martes, 9 de diciembre de 2014

El origen del Kajimayaa: ¿Podemos despistar a la muerte con una celebración?

Hay un antiguo proverbio okinawense que dice: 
“A los 70 años, aún eres un niño; a los 80, un joven. Y si a los 90 alguien del cielo te invita a que vayas allá, pídele que espere hasta que cumplas los 100 años".[1] 

Imagen tomada de:
琉球村・道ジュネー
Realmente, tiene mucho de cierto. ¿Quién acaso no ha escuchado decir a alguien: “Todavía es una “jovencita”, al referirse cariñosamente a una señora de unos 60 años o el comercial de una conocida cadena de farmacias limeña que ofrece descuentos a los “Jovencitos Mayores de 50”? 

Actualmente, es casi común ver en Japón o en Okinawa a personas que pasan fácilmente los 80, 90 e incluso, los 100 años con buena salud y vitalidad de acuerdo a su edad (o quizá muchos de nosotros tenemos a un oji o a una oba longeva en casa), por lo que creo que sería difícil definir cuándo comienza esa “tercera edad”, como antiguamente se les conocía a los “jovencitos mayores de 50”. 

He conocido a personas que pasan incluso sus 70 primaveras pero aún así, mantienen una vitalidad tan contagiante que no tendría nada que envidiar a alguien de 30. Realmente, hay personas que temen a la vejez, pero creo que el secreto está en que para poder disfrutarla, hay que saber cómo vivirla, porque lo que realmente importa no sería la edad, sino cómo uno se siente por dentro. 

Recuerdo que mi oba decía que era importante celebrar los cumpleaños porque al hacerlo, uno se aseguraba una buena salud y, por lo tanto, una larga vida. Para ella, ser un año más vieja, era como una bendición, puesto que compartía un año más con su familia. 
Aunque mi oba tenía sus achaques propios de la edad, creo que se sentía orgullosa de su edad, porque aunque no lo decía, recuerdo que ella siempre mostraba con orgullo sus cabellos canos. Y cada vez que alguien le preguntaba “¿Cuántos años tiene?”, ella no ocultaba su edad, al contrario, siempre decía su edad real. “¿Para qué voy a mentir?, si parezco de menos", era lo que siempre contestaba cuando alguien resaltaba su sinceridad. 

Con esa misma inocencia en sus respuestas, casi como la de un niño, mi oba se hacía querer bastante entre la familia y hasta con los amigos. Como decía mi mamá: "Ya cuando uno es viejo, se vuelve como un niño". 
¡Qué curioso!¿No?, da a entender que si uno envejece, paradójicamente, sería como si uno estuviera metiéndose a la fuente de la juventud y volviera a ser otra vez un niño, aunque solo de espíritu, como sucede también en el Kajimaya


UNA ANTIGUA COSTUMBRE QUE NACIÓ EN OKINAWA Y SE PRACTICA EN EL PERÚ 
El Kajimayaa es una antigua costumbre okinawense en donde la persona agasajada celebra sus 97 años de vida en un día distinto a su onomástico, que sería el séptimo día del noveno mes del año (7mo día de setiembre), según el calendario lunar. 
Actualmente, es una costumbre que se celebra con la familia y la comunidad en Okinawa, a diferencia de Perú, en donde también se celebra, pero de una forma no tan abierta, sino solo entre la familia, los amigos y conocidos. 

Generalmente, se realiza en un local grande (como en las instalaciones de la APJ o de la AOP) en donde no faltan las presentaciones artísticas típicas de Okinawa como danzas tradicionales o música en vivo y abundante comida okinawense. 
En esta fecha, la persona agasajada usa un traje especialmente hecho para la ocasión, generalmente de un color rojo o amarillo brillante. 


Imagen tomada de: 
Yaeyama Mainichi Shinbum 八重山毎日新聞
En Okinawa, la escena sería casi similar, solo que allá se incluye un pequeño desfile, en donde las personas agasajadas son las protagonistas y se pasean en un auto descapotado por algunas calles del pueblo, para que la gente pueda verlas y saludarlas. 
Como parte de su atuendo para esta ocasión, llevan consigo un Kajimayaa (o “molino de viento” en uchinaguchi), tal y como si fueran unos niños con su juguete, porque, como así me decía mi mamá: "Ya cuando uno es viejo, se vuelve como un niño". 

