Después de casi 2 meses vuelvo a postear algo nuevo. El tiempo es el peor tirano que puede haber y en mis pocos momentos libres, los he dedicado a descansar y resolver varios asuntos familiares pendientes.
No sé si será el último post que publique en este blog, el que me ha dado una oportunidad para compartir mis vivencias y también, muchos aspectos que muchos de nosotros desconocíamos acerca de la cultura japonesa (por ejemplo, los orígenes japoneses de Jesús o la misteriosa escritura de Okinawa, entre otros temas). Pero no solamente eso, sino que me dio la oportunidad de conocer a diferentes personas con quienes compartimos un mismo interés: reconstruir nuestra historia, es decir, nuestro pasado peruano-nikkei.
El hecho de mantener un blog es muy disciplinado, porque hay que tratar de publicar lo más frecuentemente posible en el blog y así mantener el interés por nuestro blog a nuestros seguidores. Pero, en mi caso y como pasa en la mayoría de bloggers, el blog solo es un pasatiempo ad-honorem, y hay que darle prioridad a una obligación mundana que es un "bien necesario": el trabajo, y que muchas veces (y como en mi caso como freelance), consume casi todo nuestro tiempo.
En fín, no quisiera dejar este blog abandonado y tal vez, dejar de postear sin decir nada, pero quisiera compartir con ustedes una vivencia que ha sido un cambio grande en mi vida y que seguramente, a muchos de nosotros nos ha pasado (o tal vez, a pocos de nosotros).
En un post anterior conté sobre el motivo por el cual mi familia y yo decidimos continuar teniendo un butsudan en casa y por un problema "ajeno" a nosotros, tuvimos que mudarnos a una casa nueva.
Mi casa anterior era grande, pero a pesar de la amplitud siempre era oscuro por dentro. Mi casa anterior tenía ventanas en todas partes, igual que en mi casa actual, pero siempre se sentía cargado (como si tuviera un aire enrarecido) el ambiente. Mi casa anterior, a pesar que la habíamos redecorado con muebles nuevos, siempre se veía triste y pobre. ¿Por qué? Muchas personas me dijeron lo mismo: tu casa está “cargada”. Mi casa anterior estaba cargada, no con los típicos "fantasmas" que te hacen "¡¡bu!!", sino cargada de envidia. "Envidia", una palabra que muchos conocemos, pero pocos saben que con la envidia ajena, también se puede destruir una familia. Una envidia que nace de unas personas que viven alrededor nuestro y que quisieron "destruirnos", pero no sabían que mi familia y yo contamos con la mejor protección de todo: el butsudan.
En el post anterior, comenté cómo a través de sueños, me advertían acerca de lo que esas personas "pensaban" sobre nosotros. En esa época fue que descubrí que tenía sensibilidad y que mi sexto sentido era mi mejor protección personal. Bueno, después de toda esa experiencia "paranormal" (y en donde el butsudan de mi papá también fue el principal protagonista), al fin encontramos la casa "elegida" y ya pudimos mudarnos.
Yo la llamo así, la casa elegida, porque mi hermano y yo tuvimos un sueño muy parecido antes de encontrar la casa. Ambos soñamos que estábamos caminando en una calle estrecha, con casas de solo dos pisos y nada de edificios. En mi sueño, veo esa misma calle estrecha, pero al final de ella, veo una casa blanca, con ventanas y puertas que se asemejaban mucho a un rostro (es decir, con los ojos y la boca y el tejado, que parecía sus cejas). Mi hermano, no vio esa casa, sino veía una cruz al final de esa calle.
Recién vamos a cumplir un mes en la casa nueva, y en uno de esos trajines que hicimos de aquí para allá, mi hermano y yo regresamos en un taxi de noche y ya muy cerca de la casa, vimos que hay una calle paralela a la casa que "coincidentemente" se parecía mucho a la calle estrecha de nuestros sueños, y al final de esa calle, había una casa que sobresalía entre todas porque era la más grande y la que estaba al final de esa calle estrecha. Era blanca y tenía ventanas y un pequeño tejado que se parecía mucho a una cara. ¿Coincidencia? Al día siguiente, mi hermano y yo regresamos a esa calle, ya de día, y caminamos por toda esa calle y al final de esa calle, hay una iglesia. La iglesia que estaba representada por una cruz en el sueño de mi hermano. Nos quedamos sin palabras.
Ya en la casa elegida, ya nos hemos instalado y nos va bien. La casa tiene "nuevos aires", la sentimos más fresca, está más iluminada, y con los mismos muebles que habíamos usado en la casa anterior, la hemos decorado y aquí se ven más lindos.
La parte triste de esta historia, es que si bien nos hemos mudado y sentimos ese cambio de ambiente y de personas, que era tan necesario, hemos perdido a dos seres muy queridos.
