Dicen que los cuentos infantiles no siempre son pura fantasía, sino, más bien, hechos reales. Cuando niños, leemos los clásicos cuentos que muchas veces, fueron pasando de generación en generación. O, acaso, ¿quién no ha leído “La Cenicienta” o “El Flautista de Hamelín” cuando era un niño?
Bueno, seguramente, que éste último no es un cuento "tan" conocido como "La Cenicienta", pero cuando yo tenía 7 años, "El Flautista de Hamelín" fue el primer cuento que leí por mí misma. Lo leía y releía tantas veces que hasta me aprendía de memoria todos los diálogos. Y hasta mi mamá tenía que pegar nuevamente las figuritas al libro con cinta adhesiva por tanto uso (ya que mi cuento era del tipo “pop-up”, es decir, con imágenes desplegables).
A esa edad, nunca me he preguntado si era cierto o no que hubo una gigantesca plaga de ratas en un pueblo o si el flautista era realmente un exterminador de ratas que, metafóricamente, las encantaba.
En fin, solo leía el cuento porque me entretenía. Pero ya con los años uno cambia y ya dejamos de interesarnos en los cuentos infantiles y, más bien, si tenemos hijos o sobrinos pequeños, les leemos o dejamos que lean los mismos cuentos clásicos que alguna vez hemos leído cuando éramos niños.
Algunos cuentos son más crueles que otros; y algunos otros, más absurdos que el anterior. Pero aún así, seguimos con la costumbre de leerlos, de una generación a otra.
Muchas veces continuamos una costumbre, así como con los cuentos, pero ya con tantas generaciones encima o tiempos tan distintos, es fácil que se cambie algún que otro detalle. Y mientras tanto, la memoria hace de las suyas: hace que olvidemos, muchas veces, su origen. Pero, ¿sabían que los mismos cuentos infantiles pueden esconder hechos históricos? (y claro, muchas veces, son adaptados al público infantil con eufemismos o adornos literarios).
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Estuve leyéndolo y, aunque la trama es bastante simple, cabe la posibilidad de que se haya inspirado en un hecho real pero que ocurrió hace mucho, muchísimo tiempo atrás.
Quise comprobar si habían otras versiones, pero solo encontré una. A pesar de esto, no dudo que sea un cuento de Okinawa, puesto que la fuente de donde lo encontré es confiable). Así que mejor veamos de qué trata este cuento. Está escrito en un japonés simple y sencillo, como para que lo lea un niño, por lo que lo he traducido de manera libre, sin perder los detalles más importantes.
(LAS SIGUIENTES IMÁGENES SON DE PROPIEDAD DE NHK (うちなーであそぼ), A MENOS QUE SE INDIQUE LO CONTRARIO):
Pero la realidad es que Sanraa no quería trabajar en lo absoluto. Un día, Anmaa llegó a la casa después de haber trabajado en el campo, como siempre hacía todos los días. “Sanraa, ya llegué…”, dijo la mamá al entrar a la casa, pero Sanraa no estaba. Se había llevado el dinero de su mamá para irse a la ciudad y divertirse.
Mirando hacia fuera, Anmaa pudo ver que el cielo se había nublado repentinamente. “¡Parece que va a llover mucho! Para cuando llegue Sanraa, ya el río estará desbordado", pensó Anmaa. A pesar de todo, Anmaa cuidaba mucho a Sanraa.
“!Sanraa, Sanraa!” gritó Anmaa en medio de la torrencial lluvia. Ya para ese momento, el río se había desbordado y había hecho desaparecer el camino.
Después de unas horas, la lluvia cesó. Sanraa, tomó la rama en donde se quedó colgado el sombrero de Anmaa y en ella talló un Tootoome. Así, Sanraa podía venerar la memoria de su madre, que ahora ya no estaba con él pero que estaba representado por la rama del árbol que había cogido el sombrero de Anmaa.
