugar muy lejano y distinto (y, seguramente, con un futuro y reeencuentro incierto).
FOTO 3: "¡GRACIAS!" Los años pasan y ya podemos ver que estos primeros inmigrantes lograron cosechar los frutos que con tanto sacrificio lograron: lograr establecerse en una ciudad distinta en donde consiguieron cierta estabilidad económica. "Gracias" es lo que siempre mi oba decía, así como muchos otros inmigrantes de Yonabaru. A pesar que ya pasaron muchos años, aún la gratitud persiste. Foto en recuerdo a una misa budista de agradecimiento por un aniversario más del barco que los trajo al Perú, el Anyou Maru. (Mi oba es la segunda del lado izquierdo).
FOTO 4: LAS COSTUMBRES AÚN PERSISTEN. Matrimonio de mis tíos maternos (los mismos que aparecen en la foto 2), en donde mi oba quiso celebrar la boda de la mayor de sus hijas en Perú según la usanza japonesa. Pero contagiada, quizás, por el romanticismo de los velos y encajes de la moda occidental, no pudo resistir vestirla con un vaporoso traje blanco. (Año 1946).
FOTO 5: TRABAJA DURO Y COSECHARÁS LOS FRUTOS. Mi oba trabajó por poco tiempo en una hacienda azucarera porque quería independizarse y colocar su pequeño negocio, así como muchos inmigrantes en aquellas épocas. Después de años de trabajo arduo, logró tener un cafetín y ayudó a su hija mayor a instalar una peluquería, que estaba también en el Centro de Lima.
Aqui aparecen mi oba (lado izquierdo), mi tia materna (la misma que aparece en la foto 2 y 4) junto con los padrinos de la inauguración, su esposo (mi tío) y el sacerdote que ofició la ceremonia.  (Año 1960).
FOTO 6: LA GUERRA NO SOLO DESTRUYE VIDAS, SINO TAMBIÉN SUEÑOS. Casi todos mis tíos maternos pertenecieron a aquella generación de los "Kirai nisei" (hijos de inmigrantes japoneses que regresan a Japón para recibir educación japonesa). Mi oba quería que aprendieran la cultura e historia japonesa y, quizás, con el tiempo, regresar a Japón. Pero empezó la guerra y todos sueños y planes cambiaron. Todas mis tías se quedaron a vivir en Japón y el único hijo varón murió en la guerra. Esta imagen es el postal que mi tío envió a mi oba para mostrarle cómo era su colegio. Este, por ejemplo, era el auditorium en donde todos los alumnos se reunían. Realmente, quiso terminar la secundaria en ese colegio, pero la guerra destruyó todo.
FOTO 7: DÍAS DE COLEGIO. No todos los hijos de inmigrantes japoneses viajaron a Japón para estudiar, sino que muchos otros se quedaron a estudiar en Perú en los colegios japoneses o en los colegios nacionales. Mis tías por parte materna estudiaron en colegios japoneses, pero mi papá, por ejemplo, estudió en un colegio nacional, el Pedro Labarthe de La Victoria. Aquí aparece mi papá (lado derecho, en cuclillas) junto con sus compañeros de la clase de atletismo. (Año 1956)
FOTO 8: TODO CAMBIA. Mi oba, después de más de 40 años, regresó a Okinawa para visitar a la familia que dejó. Muchos familiares ya no estaban, habían fallecido por la edad o por la guerra. Las calles, las casas, el paisaje y, quizás, la misma gente. Todo cambió. Los años y la guerra hicieron lo suyo. "Ya no es lo mismo que antes", parece que estuviera diciendo mi oba en esta foto, mirando a la distancia con una extraña expresión de enfado o, quizás, de resignación, mientras que los otros turistas solo disparan sus flashes queriendo conservar el recuerdo de ese momento. ¿Pueden imaginarse lo que es regresar a su país luego de tantos años y verla tan cambiada y extraña, todo por culpa de una guerra sin sentido?
Realmente, hay tantas historias o anécdotas que toda familia yonabarunchu conservará, pero no podemos negar que todos compartimos un mismo origen: el sacrificio y esfuerzo que hicieron nuestros oji y oba.

miércoles, 29 de enero de 2014

Esta Vez, Pasó (Casi) Desapercibido (A Propósito de la Visita del Príncipe Akishino y la Princesa Michiko al Perú)

Hay muy pocas personas que saben que ayer vinieron los príncipes de Japón, el Príncipe Akishino y su esposa, la Princesa Kiko por motivo del 140 aniversario del inicio de las relaciones diplomáticas entre Perú y Japón. 

La visita apenas tuvo cobertura en los noticieros y en los diarios (en donde apenas le han dedicado pequeños espacios para cubrir dicho evento; mientras que en los diarios de la colectividad nikkei, era una visita muy anunciada). Yo, por ejemplo, me enteré por éstos últimos y también porque por mi casa hay un museo al que visitaron y que estaba rodeado -literalmente- por hombres de negro que eran sus guardaespaldas. 

