En estas últimas semanas he estado escribiendo para una revista online (Punto de Encuentro). Me dijeron que escriba cualquier cosa que esté relacionada con la cultura japonesa o nikkei.
Y eso hice, pero me doy cuenta que casi todos los artículos que he escrito tratan sobre antiguos negocios de japoneses en Lima: peluquerías, cafetines y hasta fábrica de chicha de jora. Simple casualidad.
Y no solo eso, la lista se alarga aún más, si incluyo a otros negocios que recuerdo como fondas, encomenderías, fábrica de carrocerías, panaderías, entre muchos otros. Además, ¿Quién no ha tenido que ayudar alguna vez en el negocio de la familia? Quizás muchos de nosotros recordamos a la tienda del oji o de la oba.
Así que es inevitable decir que el oficio de la mayoría de los primeros inmigrantes japoneses en el Perú era el de “comerciante”.
Después del trabajo en las haciendas o ingenios azucareros, los primeros inmigrantes japoneses decidieron incursionar en los negocios.
Lo único que tenían eran sus ganas de trabajar para sobrevivir. Ellos vieron una oportunidad de negocio en todo, como dice la frase: “Donde hay una necesidad, hay una oportunidad de negocio”. Y parece que les fue bien.
Muchos tuvieron éxito y tuvieron negocios prósperos que hasta se referían de ellos cariñosamente como “su mina de oro”, como así he escuchado de algunas personas y de mi propia oba.
¿Cuál habrá sido su secreto? Viendo a mi propia oba, yo diría que es una mezcla entre suerte y dedicación. Pero no era solo eso.
PRECIOS BAJOS
En el caso de las pulperías o tambos, una de las razones de su éxito era principalmente los bajos precios[1], que no siempre llegaba a gustar a todos, sobretodo a la competencia:
“[…]Menos fácil para el crédito que el chino, atrae, sin embargo, tanto como él al peruano, por la baratura con que su sistema de trabajar en familia o simplemente por la alimentación, le permite una mayor ganancia dentro de un precio menor. Castiga deliberadamente los precios, por debajo del costo, para arruinar a los competidores o para asegurar la clientela.”[...][1]
Y para quienes se preguntan si existía el “fiado” (o dar al crédito) en aquellas épocas, la respuesta es “Sí”.
El crédito o “fiado” también se practicaba en muchos negocios de japoneses, creándose un vínculo más cercano entre la gente del barrio y el comerciante japonés.
ROTACIÓN DE PRODUCTOS
Aunado a los precios bajos, la rotación de los productos (mercaderías) genera siempre una expectativa positiva frente a los clientes, que siempre estarán esperando por las novedades del momento.
“[…]Una de las razones por las cuales las bodegas del tipo del «chino de la esquina» se multiplicaron con facilidad, era el sistema comercial adoptado, que se basaba en precios bajos y muchas ventas.[…]”[2]
Muchas bodegas, encomenderías o pulperías fueron traspasados a comerciantes japoneses, quienes las adquirieron de otros inmigrantes como chinos e italianos. Y el secreto también pasó de manos.
En realidad, nadie perdería con este sistema. El dueño de la tienda gana más vendiendo más productos y sus clientes también, adquiriéndolos a precios bajos. Lo importante es rotar rápidamente la mercancía.[2]
BUEN AMBIENTE
Pero si un negocio tiene un ambiente soso y hasta aburrido, podría espantar a los clientes hacia la competencia y con esto, las ganancias.
“[…]el japonés, sobre todo el dueño de pulpería o de tambo, hace de su negocio un centro de concurrencia, de información y de influjo[…] Instala el fonógrafo o el radio para convertir su tienda en una especie de menudo centro social en el que se sigue consumiendo[…]”[1].
Tiene una similitud con lo que vemos ahora, en donde se acostumbra “amenizar” el ambiente de un negocio, con algo de música de fondo o simplemente con noticias del momento de la TV.
