La semana pasada tuve que llevar a emergencias a mi mamá porque estaba muy deshidratada. No había comido durante tres días y todo lo arrojaba. La doctora que la atendió me dijo que al parecer había comido algo que le cayó mal pero con unos medicamentos y suero ya se iba a mejorar. Y vaya que fue rápida su recuperación, porque al poco rato que le dieron de alta, mi mamá misma me pidió que la llevara a la cafetería porque ya tenía hambre. Tomó una dieta de pollo y hasta se le antojó llevar un poco para la casa. Ya esa noche pudo dormir tranquila.
Realmente a mi mamá no le gusta ir al doctor. Ella, más bien, prefirió poner en práctica los truquitos caseros que le enseñó mi oba, como tomar ocha (té) y comer solamente okayu (arroz cocinado casi aguado) durante esos días, y me decía que con eso ya se iba a curar y que solo era cuestión de “tener paciencia”.
Pero como no tengo paciencia, decidí llevarla a la clínica y así es como empezó la anécdota que les acabo de contar.
“Comer okayu cuando uno tiene el estómago malo” es lo que mi oba le enseñó a mi mamá, luego, cuando yo era pequeña, también me lo preparaba mi mamá. O sino siempre me decía que tomara ocha cargado para contrarrestrar las diarreas, o como comúnmente se dice, para "ajustar el estomágo”.
Pero esta vez, esos truquitos que mi mamá confiaba plenamente, no fueron muy útiles. Creo que si mi mamá hubiera seguido con sus tratamientos caseros, se hubiera recuperado, pero eso sí, muy lentamente. Pero a ese ritmo y para los años que tiene mi mamá, no hubiera sido conveniente.
Todavía me acuerdo de otros secretos o truquitos caseros que mi oba le enseñó a mi mamá y luego ella a mí, tal y como si fuera una tradición de generación en generación. Pero si yo tuviera hijos, más bien, creo que ellos aprenderían estos secretos más bien como anécdotas. Si bien el tiempo pasa, no deberian pasar al olvido nuestras costumbres familiares.
Quisieran compartir algunos de los secretos o trucos caseros de mi oba, que si bien muchas son japonesas, hay varias que son okinawenses. Y como dicen: “un consejo hasta de un conejo”, algunos trucos pueden ser útiles, incluso para estos tiempos modernos.
“Todo caliente, sea verano o invierno”
Mi oba siempre decía que para tener siempre una buena salud, lo mejor era tomar siempre algo caliente, sea invierno o verano. Ella, al igual que mi mamá, consideran que tener el estómago tranquilo, sin nada que lo perturbe o irrite, nos hará sentir bien.
Y así fue que mi mamá decidió coserme mi primer (y único) koshimaki cuando yo entraba a la pubertad. Recuerdo que mi mamá usó una tela afranelada roja y unos broches para hacerme una faja que cubriría el vientre. Precisamente era la época en la que tenía el primer periodo, y según ella decía que con esa faja ya no tendría esos típicos dolores menstruales y mantendría caliente el vientre, algo recomendable para la buena salud, así como decía mi oba.
“Si no quiere leche, que tome misoshiru”
Mi oba nunca me exigía que tomara toda mi leche, a diferencia de mi mamá. Ella más bien decía que tomara toda mi sopa, pero la que era a base de miso (pasta de soya fermentada), o la de kombu (alga deshidratada) o la de katsuoboshi (virutas de bonito seco), porque decía que tenían más vitaminas y calcio que la misma leche.
Recuerdo que cada vez que iba a prepararnos esas sopas, si era de kombu, tenía que remojarlas en agua toda la mañana para que se hidraten y estén blandas; en cambio, si era de miso, simplemente iba a la refrigeradora y sacaba dos cucharadas del pote para hacernos un litro de misoshiru (sopa de miso). Pero si era de katsuoboushi, llamaba a mi hermano mayor para que rallara el katsuo sobre el kezuriki (rallador para katsuo) y con esas virutas de katsuo, nos preparaba la sopa.
Realmente me gustaba tomar más estas sopas que la leche, porque simplemente, me caía mal (lo que actualmente se conoce como intolerancia a la lactosa).
Pero no solamente sería beneficioso para los niños, sino que también para los adultos, como el caso del misoshiru. Si bien en los niños puede aportarles vitaminas y calcio, en los adultos, serviría como un excelente desintoxicador, puesto que elimina las toxinas productos del cigarrillo o del alcohol.
“Frota el kyuri y se quita lo amargo”
Es otro secreto que recuerdo que mi mamá siempre decía cuando nos preparaba una simple pero refrescante ensalada de kyuri (pepino japonés) todas las semanas, especialmente cuando era verano. Antes de cortarlo en bastoncitos, ella cortaba los extremos del kyuri y con un extremo, frotaba el otro por unos segundos.
Decía que mi oba le había enseñado ese truco para quitar el típico sabor amargo, sin echarle nada .
Creo que esta técnica ya es de conocimiento casi general, sobretodo por el boom de los sushi en Lima, que si bien es un secreto casero, no hay que olvidarnos que su origen es japonés.
“Si la nariz te sangra, arráncate tres pelos de la nuca”
Mi mamá me contó que mi oba le enseñó que si uno de nosotros (mis hermanos o yo) sangrábamos por la nariz, lo mejor para detener ese sangrado era arrancar tres pelos de nuestra nuca. Felizmente que nunca hemos sangrado por la nariz, así que no puedo afirmar si es un secreto eficaz o simplemente un mito.
"Si te hiciste una herida, colócate un poco de saliva"
En caso que nos hiciéramos alguna herida, nos decía que debíamos de colocar un poco de saliva en la herida y esto nos ayudaría a curarnos. Mi oba creía, al igual que muchas otras obas okinawenses, que la saliva tenía propiedades mágicas, como las de protección (como vimos en un post anterior, que también la utilizaba para protegerme del mal de ojo cuando estaba pequeña). También he leído(*) sobre algunas creencias relacionadas con el supuesto poder curativo de la saliva. Si a una persona se le adormecen los pies, colocándose un poco de saliva en la frente, desaparecería la molestia. O si se alguien accidentalmente hace un agujero en la ropa con un cigarrillo encendido, poniéndo un poco de saliva, evitará que se agrande el agujero (aunque más bien creo que es algo lógico que un secreto o superstición).
Seguramente habrán otros secretos o trucos que muchas familias nikkei guardan muy dentro de la memoria, y que muchas veces, con el paso del tiempo o del olvido, se pierden inexorablemente. He querido compartir algunos de estos secretos de mi oba, no simplemente por nostalgia, sino más bien, para compartir una pequeña muestra de la cultura o folklore de Okinawa y de Japón, a través de algunos secretos caseros que ella nos enseñó. No dejemos que nuestra historia y orígenes sean frágiles ante el olvido.