Quizás, la ocasión fue opacada con creces por el famoso Fallo de La Haya que concitó la atención de casi todos (o quizás la visita de miembros de la realeza ya no concita mucho interés en una sociedad como la nuestra). 

Hace más de 40 años, esta misma historia se repetía, aunque no con tanta parsimonia. En mayo de 1967, llegaron al Perú los (por aquella época) Príncipes de Japón, el Príncipe Akihito y su esposa, la Princesa Michiko (padres del Príncipe Akishino), como una forma de estrechar los lazos diplomáticos entre Perú y Japón (ya menguados por la 2da guerra mundial) y, aprovechando la ocasión, para inaugurar además el Centro Cultural Peruano Japonés en Lima. 

Según la revista Caretas, miles de peruanos se congregaron en el aeropuerto y acompañaron a la pareja real en todo su recorrido. 
(Como anécdota personal, por así llamarlo, ayer tuve que hacer unos pendientes y necesariamente, tenía que pasar varias veces por el museo y tanto durante la visita de los príncipes así como después de su partida, las inmediaciones del museo lucían desiertas o con poca gente, salvo el numeroso grupo de "hombres de negro" que de por sí llamaban la atención. Seguramente, que en el Centro de Lima, la situación habrá sido diferente. Realmente, esta visita contrasta enormemente con aquella que se dió en 1967). 

Realmente, si hubiera tenido tiempo, podía haberme quedado a esperar afuera del museo y tomarles alguna foto, aunque sea de lejos, como si fuera un recuerdo, de la misma manera como hizo mi oba hace más de 40 años. Recordé que mi oba tenía una foto de la visita de la realeza japonesa, pero la de 1967, en donde aparece el Príncipe Akihito y la Princesa Michiko junto con autoridades peruanas (no logro reconocer quienes son). 

Visita del Príncipe Akihito y la Princesa Michiko al Perú (Año: 1967)


FUENTES: 
Revista Caretas

sábado, 25 de enero de 2014

El Sansei y el Chullachaqui (Un Corto Post) / The Sansei and the Chullachaqui (A Short Post)

No, no me refiero a un sansei (nieto de japoneses), sino al duende de las montañas que se cree que vive en las montañas de Japón y se llama Sansei (o Yamasei o "duende de las montañas"). Este personaje del folklore japonés es muy parecido a uno peruano, el conocido Chullachaqui (que significa en quechua "pie deforme" o Shapishico) de la selva peruana y que también vive (y se esconde) en las montañas. Además de vivir en las montañas, tanto el Sansei (o Yamasei) como el Chullachaqui tienen una deformidad en los pies: el Sansei tiene un pie, cuya punta está apuntando hacia atrás (y que, normalmente, todos tenemos apuntando hacia adelante), mientras que el Chullachaqui tiene un pie deforme, el cual siempre trata de ocultarlo para que no lo reconozcan.
El Sansei (Yamasei) 山精 (lado izquierdo) comparado con el Chullachaqui o Shapishico (lado derecho)
Imágenes tomadas de Hellyeacreepyshit.com y de Fundación para el Desarrollo de la Selva-Universidad Nacional de San Martín (Fudes-UNSM), respectivamente.

THE SANSEI AND THE CHULLACHAQUI: No, I'm not talking about a Sansei person (grandchild of Japanese immigrants), but the mountain sprite who is called Sansei (or Yamasei, "mountain sprite") and is thought to live in the Japanese mountains. This character of the Japanese folklore looks very similar to the Peruvian monster known as Chullachaqui (in Quechua, "deformed foot" or also known as Shapishico) who lives (and hides) in the Peruvian jungle. Besides living in the mountains, both the Sansei (or Yamasei) and the Chullachaqui has a deformed foot: the Sansei has a foot which is turned backwards (and generally, we have foot facing forward), while the Chullachaqui has a deformed foot, which always is hidden with clothing or shoes so people cannot recognize it.

PARA SABER UN POCO MÁS/FOR KNOWING MORE ABOUT: 


sábado, 11 de enero de 2014

Los Estornudos en Okinawa: Aquellos que Pedían que Comieras Excremento ("Kusukué")

Con este clima tan variable, que podemos disfrutar desde mañanas soleadas con un sol abrasador hasta días nublados que terminan con lloviznas y algo de viento, es muy fácil resfriarse. Todo comienza con un simple estornudo que pareciera que nos avisara que debemos abrigarnos y escuchamos, casi siempre, que nos dicen: “¡Salud!” 

Y, ¿por qué hay un “saludo” para un simple estornudo? Bueno, quizás sea porque un estornudo representa a la enfermedad y es una costumbre de “buena intención” escuchar a alguien que nos desee una buena salud o, en su forma “abreviada”, un “salud”; que en sí tiene una connotación positiva y hasta de buen augurio. 

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Imagen tomada de Suujimichigwa
"Kusukué", "kusukuehyá", "kusukee" o "kusu kwee", distintas formas para decir "come excremento" después de haber escuchado a alguien estornudar.
En Okinawa, en cambio, se acostumbraba a decir “kusukué” o, como mi oba decía, “kusukuehyá ” cuando alguien estornudaba. 
Se escucha bien, y hasta tiene una sutil rima que combinaría con el sonido de un estornudo. Pero, si explicamos su significado, pensaríamos lo contrario. 

