lunes, 29 de abril de 2013

Mi Oba Decía "Cántale a las Plantas"

Estos últimos días las he pasado relajada, tratando de pasar mis días libres haciendo lo que más me gusta, haciendo las cosas de la casa que no hice por falta de tiempo como limpiar la casa, ir a pagar la luz, agua, impuestos, etc. (sí, yo lo hago “a la antigua”, nada de pagos por internet, voy directo a los centros de pago caminando, aprovechando que están cerca de mi casa y así hago algo de ejercicio). 

Puro relax, por así decirlo, porque cuando tengo trabajo, puedo pasarme días, o incluso, semanas enteras sin ver la luz del sol (metafóricamente hablando) y muchas veces termino cansada y estresada. Pero no todo es trabajo, sino también tengo otras obligaciones, como lo del “problema” con una tía (como les comenté en un post anterior), que a veces superan mis fuerzas y termino más cansada y estresada que al final termino como un trapo viejo. Pero luego de unos días de descanso (es decir, cuando no tengo trabajo), repongo mis energías y nuevamente a la marcha. 

En esos días de descanso, hago lo que más me gusta: shopping y jardinería. ¿Jardinería? Sí, aunque muchas personas lo relacionen con hobbies de “gente mayor”, a mí me empezó a gustar hace dos años, justo en la época cuando mi familia y yo nos mudamos. A mi oba, también le gustaba la jardinería.
Vista del patio de mi casa (a falta de jardín...buenas son las macetas)
Son pocos recuerdos que tengo de ella, pero en mi casa aún conservamos un árbol que ella misma plantó, hace unos 20 años. Lo que recuerdo de mi oba es que ella le gustaba plantar flores en mi casa, a veces traía plantitas pequeñas o brotes de árboles (sea de los paseos que realizaba o que le regalaban sus amigas) para dejarlas remojadas en agua hasta que salgan las raíces y recién plantarlas en tierra firme. Pero también recuerdo que ella nos decía que si uno quería ver crecer una planta hermosa o que tenga unas flores de colores intensos, uno debe de cantarles, hablarles mientras las riega y no ir a verlas cuando uno está muy enojado. En esa época, pensaba que eran cosas de "mayores" (¿quién sería el loco que hablaría a una planta?"), pero hasta ahora sigo pensando que son cosas de "mayores" (eso de hablar a una planta, lo dejo para los "mayores"). 

Este es el único árbol que pudimos traer de la casa anterior, porque el resto de plantas que quedaron no valían la pena trasladarlas hacia la nueva casa. Queríamos traer solo lo bueno de esa casa, y eso incluía al árbol que nos vió crecer.
El "árbol de oba": solo quedaron las ramas y las pequeñas hojas (es un crotón).
Alrededor, plantamos hierbabuena, isabelitas, arbolito chino y algo de grass.

Este árbol, que sobrepasaba apenas el metro y medio, llegó a la casa siendo un pequeño arbusto, que mi oba, con paciencia, hizo que creciera frondoso, con muchas hojitas y ramas, pero ya en estos últimos años, fue perdiendo las hojas debido a las plagas y la falta de cuidado. Ya cuando nos mudamos, y empezamos a decorar la casa, plantamos nuevamente ese árbol en el patio, o mejor dicho, lo que quedaba de ese árbol, porque tuvimos que cortarle casi todas las ramas, pero compramos nuevas plantas para colocarlas alrededor del "árbol de oba", que es como lo llamamos en mi casa. 

Y así compramos plantas aromáticas, las típicas isabelitas (o chabelitas, como me dijeron en la tienda que compré). Estas últimas, mi oba las cultivaba en mi anterior casa, y no sé si sean la razón o inspiración para su nombre de bautizo, porque mi oba se puso Isabel cuando se bautizó en el Perú. Y así de la nada, poco a poco, empezó a gustarme la jardinería, y fui comprando nuevas plantas en la nueva casa, hasta el día de hoy. El hecho de escoger una planta; coger la tierra con la pala o las manos; cortar el pasto, darle forma o simplemente regarlas, es una actividad muy relajante, no sé si será porque uno dedica toda su atención en eso que se olvida de todo lo demás, o simplemente, porque uno regresa a lo básico, a la naturaleza. O será porque uno cuida algo que tiene vida y al final ve los resultados: una planta sana y hermosa. No sé. 

Algo de color en la casa: una de las buganvillas

A veces, lo más sencillo es lo que más gratificaciones nos da. Muchas veces por el trabajo y la vida misma, nos olvidamos de aquellos detalles o “simplezas” que nos alegra el espíritu (o que por lo menos, calma) y que con nuestro oji u oba compartíamos de pequeños, como plantar algo, cantar a las flores (bueno, en mi casa siempre me decían eso), sentarse en el parque, tirar piedritas al mar en las salidas dominicales a la playa …en fin, tantas cosas que antes hacíamos de niños, pero ya no lo hacemos. A veces es bueno recordar el pasado, sobretodo lo bueno, que muchas veces puede ayudar a uno en su vida diaria, como en mi caso, el amor por las plantas de mi oba y cómo me ayuda a relajarme.

domingo, 28 de abril de 2013

El Peculiar Concepto de la Belleza en el Antiguo Japón (parte I)

Hace poco vi la foto de una mujer japonesa muy sonriente, pero a pesar de su cándido rostro, me pareció un tanto bizarra y hasta escalofriante, porque tenía los dientes teñidos de negro; por lo que decidí investigar un poco más sobre esta “moda”, que más adelante descubrí que no era una moda pasajera, sino una costumbre que ha perdurado por varios siglos en Japón, junto con otras costumbres que, para la época, eran consideradas de buen gusto y de uso generalizado.
Seguramente habrán otras costumbres que se relacionen con la forma de vestir o la apariencia personal (sobretodo en los pueblos más alejados de Japón), pero a continuación, les mostraré algunas de ellas, que al parecer son las más conocidas. 