A partir de la desaparición de Anmaa, Sanraa se volvió un hombre muy trabajador y solía hablar en frente del Totoomee de Anmaa, como si ella aún estuviera en casa y le estuviera conversando.
Realmente, es una bonita historia, triste pero conmovedora, que nos cuenta sobre el posible origen de los Tootoomee o Ihai.
Al principio pensé que se refería a la costumbre okinawense de la sucesión masculina del Tootoomee o Ihai (en donde solo el hijo varón puede heredar el Ihai de sus padres y continuar con la tradición), pero, leyéndolo bien, se refería al Tootoomee en sí.
He estado leyendo algunas otras fuentes acerca del origen de esta tradición, que sería considerada como machista, según la perspectiva occidental, en la que solo el hijo varón debería llevar el Tootoomee o Ihai de sus ancestros. Pero el tema es un poco complejo que merecería ser compartido ya en otro post.
Hay tantas explicaciones en donde se menciona, por ejemplo, que la mujer no puede llevar el Tootoomee de sus antepasados puesto que el día que se case, ya dejaría de pertenecer a la familia paterna y se convertiría en un miembro más de la familia de su esposo (o de su futuro esposo). Esta explicación es la más usada y "coherente", en comparación con las otras dos explicaciones posibles, y que menciono a continuación.
Una segunda explicación, un poco más académica (o hasta, "filosófica", diría yo), dice que tiene que ver con el concepto que tienen los okinawenses con respecto a la sangre y el semen y la relación padre-hijo, en donde el hijo está conectado con ambos padres por la sangre (llamada relación no agnática o "Gweeshichi" en uchinaguchi), pero solamente estaría conectado con su padre mediante el semen (relación agnática o "Shiji" en uchinaguchi), por lo que el hombre sería quien “únicamente” haría posible la continuación de la descendencia y de la familia (y por eso debe conservar el Tootoomee con él).
O especulando, quizás exageradamente, podemos tomar un hecho histórico como una posible explicación. Desde tiempos antiguos, se creía que la mujer era un ser impuro puesto que se la relacionaba con la menstruación y el parto (en ambos, la mujer pierde o elimina parte de su sangre, un elemento considerado como impuro en aquellos tiempos).
Y por todo esto, la mujer fue excluida de varios eventos dentro de la sociedad japonesa, sobretodo aquellos relacionados con la religión.
Por ejemplo, fueron excluidas de participar en rituales shintoístas o budistas, así como de ingresar a lugares “sagrados”, como los templos shintoístas y budistas para evitar el contacto con lo impuro ("kegare", en japonés) y el cual estaba “representado” por la mujer, puesto que su mismas capacidades naturales (de menstruar y dar a luz) las relacionaba estrechamente con la sangre.
Con respecto a esta última especulación, ¿habrá sido ésta una de las razones implícitas por las que la mujer no puede llevar un Tootoomee o Ihai, en donde se trata de evitar cualquier tipo de contacto con ellas, incluso negándoles la opción de llevar el Tootoome o Ihai de sus padres o abuelos? (porque recordemos que el ihai es uno de los elementos utilizados dentro de un butsudan, siendo éste, precisamente, de origen budista).
Pero, realmente, no sé, solo estoy pensando en voz alta. No he encontrado una fuente que lo diga expresamente. Pero, la teoría misma hace suponer que podría ser una posibilidad, ¿no?
Aunque, generalmente, en la práctica, la mujer (sea la oba o la mamá, o las hijas) es la que se encarga de atender el butsudan de la casa (ponerle las flores, servirles el ochato o té o limpiar el mueble en sí), se dice que es el hijo mayor o chounan el encargado de llevar o tener el Tootoome o Ihai de su padre y ancestros.