Kusukué” o “kusukuehyá” (seguramente habrán otras variantes, de acuerdo a la región en Okinawa) significa “comer excremento” y, aunque suene paradójico, es el equivalente al “salud” que decimos cuando alguien estornuda. 

Esta costumbre la descubrí por casualidad mientras estaba navegando en Internet, en un PDF en donde se relataban algunas costumbres japonesas. Ya casi en las últimas páginas, encontré una descripción sobre los orígenes del “kuskwe” (o "kusukué"), que se decía después que una persona estornudaba. “Kuskwe” no me parecía japonés ni uchinaguchi, por lo que le pregunté a mi mamá si había alguna costumbre relacionada con los estornudos y el "kuskwe".
(Más tarde descubrí que era una de las tantas variantes del "come excremento" o como mi oba decía, el "kusukué". Como muchos sabrán, el uchinaguchi no posee un sistema de escritura estándar, por lo que existen diversas maneras de escribir o representar gráficamente su pronunciación).

Ella acababa de leer sus revistas y estaba casi somnolienta. Parecía que me escuchaba casi dormida, cuando de pronto abrió sus ojos y una sonrisa de oreja a oreja iluminó su rostro, como si le hubiera contado un buen chiste. “¿Kuskwe?... ¡Ah! Sí, sí, me acuerdo… Es Kusukué... Jaja ¡Hace tiempo que no lo escuchaba! Me acuerdo que cuando uno hacía “achí”, oba decía “kusukué” y; con una mirada algo cómplice, como si me estuviera contando un secreto, me dijo: “Eso significa “come unko(*)”

Fruncí el ceño de solo imaginarme su traducción. “!Qué asco!”. Fue lo que pensé al escucharla y como si fuera una niña curiosa le pregunté el por qué. “Ah… eso no sé. Tu oba siempre me decía así” fue lo que me respondió mientras dejaba sus revistas sobre la mesa. Y mi interrogatorio seguía, aún más intrigada “¿Y por qué nunca escuché esa palabra?” Ya mi mamá está acostumbrada a esas preguntas y como casi siempre lo hace cuando no se acuerda de algo, me respondió: “Ya cuando ustedes nacieron, las cosas cambiaron. Oba ya sabía hablar español y no era necesario hablar uchinaguchi… ¡Ah! ya son las 7, voy a ver mi novela”.

Y mi curiosidad seguía sin ser resuelta: ¿Por qué en Okinawa se deseaba que alguien coma excrementos cuando uno estornudaba (y por eso decían "kusukué") en lugar de desearle una buena salud (“salud”) o echarle una bendición (como el americanísimo “God bless you”)? Yo siempre creía que los excrementos tenían una connotación negativa en todo el mundo, incluyendo en Japón. 

Recuerdo que varias veces escuchaba a mi tío decir “kusotáre” cuando discutía con alguien y que significaba que “ese alguien” era un “excremento” (un insulto tremendo, peor que el conocido “bakatare”). Y, en cambio, mi mamá me contaba que mi oba decía “kusukué” cuando escuchaba que alguien estornudaba. 

Mi curiosidad, naturalmente, seguía creciendo. Pero si bien la memoria es frágil; los recuerdos, no. Y qué mejor que las historias o cuentos que guardan, muchas veces, aquellos recuerdos escondidos. 

Existe una pequeña historia que nos cuenta el posible origen del término “kusukué” o "kusukuehyá" o "kuskwe" (cualquiera que sea la forma como se escriba, lo que podemos afirmar unánimemente es su significado, “come excremento”). 

Hay varias variantes de esta historia, pero voy a contarle la que encontré en inglés (y a la que agregué algunos datos que encontré en las versiones en japonés). 

Había una vez una pareja de esposos que vivía en Yanabara (o Yanahara) y que tenían mucho dinero, aunque su felicidad no era completa puesto que no tenían hijos. 

Cansado de no poder tener un hijo, el esposo, que se llamaba Machaa, decide ir a Tsuji (conocido como el “barrio rojo” de Naha) dejando a la esposa sola en casa sin saber que sus quejas muy pronto se convertirían en dicha, puesto que Usagwa, su esposa, ya estaba embarazada. 

Después de varios meses después de su partida, el bebé nació y la familia envió a un mensajero hasta donde estaba Machaa para darle la buena nueva. Esta noticia lo llenó de profunda alegría que hizo que quisiera regresar cuanto antes a su casa para ver a su hijo recién nacido. Sin embargo, Machaa había iniciado una relación con una juri ("prostituta" en uchinaguchi) pero eso no le importó y, sin decir nada a su amante, emprendió su viaje de retorno a casa. 

La juri murió al enterarse que su amante había partido sin despedirse. Cuando llegó a Yanabara, Machaa, lleno de felicidad, empezó a realizar los preparativos para celebrar la llegada del nuevo hijo. Todo el pueblo compartía la alegría de Machaa y Usagwa, que celebraban la llegada del primogénito. 