OHAGURO  お歯黒
OHAGURO (o = prefijo de respeto, ha= dientes, guro = color negro) es el término con el que se denomina a la técnica de pintarse los dientes de color negro y que se practicó en Japón desde el periodo Heian (años 794 a 1185) hasta el periodo Meiji (1868-1912), aunque existe evidencia que sustenta que su práctica es mucho más antigua, incluso que datan del periodo Asuka (aproximademente siglos VI-VIII). El término más utilizado y conocido es ohaguro, que fue utilizado por la gente del pueblo; aunque también se le conocía como “fushi mizu”, entre las personas de la realeza. Otros términos también utilizados son “kane”, kanetsuke” y "hagurome”, así como tesshoo y dashigane u okane, dependiendo del tipo de preparación que se utilizaba para el teñido. Algunas mezclas incluían un preparado a base de virutas de hiero oxidado remojadas en vinagre y nuez de agallas, o de la corteza de un árbol, entre otras.

 Se dice que esta moda fue impuesta por la emperatriz Genmei, aunque no se sabe con certeza el origen exacto de esta práctica, si fue importada de un país vecino, puesto que la práctica de ennegrecimiento de los dientes también puede verse en otros países del sudeste asiático, como Vietnam, Indonesia, Filipinas e incluso americanos, como la tribu de los Chontaquiros o Piros del Perú, que justamente deben su nombre a la planta Chonta y a Quiros, que significa Dientes, porque utilizan dicha planta para teñirse los dientes de color negro para que se conserven mejor. 

Sea cual fuere su real origen, esta práctica tuvo como finalidad, en un principio, de proteger los dientes contra las caries, puesto que la mezcla con la que se realizaba el ohaguro actuaba como un sellante. Pero con el paso del tiempo, fue adquiriendo una mayor importancia dentro de la sociedad, como una forma de indicar el inicio de la pubertad entre los niños y niñas de la aristocracia y de la clase guerrera (samurái). Además de estos fines, el ohaguro tenía otra finalidad, más subyacente a la ideosincracia animística de la época, porque al tener los dientes de color negro, se podía diferenciar a una demonio femenina de una mujer humana, porque los animales y espíritus malignos poseen colmillos blancos. Aquí también cabe mencionar que el ohaguro puede explicar el motivo por el que las mujeres japonesas se cubrían la boca cuando se reían (e incluso hay personas que aún lo hacen). Se decía que la inexpresividad de las emociones era una virtud practicada entre la clase acomodada, por lo que la sonrisa o la risa debería estar "disimulada" perfectamente con unos dientes teñidos de negro, pero como el ohaguro ya está en desuso, el cubrirse la boca con la mano al reirse, supliría inconscientemente la ausencia del "ohaguro" en los dientes; aunque hay otros que argumentan que simplemente, es una forma de expresar inconscientemente la timidez de una persona.

Asimismo, se dice que el ohaguro era practicado como una forma de embellecer el rostro, puesto que ocultaba los dientes, que era la parte visible del esqueleto y que estaba relacionado con la muerte. Antes del siglo VIII, esta costumbre era practicada por hombres, mujeres y niños de la nobleza, pero a partir del periodo Nara (710-784) solamente fue practicada por mujeres casadas, por influencia de la cultura china, predominante por aquella época en Japón, que no seguía esta tendencia. Ya en el periodo Heian, el ohaguro fue practicada por mujeres más jóvenes, antes del inicio de la pubertad y posteriormente, nuevamente los hombres de la nobleza también se incluyeron en esta costumbre elitista. Y como toda tendencia, la práctica del ohaguro se amplió a hombres y mujeres de la nobleza incluso después de haber alcanzado la pubertad; asimismo, se incluye a la clase guerrera (samurái), sean niños, mujeres y hombres. 

Ya por el siglo XIV, esta moda se impuso a todas las clases sociales, salvo los burakumin o los marginados de Japón. Durante el periodo Edo, las mujeres practicaban esta costumbre a la edad de catorce años, mientras que los hombres, a los quince o dieciséis. Sin embargo, con la restauración Meiji, que es cuando Japón abre sus puertas al mundo, se dicta un decreto imperial en 1870 en donde se prohíbe a los nobles que se tiñan sus dientes de negro. Y tres años después, la emperatriz se mostró en público con los dientes blancos, sin teñir, haciendo que las mujeres de la nobleza siguieran rápidamente su ejemplo, aunque las mujeres del pueblo continuaron esta tradición por más tiempo. Este cambio en la moda, coincide con la apertura de Japón al mundo, en donde Japón ya no solo estaba expuesto a la tecnología y conocimientos foráneos, sino también a los cánones de belleza occidentales.

FUENTES (click en los títulos para acceder al texto original):

LA SANBASAN (PARTERA) "MÁS FAMOSA" EN LA LIMA DE LA PREGUERRA: LA SANBASAN TOKESHI

La foto que muestro fue tomada el 27 de febrero de 1930.  Es una vista del patio de Lima Nikko en una ocasión especial.  En ese día, hubo un...