BUEN TRATO Y AFINIDAD CON LOS CLIENTES
Otra razón que explicaría el secreto del éxito en los comerciantes japoneses sería la preferencia de los clientes.
“[…]Un cliente promedio entraba sin mayores problemas a cualquier negocio administrado por un japonés, pues se sentía superior a él. En cambio, se le hacía difícil ingresar al negocio de un italiano o de otro peruano, que venían a ser lo mismo que él […]”.[ 2]
Es algo confusa esta razón, pero también es una de las razones del florecimiento de las tiendas de los japoneses de la Segunda Guerra Mundial.
Los negocios de bodega y café “[…]eran deseados por casi todos los inmigrantes extranjeros y a los mismos extranjeros les gustaba comprar en ellos por el trato amable, cortés y amistoso que recibían de parte de los japoneses y por el ambiente agradable del local. Los japoneses, si bien no eran de tan buenos modales como los europeos, eran más caballerosos que los chinos.[…]”[2]
Y fantaseando quizás un poco, también se dice que otra de las razones del éxito entre los japoneses era la estrecha afinidad que los japoneses encontraron con “los cholos y los pobres”.[1] Otra razón que explicaría el por qué los japoneses promovían el comercio y la amistad entre los nativos.
Con el ejemplo de la similitud de Manco Cápac postulada por Loayza por los años 20, algunos creían en un origen común entre los japoneses y la gente del Ande. Este contacto comercial entre japoneses y los nativos, se basaría en esta creencia. Hasta se podría decir que era como un slogan: “Compre en familia”[1]
LARGAS HORAS DE TRABAJO (DEDICACIÓN)
Pero las cosas no se obtienen fácilmente. Hay que tener dedicación y ser constantes.
Por eso, las largas horas de trabajo es otra de las razones de su éxito.
En el caso de los cafés y cafetines, los japoneses eran mayormente quienes los administraban. “[…]Estos establecimientos requerían de unas 17 horas de trabajo diario y de una atención muy detallosa y, según la fuente mencionada [informe presentado en 1937 por el director de turno de la Federación de Comerciantes Japoneses del Perú al cónsul de aquél país], a los peruanos no les gustaba trabajar mucho y, por lo tanto, no les interesaba esta actividad.[…]”[2]
"[...]En 1936, un inmigrante japonés que administraba una panadería que también ofrecía café, escribió en su diario que sus empleados trabajaban en turnos de mañana y noche, y que por eso en su local se atendía las 24 horas del día (Nakachi 1979:892). Incluidos los descansos, los turnos eran de 18 horas en la mañana y de 15 en la noche. Otro ejemplo es la declaración de una japonesa que administraba ella sola un café. Según esta mujer, en su establecimiento el horario de atención era de seis y media de la mañana a dos y media de la madrugada. Si a esto se le sumaba el tiempo que tomaban los preparativos para iniciar la atención y los arreglos después de cerrar el local, sólo(sic) le quedaban de una a dos horas para descansar (entrevista realizada en Lima el 23 de marzo de 1997).[...]"[2]
Tantas horas de trabajo no eran en vano. El negocio tenía que estar abierto la mayor parte del tiempo, sacrificando el descanso y la vida familiar, si es necesario.
El objetivo: los japoneses querían ganar y ahorrar dinero lo más rápido posible para así, hacer realidad su sueño de regresar a Japón y tener una vida mejor. (O tener una vida mejor en el Perú).
Se afirma que esta costumbre de trabajar mucho fue traída por los chinos (entendiéndose así porque la inmigración china fue anterior a la japonesa): “[…]Los chinos trajeron una forma distinta de hacer negocios al Perú. Para los [comerciantes] peruanos, representaban una doble amenaza. Por un lado, perdían cliente; por otro, para no perder clientela, no les quedaba otro camino que ampliar su horario de trabajo.[…]”[2]
Yo recuerdo, por ejemplo, que mi mamá pasaba la mayor parte del día en el cafetín de mi oba. Incluso, trabajaba los domingos y yo casi no la veía en casa. Y seguramente, muchos de nosotros recordaremos experiencias similares, en donde la vida familiar era casi nula y los padres (o abuelos) pasaban más tiempo en el negocio familiar.