El Kajimayaa representaría así un retorno simbólico a la infancia, en donde se desea una vida larga y saludable a la persona agasajada. Como “es bueno celebrar los cumpleaños” (así como decía mi oba), en la cultura okinawense se acostumbra celebrar los Tushibii, como el Kajimayaa, puesto que son las edades consideradas como especiales, que comienza a los 13 años y luego, en múltiplos de 12 (25, 37, 49, 61, 73, 85 y 97 años)[2].


Imagen tomada de:
エンタ魂 Entertainment Mabui
Pero, ¿Por qué se dice que uno vuelve a ser un niño a los 97 años? ¿Por qué en Okinawa se acostumbra hacer desfiles en donde la persona agasajada recorre las calles? ¿Por qué esta celebración se le conoce como “Kajimayaa”?... Bueno, son algunas dudas que seguramente muchos de nosotros tenemos acerca de esta celebración. 

Pero como ya pasaron aquellas épocas en que si no entendíamos algo, teníamos que conformarnos con aceptar lo que nuestros abuelos nos decían porque "así es la costumbre y punto", estuve buscando algo de información que pudiera responder a casi todas esas dudas y creo que lo encontré. 


MUKASHI MUKASHI ARU TOKORO NI…(**)
Hay un antiguo cuento okinawense[3] que relata el origen del Kajimayaa
Hace mucho tiempo en Okinawa había un árbol tan alto que llegaba hasta el cielo. Un día, el Dios del Cielo encontró ese árbol y decidió bajar a la Tierra a través de él. 

Ni bien ya estaba cerca del suelo, saltó del árbol y cayó en un lugar que tenía mucha arcilla de consistencia muy suave. Al ver que había mucha de esa arcilla, se dijo a sí mismo: “Esta es una excelente arcilla. Con ella, puedo crear a los seres humanos que he estado pensando desde hace tiempo”

Sin dudarlo, el Dios del Cielo tomó un poco de esa arcilla y comenzó a modelar seis figuras humanas: tres hombres y tres mujeres. No se dio cuenta, pero pasó todo el día en su creación. Ya casi era de noche cuando terminó y se dijo a sí mismo: “Ahora está muy oscuro para darles vida a estas figuras. Mejor, regresaré mañana.” 

A la mañana siguiente, el Dios del Cielo regresó a la Tierra y encontró que sus seis figuras de arcilla habían sido destruidas en pequeños pedazos. Desconcertado, pensó: “¿Quién habrá hecho algo tan horrible? Tendré que hacerlos nuevamente”

Sin perder tiempo, el Dios del Cielo comenzó a modelar seis figuras de arcilla otra vez pero cuando terminó, ya era de noche como la vez anterior. No quería dar vida a sus creaciones en plena oscuridad, por lo que decidió regresar al día siguiente y con la luz del día, convertiría a estas figuras de arcilla en seres humanos. El Dios del Cielo regresó a la mañana siguiente y encontró que todas sus figuras de arcilla fueron destruidas una vez más. 

Esta vez, el Dios del Cielo se enojó tanto que del cielo mismo llovieron truenos y relámpagos. Luego, ya un poco más calmado, pensó que era mejor quedarse en la Tierra esa noche para descubrir quién se había atrevido a destruir sus figuras de arcilla. 
Se trepó al árbol y subió hasta donde podía ver a sus figuras. Allí se sentó y se puso a esperar. 

Alrededor de la medianoche,  el suelo comenzó a temblar de repente y apareció una brillante bola de fuego que salió del centro de la tierra, haciendo que ésta se dividida en dos. Era el Dios de la Tierra, quien al ver a las figuras de arcilla, las cogió y las destruyó en pequeñas piezas, tal y como hizo en las noches anteriores. 

