Seguramente muchos de nosotros hemos escuchado hablar acerca de las momias. Pero no solamente me estoy refiriendo a aquellas que comúnmente hemos visto por la televisión, como aquellas llenas de vendajes blancos saliendo de alguna tumba egipcia (como la que hemos visto cuando niños por la televisión), sino aquellas más reales, como por ejemplo, como la momia Juanita encontrada en la década de los 90 en Arequipa (Perú), las momias de los monjes en Palermo (Italia) o las de Guanajuato en México.
En casi todo el mundo se han encontrado muchas momias, o mejor dicho, cuerpos de personas que han fallecido pero que han conservado intacto la mayor parte de su cuerpo, incluso hay algunas momias que conservan sus órganos internos incorruptos. ¿Y cómo es que han podido sobrevivir en el tiempo hasta nuestros días? “Muy sencillo”: Estas “momias” antes de serlos, fueron seres humanos que fallecieron pero sus cuerpos no se han podrido (para ser más explícitos).
Estas muertes fueron como consecuencia de sacrificios realizados a los dioses o simplemente por causas naturales, pero que por medio de técnicas de preservación realizadas con el fin de convertirlos en deidades terrenales o por condiciones atmosféricas que facilitaron su conservación (por ejemplo, por encontrarse en lugares donde la temperatura no supera los menos 10 grados), lograron convertirse en momias.
El caso que me llama más la atención son las momias japonesas, llamadas momias Sokushinbutsu. Sokushinbutsu 即身仏 significa “convertirse en Buda estando vivo”, y aunque esta traducción de por sí ya suena algo extraño y hasta tétrico, suena aún más escalofriante saber cómo era este proceso.
La práctica del Sokushinbutsu empezó en el siglo 11 y fue traído desde China a Japón como parte de las costumbres tántricas de la escuela Budista Shingon, pero por lo bizarro de esta práctica, fue abolida en Japón en el siglo 19. Se estima que muchos intentaron esta práctica, en su deseo por alcanzar la iluminación espiritual, pero solamente lo lograron 28 monjes, es decir, solo 28 monjes lograron convertirse en momias, mientras que los otros, se convirtieron en simples cadáveres terrenales, pero que fueron sepultados con veneración por el sacrificio realizado.
Se dice que con este sacrificio se pretendía aliviar la furia de los dioses y evitar desgracias en el pueblo. Por eso se cuenta que muchos aspirantes a Sokushinbutsu se arrancaron un ojo porque en ese tiempo había una enfermedad que afectaba la vista de los pobladores de esa zona.
Convertirse en un Sokushinbutsu o “Convertirse en Buda estando vivo” era un proceso muy doloroso para el que lo practicaba, puesto que tenía que someterse a una dieta muy rigurosa cuya única finalidad no era sobrevivir con una cantidad mínima de alimento, sino todo lo contrario, prepararlo para su propia momificación en vida. imagen: http://www5f.biglobe.ne.jp/~syake-assi/newpage147.html |
El monje debía de realizar tres etapas principales:
- En la primera etapa, que duraba unos 1000 días, en donde el monje cambiaba sus hábitos alimenticios por una completamente drástica, en donde eliminaba todo tipo de comida con excepción de semillas o frutos secos, con el fin de perder la mayor cantidad de grasa corporal, que es lo que facilitaría la descomposición del cuerpo, algo que se quiere evitar.
-En la segunda etapa, que duraba otros mil días, es cuando el monje se “alimenta” únicamente de raíces o corteza de pino y empezaban a tomar té de urushi, para eliminar sus fluidos corporales a través de la sudoración, la orina, o el vómito. Este té era bebido para hacer que el cuerpo se vuelva venenoso para las lombrices y otros parásitos propios del proceso de descomposición. Ya para esta etapa, el monje había perdido considerable masa muscular y había perdido casi todas sus fuerzas, pero aún conservaba las necesarias para dedicarlas en meditaciones y cánticos sagrados.
-En la tercera y última etapa, ya el monje siente intensos dolores físicos productos de la ingesta del venenoso té, y aquí es donde es enterrado vivo y pasa sus últimos días en una tumba preparada especialmente para él, con un tubo bambú para que entre el aire y así poder respirar y en donde puede reposar en posición de loto (sentado con las piernas cruzadas) y esperar la muerte. Todos los días debe de tocar una campana que se encontraba en la tumba para así avisar a los otros monjes que se encontraban en la superficie que aún estaba con vida.
Cuando ya no escuchaban la campana, retiraban el tubo de bambú y sellaban la tumba. Después de 1000 días, nuevamente la abrían para verificar que el cuerpo ha permanecido incorrupto, es decir, si el cuerpo se ha convertido en una momia.
En Japón, existen templos donde se puede ver a estos Sokushinbutsu, que ahora son adorados, pero que para muchos de nosotros, los de Occidente, sería algo incomprensible e interesante. Lo que me parece interesante, era el hecho que estos monjes aspirantes a Sokushinbutsu pudieron soportar tantos años aislados y en ese aislamiento, realizar esta práctica sabiendo que todo ese sacrificio era únicamente para preparar su propia muerte.
Pienso que los mantras que recitaban y las largas horas que dedicaban para la meditación profunda durante todo el tiempo que duraba este proceso de “auto-momificación”, ayudaban a eliminar la ansiedad que podría provocar este auto-encierro. Y no solo creo que el grado de concentración que podían alcanzar estos monjes era tan alta que podría eliminar la ansiedad, sino que además, muchas personas afirman que el poder de la mente de estos monjes era tan poderosa que podía haber ayudado a la conclusión satisfactoria de este proceso, por ejemplo, ser capaz de elevar la temperatura corporal a tal grado que podían eliminar los fluidos corporales más rápidamente y así, evitar la descomposición posterior.
FUENTES:
http://www.sodahead.com/living/sokushinbutsu-the-art-of-self-mummification/question-2238437/
http://www5f.biglobe.ne.jp/~syake-assi/newpage147.html
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