OFERTAS Y PROMOCIONES
Además de los bajos precios, merece nombrarse también, a las ofertas y promociones.
Esta razón del éxito de los negocios de los japoneses, se aplicaría más en las tiendas comerciales, como la Sedería Kudo del Centro de Lima y sus “realizaciones de verano” o la Locería Takumi con sus “obsequios para todos sus compradores” y “gran rebaja de precios”, como dicen sus avisos en primera plana en El Comercio de 1938.
Y realmente, había muchos otros negocios.
Los dueños querían premiar la fidelidad de sus clientes haciendo sorteos y regalos.
Un ejemplo de un sorteo bastante peculiar lo hizo la casa Y. S. Yoshida de Chiclayo. Sus clientes, acostumbrados a sus promociones y campañas de navidad y 28 de julio, se sorprendieron cuando se sorteó un auto. Era nada más y nada menos que el propio auto de uno de los sobrinos de Ychitaro Yoshida, el dueño del establecimiento.Un afortunado lambayecano se ganó el auto y Kakuo, el dueño del auto, le entregó el premio "tranquilo, como si nada". [4]
MUCHO INGENIO ANTE LA ADVERSIDAD
Lo importante también era la proactividad o el ingenio, como el caso curioso de Heitaro Hayashi, dueño de la Compañía Hayashi.
Se cuenta que al siguiente día de su llegada al Perú , Hayashi compró productos cosméticos, pantimedias y pañuelos y los vendía en un barrio rojo. Las prostitutas compraban sus productos y con las ganancias obtenidas Hayashi pudo comprar más mercadería. Y como la cortesía es obligatoria en todo negocio, hizo tarjetas en donde se podían leer las frases de “Buenos días” y “muchas gracias”, ya que no sabía hablar español. Esos eran los inicios de lo que sería posteriormente la próspera Compañía Hayashi[3]
BUEN TRATO A LOS EMPLEADOS
Aunque era común que los dueños de los negocios emplearan a sus propios familiares y paisanos, también contrataban a empleados peruanos. Aunque no lo crean, uno de los secretos para tener éxito es tener empleados contentos.
Darles un buen trato, garantizará que se sientan identificados con el negocio, resultando en un buen trato a los clientes y una confianza mutua, entre empleados y dueños. Y creo que esa es la base de un buen negocio. La casa Y. S. Yoshida de Chiclayo recuerda que sus empleados “[…]no robaban, porque comían bien, los vestían bien y les daban buenos regalos, trabajaban con gusto.[…]”
Con 7 peruanos y 8 japoneses trabajando en la tienda, la casa Yoshida brindaba un trato como de familia a sus empleados. “[…]vivía la familia en el segundo piso y los empleados tomaban desayuno (ochá) y almorzaban, servían muy bien. Había una buena cocinera. Al mediodía se tocaba una pequeña bocina o corneta y era señal para que un grupo almorzara y después que terminaban, tocaban de nuevo la bocina; el primer grupo pasaban a los mostradores y el segundo grupo se iba a almorzar. Al momento del almuerzo decían «Gohan, Gohan» que quería decir “a comer”. Los domingos hacían comida especial para todos los que trabajaban y vivían en el local. El señor Ychitaro y su sobrino Kakuo trataban bien a los empleados. A todos les regalaba ropa. A los varones les daba tela de casimir inglés. A mí me llevaba a un sastre, Guevara, para que me hiciera un terno a la medida. En los días de festividad (Fiestas Patrias, Navidad, Año nuevo) nos hacia buenos regalos.[…]”[4]
Actualmente, muchos de estos secretos (o "tips", como lo llamaríamos ahora), se ponen en práctica en los actuales negocios (o por lo menos, en la mayoría de estos).
Realmente, me dejó pensando. Los primeros comerciantes japoneses en Lima sí que sabían como tener éxito (y seguro, que también sabían "eso" que conocemos ahora como "marketing").