Todos estaban presentes en esta gran fiesta. Incluso, había venido una mujer que Machaa conocía muy bien. No era cualquier mujer, sino el espíritu de la juri que había dejado en Tsuji y que había sido encontrada en el camino por unos amigos de Machaa, quienes la invitaron para que disfrutara la celebración por el nacimiento del recién nacido, al igual que todos los demás pobladores. Al encontrarse en la fiesta, Machaa la reconoció y la echó de su casa. Pero su curiosidad hizo que la siguiera. Quería saber hasta dónde se iba y vió que se detuvo frente a una tumba. 

Machaa, quien se había escondido muy bien para que no lo viera, pudo escuchar una voz que se dirigía al espíritu de la juri: “¿Por qué llegaste tan tarde? Ya no puedes entrar?”, a lo que la juri respondió: “Perdónenme, un hombre me decepcionó. Llegué a una celebración por el nacimiento de un recién nacido y por eso he llegado tarde. ¿Me podrían perdonar si les traigo a ese recién nacido?”. Nuevamente, aquella voz dijo “Por supuesto que te podemos perdonar, pero solo si traes al recién nacido. ¿Has pensado cómo harás para cumplir con tu promesa?”. La juri, con el deseo de poder volver a ingresar a su tumba para descansar, respondió: “Puedo hacer que el niño estornude y así, puedo traerlo hasta aquí”. 

Machaa, quien seguía escondido, escuchó con horror toda la conversación. Él sabía que si su hijo estornudaba, moriría. Por aquellas épocas, no solo en Okinawa sino también en Japón, existía la creencia de que el alma de la persona salía del cuerpo cuando estornudaba y ese era el momento en que los malos espíritus podían aprovechar para llevarse el alma. Solo diciendo la palabra mágica ("kusukué"), se podía alejar a los espíritus. 

Imagen tomada de NHK
Machaa, muy presuroso, llegó a la casa y contó a todos lo que había escuchado. Les dijo, “cuando el niño estornude, todos debemos decir “¡Kusukué, kusukué!” y, de ese modo, Machaa pensaba que la juri ya no podría hacer nada a su hijo. 

De repente, el hijo de Machaa estornudó y rápidamente todos los presentes, recordando lo que Machaa les había dicho, dijeron al unísono “Kusukué, kusukué” y ya el espíritu de la juri no podía llevarse el alma del bebé. 

Imagen tomada de NHK
Desde ese momento, la costumbre de decir “kusukué” después de un estornudo se hizo muy común, así como nosotros decimos "salud". 

Esta es una de las versiones que trata de explicar cómo se popularizó el “Kusukúe” después que uno estornudara. 
La gente de aquellas épocas creía que al decir "kusukué", se podía evitar que algún espíritu maligno se llevara el alma que se salía del cuerpo cuando uno estornudaba. Era una concepción equivocada que trataba de explicar una creencia que hasta el día de hoy concita el interés de muchos, que es el desdoblamiento o salida del alma cuando uno fallece o, también, cuando uno, siemplemente, duerme.

"Kusukué" es un término okinawense que significa “come excremento” y que en japonés se dice "kushami” (o "kusame", en japonés antiguo) para responder ante un estornudo. Se dice que podría haberse derivado del término "kusu" ("excremento", "heces") o, incluso de "kuso kurae" ("comer excremento"), y que por su similitud en cuanto a la fonética se le asoció con el estornudo. En la obra Tsurezuregusa, escrito por el sacerdote budista Yoshida Kenko en el siglo XIV, se registra el uso del término "kusame" como un amuleto que protege el alma contra los espíritus malignos. En ella dice que una monja murmuraba repetidas veces la palabra "kusame" como una palabra mágica para proteger a un hombre que posiblemente estaría estornudando en ese momento y que, de lo contrario, moriría si no decía aquella palabra mágica.

Se creía que el excremento tenía fuerzas mágicas contra los malos espíritus. Esta era una creencia que también compartían, por ejemplo, los ladrones japoneses, quienes solían dejar sus propios excrementos en  el dormitorio de la casa a la que entraban como si fuera una protección. 

En fin, pueden haber muchos orígenes acerca de muchos términos (como el "kusukué"), pero ya el uso (y el desuso), pueden hacer que olvidemos el origen de una costumbre, cuyo significado es un tanto "peculiar”.
  
(*) unko= "excremento" en japonés. También se dice "unchi", "ben", "kusu". 

PARA SABER UN POCO MÁS:
FUENTES:

martes, 7 de enero de 2014

"¡Mottainai!, ¿Cómo Vas a Botar?, ¡Si Todavía Sirve!"

"Mottainai...." Se quedó por unos unos breves segundos contemplando el mochi que ya empezaba a honguearse (“a salirle koji”, como mi oba decía), casi con pena, mientras decía “mottainai” con una voz casi imperceptible. Al final, mi mamá lo botó a la basura, casi con resignación. 