Uno de ellos no ha muerto, pero su enfermedad (a consecuencia de una extraña caída por las escaleras de la casa anterior), hace que no nos reconozca y sea totalmente dependiente. Y el otro ser querido, fue nuestro perrito. Un perrito que falleció con una extraña enfermedad y su muerte fue muy rápida. Primero estaba perdiendo la vista (como cualquier perrito de más de 10 años), y a pesar de eso, seguía siendo tan juguetón. A una semana de mudarnos, se cayó de las escaleras (seguramente, porque ya no podía ver muy bien) y ahí empezó su sufrimiento. Poco a poco se iba debilitando y tuvo una enfermedad muy extraña, según el veterinario, “un caso atípico”. Sus últimos días, la pasó entre sondas y tratamientos, pero al final, murió. Por esos mismos días, mi familiar (que es mi tía), se puso muy mal y ya no nos reconocía.
A pesar de todo eso, no podíamos quedarnos un día más en esa casa, y nos mudamos el día que ya habíamos decidido. Los días pasaron y actualmente, estamos bien, como se dice, “la tranquilidad no tiene precio”. A mi tía (quien es la que vivía junto con mi familia y la que se cayó de las mismas escaleras desde donde se cayó mi perrito), tuvimos que internarla en una casa de reposo. La atienden muy bien, e incluso se ha hecho algunos “amigos” (pacientes con su misma enfermedad). Ayer la visitamos y la veíamos mucho mejor, está más atenta, más despierta y ya no tiene aquél extraño dolor (de la cual siempre se quejaba en la casa vieja).
Lo único triste es mi perrito, aquel que nos acompañó durante más de diez años, y que lo recogimos de la calle, enfermo y sin un hogar. Pero, después de consultar con varias personas, incluso con una yuta (guía espiritual o “chaman” okinawense), nos hemos dado cuenta que nuestro perrito “absorbió” lo malo de la casa (se dice que los animales y las plantas, así como los niños, son más sensibles que los adultos). Pero, las “coincidencias” abundan en nuestro caso que parece que fue por eso (puede ser que exista una explicación lógica a esto, pero hasta ahora, nadie puede explicarnos).
Hemos trasladado el butsudan, tanto de mi papá como de mi oba (uno de mi familia paterna, y el otro, materna) a la casa nueva. Llamamos a una yuta para que hiciera la misa (budista) y así, “pedir permiso” a mi papá y a mi oba para hacer el traslado, y ya en la casa nueva, junto con la yuta, armamos nuevamente el butsudan. Uno de los butsudan está en el comedor y el otro, en la sala.
Pero, por la falta de espacio y sobretodo, porque aún nos recomiendan que no tengamos dos butsudan en una misma casa, hemos conversado con una tía (hermana de mi mamá) para que cuide el butsudan de mi oba. Para eso, vamos a hacer otra misa y pronto enviaremos el ihai (tablita donde está escrito los nombres del difunto) hasta Japón.
Lo que si me gustaría mencionar, no sé si a manera de anécdota, es que nosotros ya sabemos, o mejor dicho, ya hemos experimentado eso que muchas personas nos dicen “el butsudan cuida”.
No solamente por los “accidentes” que hemos tenido, sino por lo que hemos sentido al regresar a la casa vieja sin los butsudan.
Como todo el proceso de la mudanza ha sido muy rápido, nos hemos olvidado varias cosas para la nueva casa, como ropa, algunos libros, etc.
Cuando hemos ido a la casa vieja últimamente, de solo entrar, sentía el ambiente demasiado cargado. No podía respirar y parecía que me estaba ahogando. Me dolía mucho la cabeza y esa tarde, al regresar a la casa nueva, no podía trabajar y me quedé descansando en la cama (tenía un fuerte dolor de estómago y náuseas).
Pensé que era porque no había comido nada y por eso me sentí mal, pero a la segunda vez que fuimos, mi hermano y yo nos sentimos mal nuevamente, y nos dolía nuevamente la cabeza. A pesar que las ventanas están abiertas, no sabemos por qué el ambiente está tan enrarecido.
Antes de esas dos visitas, cada vez que íbamos a la casa vieja, no sentíamos “casi” nada. Todo era “normal”. Antes de esas dos visitas, aún estaban los dos butsudan en la casa vieja.
Luego que hicimos el traslado de los butsudan, la sensación que sentimos en la casa vieja es la de “aire enrarecido”, “soledad”, “algo que no hay vida” (a pesar que aún vive un familiar), “tristeza”, “algo viejo”. Algo muy raro que nunca la habíamos sentido antes y ahora me pregunto, ¿cómo hemos podido vivir así tantos años?
Coincidentemente, con los butsudan en casa, nunca hemos sentido eso, aún después de hacer la mudanza y vivir varios días en la casa nueva, y recién cuando ya no hay butsudan en la casa vieja, experimentamos esa desagradable sensación. ¿Será que realmente, el butsudan de mi papá o de mi oba nos había protegido?