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FUENTES:
[1] JOCHAMOWITZ, Luis. Ciudadano Fujimori. Lima. 1993. Pág. 321
[2] YAMAWAKI, Chikako. Estrategias de vida de los inmigrantes asiáticos en el Perú. Lima. Instituto de Estudios Peruanos. Pág. 93, 94, 97
[3] NACLA (North American Congress on Latin America). Report on the Americas, Volume 35. Pág. 30. (Mencionado también en: NGUYEN, Victoria. ¿Quién eres? ¿Quién soy?: El papel de la otredad en el desarrollo de la identidad asiática en el mundo hispano. 2013. Honors Thesis Collection. Paper 134. Wellesley College. Pág. 79
[4] ROCCA TORRES, Luis. Japoneses bajo el sol de Lambayeque. Universidad Nacional "Pedro Ruiz Gallo” y Asociación Peruano Japonesa del Perú. Lima. 1997. Pág. 55, 56.
Y para quienes se preguntan si existía el “fiado” (o dar al crédito) en aquellas épocas, la respuesta es “Sí”.
El crédito o “fiado” también se practicaba en muchos negocios de japoneses, creándose un vínculo más cercano entre la gente del barrio y el comerciante japonés.
ROTACIÓN DE PRODUCTOS
Aunado a los precios bajos, la rotación de los productos (mercaderías) genera siempre una expectativa positiva frente a los clientes, que siempre estarán esperando por las novedades del momento.
“[…]Una de las razones por las cuales las bodegas del tipo del «chino de la esquina» se multiplicaron con facilidad, era el sistema comercial adoptado, que se basaba en precios bajos y muchas ventas.[…]”[2]
Muchas bodegas, encomenderías o pulperías fueron traspasados a comerciantes japoneses, quienes las adquirieron de otros inmigrantes como chinos e italianos. Y el secreto también pasó de manos.
En realidad, nadie perdería con este sistema. El dueño de la tienda gana más vendiendo más productos y sus clientes también, adquiriéndolos a precios bajos. Lo importante es rotar rápidamente la mercancía.[2]
BUEN AMBIENTE
Pero si un negocio tiene un ambiente soso y hasta aburrido, podría espantar a los clientes hacia la competencia y con esto, las ganancias.
“[…]el japonés, sobre todo el dueño de pulpería o de tambo, hace de su negocio un centro de concurrencia, de información y de influjo[…] Instala el fonógrafo o el radio para convertir su tienda en una especie de menudo centro social en el que se sigue consumiendo[…]”[1].
Tiene una similitud con lo que vemos ahora, en donde se acostumbra “amenizar” el ambiente de un negocio, con algo de música de fondo o simplemente con noticias del momento de la TV.
BUEN TRATO Y AFINIDAD CON LOS CLIENTES
Otra razón que explicaría el secreto del éxito en los comerciantes japoneses sería la preferencia de los clientes.
“[…]Un cliente promedio entraba sin mayores problemas a cualquier negocio administrado por un japonés, pues se sentía superior a él. En cambio, se le hacía difícil ingresar al negocio de un italiano o de otro peruano, que venían a ser lo mismo que él […]”.[ 2]
Es algo confusa esta razón, pero también es una de las razones del florecimiento de las tiendas de los japoneses de la Segunda Guerra Mundial.
Los negocios de bodega y café “[…]eran deseados por casi todos los inmigrantes extranjeros y a los mismos extranjeros les gustaba comprar en ellos por el trato amable, cortés y amistoso que recibían de parte de los japoneses y por el ambiente agradable del local. Los japoneses, si bien no eran de tan buenos modales como los europeos, eran más caballerosos que los chinos.[…]”[2]
"...afinidad con los
"cholos y pobres..." |
Vista del salón restaurante del Sr. N. Ueno
ubicado en la Calle del Puno 300, Lima.
(Imagen tomada de:
Álbum Gráfico e Informativo de Perú y Bolivia.