Aunque ya pasaron las celebraciones de año nuevo, en mi casa recién terminaron ayer. En mi casa se acostumbra celebrar el año nuevo (oshogatsu, en japonés) con abundante comida japonesa, dulces japoneses (wagashi) y frutas variadas. Y como en mi casa aún continuamos con la cultura “mottainai” de mi oba (aunque creo que sería la costumbre de lo “mottainai”), tuvimos que comer todo antes que se malograra y termináramos por tirar toda esa comida a la basura ("mottainai, ¡cómo se va a botar!")
Una vista de los wagashi (dulces japoneses) que comimos en Año Nuevo
Durante esos días, tuvimos que desayunar, almorzar y cenar las sobras de la comida de año nuevo (pollo con tofú, tempura de kamaboko, arroz chaufa de kamaboko, en fin, mil y una combinaciones que uno inventa cuando tiene sobras y le da pena botarlas). Y ayer, lo último que quedaba eran unas manzanas y el kagami mochi
El Kagami mochi que pusimos en Año Nuevo
Con las manzanas, que ya estaban muy maduras y no durarían ni un día más, preparé un queque de manzanas que quedó muy rico. Y sobre el kagami mochi, bueno, ese sí tuvimos que botarlo. Mi mamá pensaba preparar un dulce japonés que aprendió de mi oba utilizando los mochi del kagami mochi, pero mis prejuicios modernos acabaron por desilusionarla. “¿Vas a cocinar algo con eso? ¡Pero, si ya está hongueado!", fue lo que le dije al verla que estaba lavando los mochi a la cocina. 

Cada vez que veía que desarmaban el kagami mochi y se llevaban los mochi a la cocina, ya sabía que iban a cocinarlos. Era una costumbre que mi oba repetía cada año y aunque casi siempre salían unos puntos negros en el mochi, (lo que significaba que "ya tenía koji”), mi oba no se desanimaba por ello y siempre preparaba un dulce con los mochi con koji

Lavaba cada mochi y retiraba cuidadosamente las partes donde había “koji” y la parte que estaba buena, la cortaba en cuadrados pequeños y lo colocaba en una sartén. A fuego lento, derretía media tapa de chancaca y cuando ya parecía una melaza, echaba los cuadrados de mochi y los mezclaba. “Con chancaca, ¡sale más ajikutá!(*) Y seguía moviéndolo hasta que los blancos trozos de mochi se oscurecieran completamente con la chancaca.  

“Mottainai… ¿Cómo vas a botar? ¡Todavía sirve!" Es la frase que podría resumir la cultura “mottainai” de mi oba, o mejor dicho, la costumbre de las obas por ver todo como “mottainai”. Sacar los cierres o botones de la ropa que ya no usábamos y guardarlos en un tarrito para cuando necesitemos algún cierre o botón o; guardar los envases de yogurt (aquellos que eran más resistentes y venían en forma de copita) para usarlos como vasitos de gelatina o; convertir nuestros polos viejos en trapos para la cocina o; incluso, lavar las bolsas de plásticos y colgarlas en el patio para que se sequen y poder usarlas nuevamente; son algunos ejemplos que mi oba junto con mi oba hacían cuando estaba pequeña y que pueden explicar mejor lo que significa la palabra “mottainai”. 

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Un ejemplo sobre lo que significa "mottainai", según el cómic "Sazae-San" de Mariko Hasegawa
Cuando mi oba era pequeña, no tenía muchas comodidades y esta misma situación se repetía (o, incluso, pudo ser más dura) cuando recién había llegado a Perú y tenía que cuidar a cinco hijos pequeños, por lo que la costumbre que trajo de Okinawa por ver todo como “mottainai” le servía de mucho. Ahora que lo pienso bien, recuerdo que a mí también me sirvió mucho la costumbre de lo “mottainai” cuando yo estaba muy pequeña, incluso hasta ahora. 

Recuerdo que mi infancia estuvo, al igual que la de mi oba, con algo de carencias o como se dice, “uno estaba con las justas”. Me daba cuenta, a mi corta edad, que “estábamos con las justas” porque veía que no tenía muchos juguetes, apenas unos cuantos. Era una época difícil, no porque fuera una época de postguerra, sino porque mi papá ya estaba muy enfermo y no podía trabajar y, sobretodo, porque era la época del gobierno de Alan García, una época que recordamos como la peor pesadilla y, quienes la recordamos, quisiéramos que nunca más volviera a repetirse. 

Era una época en donde todo escaseaba y lo poco que había, “estaba por las nubes” y, en mi caso, los juguetes que yo quería estaban muy lejos de mi alcance. Así de simple puede resumirse esta época. Aunque parecería que no hubiera tenido nada, sí tuve juguetes, aunque eran pocos, pero tenía. 

