viernes, 18 de abril de 2014

El Corte de Cabello (Un Recuerdo de Infancia, entre furoshiki, periódicos y un peine "mágico")

Deje su mensaje, después de la señal”. Era lo único que podía escuchar antes de colgar el teléfono. Nadie contestaba. ¿Y si iba de frente? Ni hablar. De seguro que estaría cerrado. Ni modo, creo que tengo que esperar hasta mañana.

Después de varias llamadas sin respuesta, me quedé con las ganas de ir a cortarme el pelo. Ya será mañana, porque supongo que mañana sí abrirán. Mientras espero que sea mañana, llevaré el pelo recogido y creo que con eso no se notará mucho (aunque sea hasta mañana). 

Solo quería cortarme las puntas y literalmente, eso fue lo que hice: cogí las tijeras del escritorio y, pacientemente, fui cogiendo mechón por mechón y ¡zaz!, cortaba las puntas que veía que estaban abiertas. Iba siguiendo la forma del corte que ya tenía y que, felizmente, me lo hicieron en la peluquería. 

Pero ni los tutoriales del youtube ni las revistas de moda me sirvieron para cortarme las puntas, aunque sea de forma decente. Esos pocos centímetros que quise cortar, creo que se convirtieron en mechones disparejos que llenaron rápidamente el tacho del baño. 
Por suerte, me di cuenta a tiempo y solo pude cortarme las puntas de la nuca, porque sino, otra hubiera sido la historia. 

Creo que con el cabello sujeto, no se notará mucho ese corte zigzagueante (al menos hasta mañana). Pero eso sí, ni más vuelvo a cortarme sola, ni siquiera las puntas. 
Felizmente, que tengo bastante cabello con la que puedo cubrir, incluso, mi propio orgullo.

Cada vez que voy a la peluquería a cortarme, termino dándome cuenta que tengo mucho cabello. Ni bien salgo de pagar en la caja, veo cómo la chica de limpieza empieza a barrer mis mechones de cabello, que ya viéndolos tirados en el suelo, me hacen recordar mi niñez. 

Recuerdo que mi mamá me cortaba el cabello hasta que yo tenía unos 10 años. En aquellas épocas estaba de moda un peine de plástico en donde se insertaba unas cuchillas o Gillete, como comúnmente las llamábamos. Mi mamá solo pasaba ese peine entre mis cabellos, como si estuviera peinándolos y con cada pasada, veía cómo caían al suelo varios mechones de cabello. 

Atrás, a los costados y al final, terminaba cortándome el cerquillo. Siempre era el mismo corte al que yo llamaba “casquito”. “No te quejes, que te queda bonito”, era lo que decía mi mamá cada vez que terminaba de cortarme. “Kawaii” era lo que me decía mi oba, aunque de lejos podía escuchar a mis hermanos mayores riéndose a escondidas. 

Como yo era muy pequeña para ir a la peluquería, tenía que resignarme al peine “mágico” de mi mamá. Siempre le decía “¿Por qué tan chiquito aquí?” “Está feo”, pero, al final, me resignaba. Me ponía una vincha o unos ganchitos a los costados y con eso se arreglaba algo el corte. 

Recuerdo que mi mamá me colocaba una capa alrededor del cuello (cogía uno de los pañuelos que mi oba usaba como furoshiki en sus reuniones) y la sujetaba con un imperdible. Colocaba unos periódicos debajo de mi silla y ya estaba lista para cortar. 
Primero atrás, luego a los costados, y al final, el cerquillo. Siempre eran los mismos pasos. Parecía que lo hacía de memoria, como si estuviera repitiendo unas instrucciones en donde necesariamente tenía que empezar por la nuca, luego por las orejas y al final, en la frente. 

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Mi oba y mi mamá de pequeña
Yo, cuando tenía unos 5 años
Mientras me cortaba, me contaba “ese corte es el mismo que oba me hacía cuando yo era pequeña”. Y es verdad. Al ver las fotos de su infancia, junto con sus hermanas, pude ver que todas tenían el mismo corte, muy parecido al “casquito” que yo solía usar de niña. En aquellas épocas, no había peines “mágicos”, solo tijeras y navajas. 


Mi mamá recuerda que mi oba les cortaba el pelo en la casa, usando unas tijeras de costura. Un peinado fácil de hacer. Pero, eso sí, no podía faltar el cerquillo. “Seguro era para que nos pareciéramos a un kokeshi”, era lo que me dijo mi mamá. Ya con los años, las niñas crecieron y la vanidad no se hizo esperar. “¡Ya vengo. Voy al salón!”, era lo que decían a mi oba cada vez que iban a cortarse el pelo o hacerse una permanente. 

Después de unas horas, regresaban a la casa con el cabello corto y permanentemente enrulado. Y así se veían lindas. En cambio, ahora, muchas pensarían dos veces en hacerlo. Pero así era la moda de antaño, en que una “permanente” significaba colocarse ruleros por toda la cabeza y colocarse debajo de una secadora gigante -como si fuera un tazón invertido- por unas horas, hasta tener ese permanente tan deseado, que cuando era niña, siempre me hacía recordar a una coliflor y hasta recuerdo, que había una tía que siempre se hacía ese tipo de permanente, al que siempre llamábamos "peinado de coliflor". Pero, ahora, una “permanente” significaría, más que nada, un alisamiento permanente, en donde se trata de tener el cabello lo más largo y liso posible. ¡Cómo cambia la moda¡ ¿no? 

Recuerdo también, la época en que la vanidad también tocó a mi puerta, o más bien, a mi cabeza. "¡Ya no! Mejor, llévame a una peluquería" fue lo que le respondí a mi mamá al verla coger el furoshiki de mi oba y el "peine mágico" cuando le dije que quería cortarme el pelo. ¡Qué podía hacer!, yo tenía unos 13 ó 14 años y ya no se vería bien seguir usando el peinado de "casquito". No recuerdo cuál fue la primera peluquería a la que había ido, pero seguramente que no era muy buena, porque aún conservo las fotos de aquellas épocas y, realmente, prefiero mantenerlas bien guardadas.

Ya a medida que iba creciendo, fui cambiando de peluquerías, y ya no iba tanto a las que quedaban a la vuelta de la casa. Iba a las que estaban un poco más lejos de casa, a las que iban mis amigas del colegio. Cada vez que iba a una peluquería (o "salones de belleza”, como mi mamá seguía llamándolas), mi mamá no se cansaba de repetirme que “hay que escoger un salón de belleza que no sea ni caro ni barato” o que “hay que fijarse que los peines estén limpios” y otros consejos por el estilo que no están demás. 

En cambio, cuando era niña, esa vanidad no era (tan) necesaria. Apenas bastaba unos periódicos, un furoshiki y el peine "mágico" de mamá.
Ahora, más bien, tengo que esperar que pase este feriado para ir a la peluquería a cortarme mis puntas. ¡Cómo pasa el tiempo¡, ¿no?

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KAWAII= "lindo", "bonito" en japonés


KOKESHI= Muñeca japonesa hecha de madera, sin extremidades.
(Imagen tomada de: Japanese Souvenirs Tokyo Treasures )










FUROSHIKI=tela cuadrada utilizada en Japón para envolver y transportar paquetes pequeños, regalos, etc.
(Imagen tomada de Chiso)



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