Lima. Nippo Shimpo. 1924. Pág. 237.)
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Con el ejemplo de la similitud de Manco Cápac postulada por Loayza por los años 20, algunos creían en un origen común entre los japoneses y la gente del Ande. Este contacto comercial entre japoneses y los nativos, se basaría en esta creencia. Hasta se podría decir que era como un slogan: “Compre en familia”[1]
LARGAS HORAS DE TRABAJO (DEDICACIÓN)
Pero las cosas no se obtienen fácilmente. Hay que tener dedicación y ser constantes.
Por eso, las largas horas de trabajo es otra de las razones de su éxito.
En el caso de los cafés y cafetines, los japoneses eran mayormente quienes los administraban. “[…]Estos establecimientos requerían de unas 17 horas de trabajo diario y de una atención muy detallosa y, según la fuente mencionada [informe presentado en 1937 por el director de turno de la Federación de Comerciantes Japoneses del Perú al cónsul de aquél país], a los peruanos no les gustaba trabajar mucho y, por lo tanto, no les interesaba esta actividad.[…]”[2]
"[...]En 1936, un inmigrante japonés que administraba una panadería que también ofrecía café, escribió en su diario que sus empleados trabajaban en turnos de mañana y noche, y que por eso en su local se atendía las 24 horas del día (Nakachi 1979:892). Incluidos los descansos, los turnos eran de 18 horas en la mañana y de 15 en la noche. Otro ejemplo es la declaración de una japonesa que administraba ella sola un café. Según esta mujer, en su establecimiento el horario de atención era de seis y media de la mañana a dos y media de la madrugada. Si a esto se le sumaba el tiempo que tomaban los preparativos para iniciar la atención y los arreglos después de cerrar el local, sólo(sic) le quedaban de una a dos horas para descansar (entrevista realizada en Lima el 23 de marzo de 1997).[...]"[2]
Tantas horas de trabajo no eran en vano. El negocio tenía que estar abierto la mayor parte del tiempo, sacrificando el descanso y la vida familiar, si es necesario.
El objetivo: los japoneses querían ganar y ahorrar dinero lo más rápido posible para así, hacer realidad su sueño de regresar a Japón y tener una vida mejor. (O tener una vida mejor en el Perú).
Se afirma que esta costumbre de trabajar mucho fue traída por los chinos (entendiéndose así porque la inmigración china fue anterior a la japonesa): “[…]Los chinos trajeron una forma distinta de hacer negocios al Perú. Para los [comerciantes] peruanos, representaban una doble amenaza. Por un lado, perdían cliente; por otro, para no perder clientela, no les quedaba otro camino que ampliar su horario de trabajo.[…]”[2]
Yo recuerdo, por ejemplo, que mi mamá pasaba la mayor parte del día en el cafetín de mi oba. Incluso, trabajaba los domingos y yo casi no la veía en casa. Y seguramente, muchos de nosotros recordaremos experiencias similares, en donde la vida familiar era casi nula y los padres (o abuelos) pasaban más tiempo en el negocio familiar.
OFERTAS Y PROMOCIONES
Además de los bajos precios, merece nombrarse también, a las ofertas y promociones.
Esta razón del éxito de los negocios de los japoneses, se aplicaría más en las tiendas comerciales, como la Sedería Kudo del Centro de Lima y sus “realizaciones de verano” o la Locería Takumi con sus “obsequios para todos sus compradores” y “gran rebaja de precios”, como dicen sus avisos en primera plana en El Comercio de 1938.
Y realmente, había muchos otros negocios.
Los dueños querían premiar la fidelidad de sus clientes haciendo sorteos y regalos.