En mi casa había un triciclo que era de mi hermano mayor, pero como pasa en todas las familias, fue pasando de hermano a hermano, hasta que me tocó a mí. Pero, después de tanto uso, ya no estaba tan nueva y hasta le faltaban algunos adornos y, lo más importante, le faltaba el asiento. Solo había una varilla de acero en su lugar. Aún así, mi oba no quiso botarlo y más bien, me alentaba a usarlo. Amarraba algunos cojines de la sala y los colocaba en donde se suponía que tenía que haber un asiento y después de unos nudos aquí y allá, ¡voilá! ya estaba listo. Me abría la puerta de la casa y yo salía pedaleando feliz con mi triciclo todo despintado y sentada encima de una ruma de cojines de sala como asiento. 

Ahora, me daría vergüenza salir así o de hacer salir así a un niño; pero mi oba no, ella más bien, decía "Mottainai…¡Como van a botar! Todavía sirve!” Y sí, realmente servía, aunque todo destartalado, pero servía. Mi oba me veía sonriente cómo iba pedaleando por el jardín. 

Y no solo con mis juguetes, sino también con todo. Mi oba tenía una tienda en donde tampoco desaprovechaba la oportunidad para ver todo como “mottainai”. 

Solía guardar los papeles platinas de los cigarrillos que vendía en la tienda y cuando ya tenía una cantidad considerable, las transformaba en blocks de notas o para hacer tsurus con ellos. O, también, recuerdo que guardaba todas las chapitas de gaseosa para que nos hiciérmos panderetas con ellas (aunque después, nos las quitaba porque hacíamos mucha bulla en la casa). O los cuchillos de la cocina, que por el uso terminaban sin el mango de madera; pero, como "todavía cortan, mottainai para botar", mi oba forraba con rafia el extremo del cuchillo hasta que se pudiera agarrar sin problemas.

O en sus reuniones con las amigas, tampoco podía faltar la costumbre de lo "mottainai". Casi todas las oba de aquellas épocas solían llevar dentro de sus bolsos un trozo de tela llamada furoshiki y que servía para envolver paquetes y llevarlos fácilmente. Recuerdo las veces que regresaba de alguna reunión de Fujinkai o del Comité San Francisco con algún dulce japonés o, incluso, huevos de codorniz y los dejaba sobre la mesa diciéndonos que "Sobró mucha comida. Mottainai para botar. Ya coman". Y así fue que cada vez que los mayores venían de alguna reunión o de la calle; nosotros, los chicos, siempre los esperábamos ansiosos pensando qué nuevo dulce habrán traían en su "bolsita" (furoshiki).
 
Ya con el tiempo, eso de traer lo que sobraba de las reuniones ya  no se veía tan bien y mi oba dejó, gradualmente, de traer lo que había sobrado (o lo "mottainai" que había sobrado, por así decirlo).

Y como se dice, "lo que se hereda, no se hurta" ni mi mamá ni yo pudimos deshacernos de esta costumbre por ver todo como "mottainai". Mi mamá, por ejemplo, solía colocar tapas de lapiceros a mis colores que ya estaban tan chiquitos de tanto haberlos tajado y que, por eso, apenas podía cogerlos para pintar. Pero ya con las tapitas, podía usarlos hasta que, realmente, ya no sirvieran (es decir, hasta que ya no tuvieran mina). 

O también, solía conservar las muñecas japonesas que colocaba como adorno en la sala, aunque por los años y la luz del sol que entraba por la ventana ya lucían descoloridas y, por lo tanto, poco atractivas. Siempre decía, "No importa, son bien kawaii... Mottainai para botar". Pero ya cuando nos mudamos de casa, aproveché en "regalarlas" al ropavejero, porque, realmente, daba pena dejarlas en la calle y que el camión de la basura las recogiera. Realmente era "mottainai para botarlas así nomás".

O en mi caso, que acostumbro guardar los envases en que se venden las salsas o la comida preparada en los supermercados para guardar las verduras picadas en la refrigeradora, aunque creo que lo hago más por practicidad o por ser ecológica que por la costumbre de lo "mottainai".
Creo que eso de ver todo como "mottainai", no es del todo tan malo o tan "cachivachero", como siempre le decía a mi mamá cada vez que ella guardaba cualquier cosa por un simple "Mottainai... ¡Da pena botarlo!". Es una enseñanza (pordría llamarse "de vida") que nos dió nuestras oba para que valoremos las cosas que tenemos y no caigamos en el simple consumismo, como el que actualmente es, donde casi todo es "usar y botar". Ahora, las nuevas generaciones tienen todo a la mano y todo es más fácil que antes que, muchas veces, no aprecian o valoran las cosas que tienen. 