Aunque claro, en la actualidad, esta costumbre es más flexible (en caso que no haya un hijo varón en la familia, la hija puede llevar el Ihai sin problemas). Esta preferencia por el hijo mayor se debería a que él es quien se encarga de los preparativos del funeral y quien carga la fotografía o ihai del padre fallecido durante el camino al cementerio, según las costumbres funerarias japonesas. En sí, el chounan es el que asume el papel del padre ya fallecido, es decir, es el que lleva la mayor responsabilidad que sus otros hermanos.
Éstos otros, en cambio, cuando contraigan matrimonio o ya tengan un hogar formado, serían como las ramas de la línea paterna (es decir, de su padre ya fallecido) y en un futuro, cuando éstos fallezcan, pueden establecer su propio butsudan en su propia casa y ya no en la de sus padres.
En fin, eso ya es un tema para otro post, pero quise citarles algunas razones por las cuales se prefiere (o se acostumbra a que el hijo mayor lleve el Tootoomee o Ihai de la familia). En realidad, quise compartir en este post un cuento de Okinawa que trata de explicarnos (o quizás, de explicar a los más pequeños) el por qué tenemos un Tootoomee o Ihai en casa (dirigido, claro está, a los que tenemos un butsudan en casa).
NOTA: Las tablillas funerarias se denominan en japonés Ihai y en uchinaguchi (idioma de Okinawa), Tootoomee, pero como el cuento es de origen okinawense, prefiero utilizar el término en uchinaguchi, que sería " Tootoomee".
Bueno, seguramente, que éste último no es un cuento "tan" conocido como "La Cenicienta", pero cuando yo tenía 7 años, "El Flautista de Hamelín" fue el primer cuento que leí por mí misma. Lo leía y releía tantas veces que hasta me aprendía de memoria todos los diálogos. Y hasta mi mamá tenía que pegar nuevamente las figuritas al libro con cinta adhesiva por tanto uso (ya que mi cuento era del tipo “pop-up”, es decir, con imágenes desplegables).
A esa edad, nunca me he preguntado si era cierto o no que hubo una gigantesca plaga de ratas en un pueblo o si el flautista era realmente un exterminador de ratas que, metafóricamente, las encantaba.
En fin, solo leía el cuento porque me entretenía. Pero ya con los años uno cambia y ya dejamos de interesarnos en los cuentos infantiles y, más bien, si tenemos hijos o sobrinos pequeños, les leemos o dejamos que lean los mismos cuentos clásicos que alguna vez hemos leído cuando éramos niños.
Algunos cuentos son más crueles que otros; y algunos otros, más absurdos que el anterior. Pero aún así, seguimos con la costumbre de leerlos, de una generación a otra.
Muchas veces continuamos una costumbre, así como con los cuentos, pero ya con tantas generaciones encima o tiempos tan distintos, es fácil que se cambie algún que otro detalle. Y mientras tanto, la memoria hace de las suyas: hace que olvidemos, muchas veces, su origen. Pero, ¿sabían que los mismos cuentos infantiles pueden esconder hechos históricos? (y claro, muchas veces, son adaptados al público infantil con eufemismos o adornos literarios).
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La semana pasada había encontrado un cuento de Okinawa que relata el posible origen de los Tootoomee トートーメー (Ihai 位牌 en japonés). Los Tootoomee son las tablillas en donde están escritos los nombres de los parientes fallecidos y se colocan en el butsudan o altar budista).
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Quise comprobar si habían otras versiones, pero solo encontré una. A pesar de esto, no dudo que sea un cuento de Okinawa, puesto que la fuente de donde lo encontré es confiable). Así que mejor veamos de qué trata este cuento. Está escrito en un japonés simple y sencillo, como para que lo lea un niño, por lo que lo he traducido de manera libre, sin perder los detalles más importantes.
(LAS SIGUIENTES IMÁGENES SON DE PROPIEDAD DE NHK (うちなーであそぼ), A MENOS QUE SE INDIQUE LO CONTRARIO):
Había una vez, un hijo que no le gustaba trabajar. Se llamaba Sanraa サンラー y vivía en el pueblo junto con Anmaa アンマー ("mamá" en uchinaguchi). Anmaa, ya era una persona mayor, pero aún así, seguía trabajando en el campo.