Un ejemplo de un sorteo bastante peculiar lo hizo la casa Y. S. Yoshida de Chiclayo. Sus clientes, acostumbrados a sus promociones y campañas de navidad y 28 de julio, se sorprendieron cuando se sorteó un auto. Era nada más y nada menos que el propio auto de uno de los sobrinos de Ychitaro Yoshida, el dueño del establecimiento.Un afortunado lambayecano se ganó el auto y Kakuo, el dueño del auto, le entregó el premio "tranquilo, como si nada". [4]
Diario El Comercio. (12/FEB/1938) | Diario El Comercio. (01/FEB/1938) |
MUCHO INGENIO ANTE LA ADVERSIDAD
Lo importante también era la proactividad o el ingenio, como el caso curioso de Heitaro Hayashi, dueño de la Compañía Hayashi.
Se cuenta que al siguiente día de su llegada al Perú , Hayashi compró productos cosméticos, pantimedias y pañuelos y los vendía en un barrio rojo. Las prostitutas compraban sus productos y con las ganancias obtenidas Hayashi pudo comprar más mercadería. Y como la cortesía es obligatoria en todo negocio, hizo tarjetas en donde se podían leer las frases de “Buenos días” y “muchas gracias”, ya que no sabía hablar español. Esos eran los inicios de lo que sería posteriormente la próspera Compañía Hayashi[3]
BUEN TRATO A LOS EMPLEADOS
Aunque era común que los dueños de los negocios emplearan a sus propios familiares y paisanos, también contrataban a empleados peruanos. Aunque no lo crean, uno de los secretos para tener éxito es tener empleados contentos.
Darles un buen trato, garantizará que se sientan identificados con el negocio, resultando en un buen trato a los clientes y una confianza mutua, entre empleados y dueños. Y creo que esa es la base de un buen negocio. La casa Y. S. Yoshida de Chiclayo recuerda que sus empleados “[…]no robaban, porque comían bien, los vestían bien y les daban buenos regalos, trabajaban con gusto.[…]”
Con 7 peruanos y 8 japoneses trabajando en la tienda, la casa Yoshida brindaba un trato como de familia a sus empleados. “[…]vivía la familia en el segundo piso y los empleados tomaban desayuno (ochá) y almorzaban, servían muy bien. Había una buena cocinera. Al mediodía se tocaba una pequeña bocina o corneta y era señal para que un grupo almorzara y después que terminaban, tocaban de nuevo la bocina; el primer grupo pasaban a los mostradores y el segundo grupo se iba a almorzar. Al momento del almuerzo decían «Gohan, Gohan» que quería decir “a comer”. Los domingos hacían comida especial para todos los que trabajaban y vivían en el local. El señor Ychitaro y su sobrino Kakuo trataban bien a los empleados. A todos les regalaba ropa. A los varones les daba tela de casimir inglés. A mí me llevaba a un sastre, Guevara, para que me hiciera un terno a la medida. En los días de festividad (Fiestas Patrias, Navidad, Año nuevo) nos hacia buenos regalos.[…]”[4]
Actualmente, muchos de estos secretos (o "tips", como lo llamaríamos ahora), se ponen en práctica en los actuales negocios (o por lo menos, en la mayoría de estos).
Realmente, me dejó pensando. Los primeros comerciantes japoneses en Lima sí que sabían como tener éxito (y seguro, que también sabían "eso" que conocemos ahora como "marketing").
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FUENTES:
[1] JOCHAMOWITZ, Luis. Ciudadano Fujimori. Lima. 1993. Pág. 321
[2] YAMAWAKI, Chikako. Estrategias de vida de los inmigrantes asiáticos en el Perú. Lima. Instituto de Estudios Peruanos. Pág. 93, 94, 97
[3] NACLA (North American Congress on Latin America). Report on the Americas, Volume 35. Pág. 30. (Mencionado también en: NGUYEN, Victoria. ¿Quién eres? ¿Quién soy?: El papel de la otredad en el desarrollo de la identidad asiática en el mundo hispano. 2013. Honors Thesis Collection. Paper 134. Wellesley College. Pág. 79
[4] ROCCA TORRES, Luis. Japoneses bajo el sol de Lambayeque. Universidad Nacional "Pedro Ruiz Gallo” y Asociación Peruano Japonesa del Perú. Lima. 1997. Pág. 55, 56.
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