Libro "Mottainai Baasan"
Mientras estaba terminando de escribir este post, estaba buscando alguna imagen que ilustre sobre lo mottainai por internet y descubrí que hay un libro que habla precisamente sobre lo "mottainai". Es un libro que, a modo de cuento, nos da algunos trucos sobre cómo aprovechar al máximo lo que comúnmente consideramos como "basura" o "cosa inservible".
"Mottainaibaasan" ("Abuela Mottainai") es el título del libro publicado por Mariko Shinju en el 2005 y que intenta explicar,  a través de ejemplos e ilustraciones, el significado de "mottainai" entre los niños. 
Por ejemplo, si quedaran sobras en el plato y viniera "Mottainaibaasan" (la "Abuela Mottainai"), diría "¡Mottainai!... ¡Cómo dejan tanta comida! Mejor yo lo termino". O, si ve que pelamos una mandarina y botamos las cáscaras, diría, "¡Mottainai! Mejor, hay que secarlos al sol y usarlos en el baño. Las cáscaras secas de mandarina te harán sentir tan bien!"
"¡Mottainai, tantas sobras!"
"Antes de botar, mejor, me lo como"

Así como Mottainaibaasan, y como nuestras propias oba, ¿acaso no tienen razón con lo de "mottainai"? Como estamos en un mundo tan tecnológico y consumista, ¿no sería bueno regresar a la "filosofía" de lo "mottainai"?

ACLARACIÓN DE ALGUNOS TÉRMINOS:
  • ajikuta: palabra en uchinaguchi que significa "delicioso".
  • chancaca: conocida también como panela, dulce hecho a base de la caña de azúcar.
  • Fujinkai: Asociación de Damas Japonesas en el Perú 
  • Comité San Francisco: grupo o asociación en donde se reunía los japoneses que profesaban la fe católica para compartir experiencias, reunirse o conocer un poco más sobre la fe.
  • arroz chaufa: arroz al estilo cantonés, al estilo chino.
  • kamaboko: pastel de pescado
  • tofú: queso de soya
  • tsuru: grulla, en japonés (y que se hace con papel, con la técnica llamada origami).

FUENTES:

domingo, 5 de enero de 2014

Naeko Toyama: Una Sanbasan Con Nombre y Apellido en Lima (y Miembro de Peru Okinawa Ongaku Kyokai)

Ayer había escrito un post acerca de las parteras japonesas o sanbasan. Al leerlo ya publicado en el blog, me dí cuenta que casi todo el texto giraba en torno a los orígenes de las sanbasan en el Japón y casi no había nada acerca de las sanbasan japonesas en el Perú.
Hay muchos temas que la gente ya mayor pensará, quizás, que no es necesario recordar y que es mejor dejar las cosas se pierdan en el olvido con el tiempo, porque apenas pude conseguir algo de información.

"Eso ya son cosas antiguas... ¡para qué recordarlas!" o el "¿vas a escribir sobre eso? Eso no interesa" o quizás el "no me acuerdo cómo se llama... mejor ya bota esa foto. Para qué guardarla si ya no me acuerdo..."; son algunas de las frases que, hasta ahora, sigo escuchando de mi mamá cada vez que le hago recordar sobre el pasado, al preguntarle cómo se llama tal persona que aparece en una foto o para que, simplemente, me cuente cómo era la vida de antaño.

A veces, el tiempo o los años borran los recuerdos, ya sea por descuido o quizás, por un simple olvido. No podemos recordarlo todo, pero hay recuerdos que deberíamos tratar de conservar, sobretodo aquellos que involucra a personas que son importantes.

En los tiempos de los primeros inmigrantes japoneses al Perú (hablamos, por ejemplo, aproximadamente desde la década de los 20), era una práctica muy común (aunque actualmente continúa siendo una práctica común, sobretodo en los pueblos de la sierra, en donde muchas veces no se cuenta con servicios médicos) llamar a una partera o sanbasan cuando ya se sentían las primeras contracciones o, por lo menos, cuando ya se sabía que el niño estaba próximo a nacer. 

Recuerdo que había leído hace muchos años atrás una entrevista que le hicieron a una antigua partera que trabajaba en Lima y que creo que era una sanbasan, pero lamentablemente, no me acuerdo el nombre ni de la sanbasan ni del periódico (solo recuerdo que era uno de los diarios de la colectividad japonesa) que le hizo la entrevista.
Lo único que hasta ahora recuerdo de aquella entrevista, fue la anécdota que contó esta sanbasan. Contaba que, en aquellos tiempos, toda la familia estaba deseosa por la venida del primer hijo varón (chonan, en japonés). 

Pero, pronto su felicidad se convertía en desilusión al ver que el primer hijo que tanto ansiaban era realmente una niña y terminaban por culpar a la madre de este "incidente". Muchas veces, esta sanbasan salía en defensa de la joven madre, quien apenas acababa de dar a luz y ya se sentía temerosa y hasta culpable de los posibles reproches del esposo y de su familia. Así, esta sanbasan creía que su deber era hablar con la familia y explicarles que la joven madre no tenía la "culpa", puesto el hombre es el que determina el sexo del bebé.

Realmente, como quisiera recordar el nombre de esa sanbasan, pero creo que ya es tarde para recordarlo, puesto que el tiempo pasa y es más fácil olvidar que recordar. Pero, así como mencioné en el post anterior, no solo había la "sanbasan de Lima" o la sanbasan del Callao" que parecen quedar en el anonimato y cuyos nombres y reconocimientos se pierden por culpa del tiempo y el paso de las nuevas generaciones que apenas recuerdan el ayer, sino también habían otras sanbasan, esta vez, con nombre y hasta con apellido y foto.