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“Sanraa, a ti no te gusta trabajar y ya los años me pesan…”, dijo Anmaa cuando éste, con total desparpajo, le interrumpió diciendo: “No se preocupe, cuando usted ya no esté, ahí voy a ponerme a trabajar”.
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Anmaa, con la cabeza baja por la decepción y la pena por su hijo pensó “Ahh… por eso siempre falta dinero en casa. ¿Por qué mi hijo es así?... Cuando yo ya no esté, ¿qué pasará con él?"
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Tomó su capa y sombrero de paja para protegerse de la lluvia y salió de la casa para encontrarse en el camino con Sanraa y prevenirlo del peligro. La lluvia se volvió más fuerte y apenas se podía ver el horizonte.
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De pronto, Anmaa pudo ver a Sanraa al otro lado del río. “!Sanraa, no vengas aquí! ¡El río se ha desbordado y es peligroso que vengas aquí!”, gritaba Anmaa, pero la lluvia era tan fuerte, que parecía que callaba sus gritos.
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Sanraa no podía entender lo que Anmaa le gritaba desde lo lejos. “¡¿Qué?! ¡No la entiendo! ¡¿Dice que venga aquí?!”, fue lo que contestó a gritos.
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Anmaa intentaba con todas sus fuerzas prevenir a Sanraa para que no vaya por ese camino, pero fue en vano.
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Vino repentinamente una fuerte corriente de agua que apagó finalmente los denodados gritos de Anmaa. “¡Anmaa! ¡Anmaa!", gritó Sanraa al ver que el agua se estaba llevando a Anmaa.
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Anmaa había desaparecido y lo único que Sanraa pudo ver fue el sombrero de paja de Anmaa que colgaba de la rama de un árbol.
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“Anmaa, ya voy al campo. He cosechado bastantes naranjas y quiero que se las coma, ¿ya?"
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A partir de la desaparición de Anmaa, Sanraa se volvió un hombre muy trabajador y solía hablar en frente del Totoomee de Anmaa, como si ella aún estuviera en casa y le estuviera conversando.
Realmente, es una bonita historia, triste pero conmovedora, que nos cuenta sobre el posible origen de los Tootoomee o Ihai.
Al principio pensé que se refería a la costumbre okinawense de la sucesión masculina del Tootoomee o Ihai (en donde solo el hijo varón puede heredar el Ihai de sus padres y continuar con la tradición), pero, leyéndolo bien, se refería al Tootoomee en sí.
He estado leyendo algunas otras fuentes acerca del origen de esta tradición, que sería considerada como machista, según la perspectiva occidental, en la que solo el hijo varón debería llevar el Tootoomee o Ihai de sus ancestros. Pero el tema es un poco complejo que merecería ser compartido ya en otro post.
Hay tantas explicaciones en donde se menciona, por ejemplo, que la mujer no puede llevar el Tootoomee de sus antepasados puesto que el día que se case, ya dejaría de pertenecer a la familia paterna y se convertiría en un miembro más de la familia de su esposo (o de su futuro esposo). Esta explicación es la más usada y "coherente", en comparación con las otras dos explicaciones posibles, y que menciono a continuación.
Una segunda explicación, un poco más académica (o hasta, "filosófica", diría yo), dice que tiene que ver con el concepto que tienen los okinawenses con respecto a la sangre y el semen y la relación padre-hijo, en donde el hijo está conectado con ambos padres por la sangre (llamada relación no agnática o "Gweeshichi" en uchinaguchi), pero solamente estaría conectado con su padre mediante el semen (relación agnática o "Shiji" en uchinaguchi), por lo que el hombre sería quien “únicamente” haría posible la continuación de la descendencia y de la familia (y por eso debe conservar el Tootoomee con él).