Gracias al señor Daniel Uehara, Presidente de Yonabaru Chojinkai en Perú, pude conocer, a través de una foto, a una sanbasan con nombre y apellido.
Era la señora Naeko Toyama, una sanbasan que ayudó a muchas mujeres japonesas a dar a luz en Lima. La historia no la conozco muy bien y solamente me guio por la fotografía que recibí y las leyendas que aparecen en ella. 
Sanbasan o partera japonesa Naeko Toyama, Lima-Perú
(Año de la foto: 1959, aprox.)
Cortesía de Daniel Uehara. Tomado del Libro 記念誌 創立五周年 在ペルー沖縄音楽協会 (Kinenshi Souritsu Goshunen Zai Peru Okinawa Ongaku Kyoukai)

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En aquellos tiempos, las instituciones japonesas acostumbraban publicar anuarios o libros conmemorativos por motivo de algún aniversario, en donde generalmente publicaban las fotos de cada uno de sus miembros junto con sus familias y datos personales (dirección, profesión u oficio), como en el caso de esta foto de la señora Toyama, quien trabajaba en el Hospital Santa Rosa, probablemente como partera. Había venido de Okinawa y vivía en el Jr. Paruro del Centro de Lima.

Sin embargo, esta foto sacada de un libro conmemorativo, no era uno de alguna asociación médica (como podría suponerse por el título de partera o sanbasan), sino más bien era de una asociación de música, la de "Peru Okinawa Ongaku Kyokai"  que celebraba su quinto aniversario publicando un libro conmemorativo. Y es que, la señora Toyama, no solo era una conocida sanbasan entre la comunidad sino una conocida cultora de la música okinawense.

Y como la historia es, muchas veces, como buscar una aguja en un pajar, en los sitios menos esperados podemos encontrar algún dato importante perdido. Así como la sanbasan Toyama, también se puede identificar a otra sanbasan de apellido Nakashima.
La sanbasan Nakashima cobraría, en cambio, algo más de relevancia histórica precisamente porque su nombre saldría a la luz pública en uno de los hechos que causaron controversia dentro de la política peruana: el cuestionamiento de la fecha de nacimiento del ex-presidente Alberto Fujimori que explotó en plena década de los '90.

A través del propio testimonio de la misma madre del ex-presidente Fujimori, Mutsue, quien ofreció por la década de los '90 una serie de entrevistas a una periodista japonesa contando cómo llegó al Perú, así como su vida y posterior nacimiento de sus hijos, en especial el de Alberto Fujimori; podemos conocer cómo fue la vida de los primeros inmigrantes japoneses (y no solo tomarlo como una simple investigación periodística con tintes políticos).

La señora Mutsue contaba que la sanbasan Nakashima provenía de la prefectura de Kumamoto y era conocida entre la comunidad japonesa en Lima. La había ayudado en el alumbramiento de su hija mayor, Juana y la de su hijo, Alberto, pero como el parto de éste último ocurrió a altas horas de la noche (en el año de 1938), la sanbasan Nakashima decidió pernoctar en casa de los Fujimori. Como existen múltiples fechas de nacimiento para el ex-presidente Fujimori, se pone en duda la veracidad de su onomástico, el cual siempre ha afirmado como real, es decir, que ha nacido un 28 de julio, precisamente el día en que se conmemora un día más de la independencia del Perú.

Y como en toda investigación periodística se mide al milímetro todos los detalles, la figura de la sanbasan Nakashima cobra, así, cierta relevancia, puesto que presenció el nacimiento de Alberto, pudiendo aclarar en cierto modo la controversia de la fecha de nacimiento.

Desligándonos de toda controversia, lo que sí podemos destacar es la labor que realizaron las sanbasan en el Perú (especialmente en Lima), ya sea facilitando y ayudando a muchas mujeres en su labor de parto y, también, preocupándose, en muchos casos, por su bienestar físico y el de su bebé así como su tranquilidad en un medio en donde la cultura y el idioma era la principal barrera para muchos inmigrantes japoneses.

Sin embargo, no solo podríamos nombrar a la sanbasan Naeko Toyama de Okinawa o la sanbasan  Nakashima de Kumamoto, sino que hay otras que merecen también el mismo reconocimiento y que, por lo menos, sus nombres merecen ser conocidos y no sean simplemente llamadas como la "sanbasan de Lima" o la "sanbasan del Callao". Así como reconocemos a los soldados o mártires de la guerra, deberíamos  reconocer a aquellas héroes anónimas, que traen (y algunos casos, salvaban) vidas al mundo.

POST ANTERIOR:
¿Quién No ha Escuchado Hablar de las Parteras o Comadronas (y, ¿sobre las Sanbasan?)


FUENTES:

LA SANBASAN (PARTERA) "MÁS FAMOSA" EN LA LIMA DE LA PREGUERRA: LA SANBASAN TOKESHI

La foto que muestro fue tomada el 27 de febrero de 1930.  Es una vista del patio de Lima Nikko en una ocasión especial.  En ese día, hubo un...