O especulando, quizás exageradamente, podemos tomar un hecho histórico como una posible explicación. Desde tiempos antiguos, se creía que la mujer era un ser impuro puesto que se la relacionaba con la menstruación y el parto (en ambos, la mujer pierde o elimina parte de su sangre, un elemento considerado como impuro en aquellos tiempos).
Y por todo esto, la mujer fue excluida de varios eventos dentro de la sociedad japonesa, sobretodo aquellos relacionados con la religión.
Por ejemplo, fueron excluidas de participar en rituales shintoístas o budistas, así como de ingresar a lugares “sagrados”, como los templos shintoístas y budistas para evitar el contacto con lo impuro ("kegare", en japonés) y el cual estaba “representado” por la mujer, puesto que su mismas capacidades naturales (de menstruar y dar a luz) las relacionaba estrechamente con la sangre.
Con respecto a esta última especulación, ¿habrá sido ésta una de las razones implícitas por las que la mujer no puede llevar un Tootoomee o Ihai, en donde se trata de evitar cualquier tipo de contacto con ellas, incluso negándoles la opción de llevar el Tootoome o Ihai de sus padres o abuelos? (porque recordemos que el ihai es uno de los elementos utilizados dentro de un butsudan, siendo éste, precisamente, de origen budista).
Pero, realmente, no sé, solo estoy pensando en voz alta. No he encontrado una fuente que lo diga expresamente. Pero, la teoría misma hace suponer que podría ser una posibilidad, ¿no?
Aunque, generalmente, en la práctica, la mujer (sea la oba o la mamá, o las hijas) es la que se encarga de atender el butsudan de la casa (ponerle las flores, servirles el ochato o té o limpiar el mueble en sí), se dice que es el hijo mayor o chounan el encargado de llevar o tener el Tootoome o Ihai de su padre y ancestros.
Aunque claro, en la actualidad, esta costumbre es más flexible (en caso que no haya un hijo varón en la familia, la hija puede llevar el Ihai sin problemas). Esta preferencia por el hijo mayor se debería a que él es quien se encarga de los preparativos del funeral y quien carga la fotografía o ihai del padre fallecido durante el camino al cementerio, según las costumbres funerarias japonesas. En sí, el chounan es el que asume el papel del padre ya fallecido, es decir, es el que lleva la mayor responsabilidad que sus otros hermanos.
Éstos otros, en cambio, cuando contraigan matrimonio o ya tengan un hogar formado, serían como las ramas de la línea paterna (es decir, de su padre ya fallecido) y en un futuro, cuando éstos fallezcan, pueden establecer su propio butsudan en su propia casa y ya no en la de sus padres.
En fin, eso ya es un tema para otro post, pero quise citarles algunas razones por las cuales se prefiere (o se acostumbra a que el hijo mayor lleve el Tootoomee o Ihai de la familia). En realidad, quise compartir en este post un cuento de Okinawa que trata de explicarnos (o quizás, de explicar a los más pequeños) el por qué tenemos un Tootoomee o Ihai en casa (dirigido, claro está, a los que tenemos un butsudan en casa).
NOTA: Las tablillas funerarias se denominan en japonés Ihai y en uchinaguchi (idioma de Okinawa), Tootoomee, pero como el cuento es de origen okinawense, prefiero utilizar el término en uchinaguchi, que sería " Tootoomee".
FUENTES:
- トートーメーのはじまり(共通語)うちなーであそぼ NHK (Origen del Tootoomee(Idioma Estándar). Uchinaa de Asobo. NHK
- TAKEMARU, Naoko.Women in the Language and Society of Japan: The Linguistic Roots of Bias. McFarland. 2010.
- BAKSHEEV, Evgeny S. Becoming Kami? Discourse on Postmortem Ritual Deiication in the Ryukyus. Russian Institute for Cultural Research, Moscow, Russian Federation, Japan Review. 2008.
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