En ese momento, el Dios del Cielo bajó furioso del árbol mientras gritaba: “¡No!, ¡Detente! ¿Qué estás haciendo con mis creaciones?” Al oír los gritos, el Dios de la Tierra miró a su alrededor y vio al Dios del Cielo, a quien le dijo: “¡Así que eras tú quien hizo estas figuras de arcilla sin mi permiso!” 

El Dios del Cielo se dio cuenta de la falta que había cometido, al haber tomado arcilla de un lugar que no le pertenecía y le respondió al Dios de la Tierra: “Tienes razón. Admito que tuve la culpa por no haberte pedido permiso para tomar esa arcilla. Mi intención era hacer estas figuras de arcilla y darles vida como seres humanos. Realmente, siento no haberte pedido permiso antes para usar esta maravillosa arcilla. Pero, si me das permiso, yo podría terminar de crear a estos humanos y así permitirles vivir durante 100 años”

El Dios del Cielo le pidió perdón humildemente al Dios de la Tierra para que le permita usar su arcilla. Al final, el Dios de la Tierra accedió al pedido del Dios del Cielo para crear seis nuevas figuras de arcilla y darles vida. 
El Dios del Cielo volvió a hacer las figuras de arcilla y les dio vida a la mañana siguiente. 
Las seis figuras fueron emparejadas entre sí, convirtiéndose en tres parejas de hombre y mujer, dando origen a la vida humana en Okinawa. 

Los humanos que había creado vivían en felicidad y el Dios del Cielo estaba muy complacido en ver cómo aumentaba el número de hombres y mujeres a través del tiempo. 
Pasaron 97 años y ya había todo tipo de humanos viviendo en la Tierra: hombres y mujeres, viejos y jóvenes. 

Un día, el Dios de la Tierra visitó al Dios del Cielo y le dijo “Ya es hora que me devuelvas la arcilla que te presté”. Sorprendido, el Dios del Cielo miró al Dios de la Tierra y le respondió: “Pero aún no han pasado 100 años”, a lo que el Dios de la Tierra le explicó: “Estás equivocado. Hubieron 3 años bisiestos durante todo este tiempo; por lo que, desde el día que hicimos el pacto hasta el día de hoy, han pasado exactamente 100 años y hoy he venido para que me devuelvas la arcilla. Además, tengo el deber de informar al Dios Todopoderoso acerca de este pacto.” 

Comprendiendo la situación, el Dios del Cielo le respondió: “Entiendo tu misión. Pero, tu mismo puedes ver que estos humanos son niños, adultos y ancianos y hasta también hay algunos recién nacidos y no todos han vivido los 100 años. Por eso, te suplico que les regales un tiempo más de vida a aquellos humanos que hayan cumplido los 97 años”. 

Después de una larga negociación entre los dos dioses, el Dios de la Tierra accedió finalmente al pedido del Dios del Cielo, para que aquellos que hayan alcanzado los 97 años, puedan vivir por más tiempo. 
La condición era simple: si querían vivir por más tiempo, los humanos que celebraran su 97 aniversario de vida, tenían que hacerlo como si fueran unos bebés y así, no habría problema con el pacto. Pasó el tiempo y este cuento se convirtió en una costumbre de Okinawa que hasta el día de hoy se celebra. 

LO QUE HAY DETRÁS DEL "KAJIMAYAA": LOS 3 SIGNIFICADOS
Pero la explicación no termina aquí. 
La celebración del Kajimayaa toma ese nombre por el molino de papel que las personas agasajadas llevan consigo durante la celebración y que en uchinaguchi se le llama “Kajimayaa”. 
Según la creencia okinawense, se cree que a medida que una persona envejece, se parece más a un niño[4] y el “Kajimayaa” (o “molino de viento”) representaría el regreso a su infancia, en donde el agasajado se viste como un niño (chaleco y gorro o una diadema) y lleva consigo un Kajimayaa como juguete. 

Esta creencia se relaciona con el zodiaco chino y sus 12 animales (uno por cada año), en donde cada 12 años se estaría completando un ciclo. En el caso del Kajimayaa, por ejemplo, así como en las otras celebraciones especiales de Tushibii (por ejemplo, la de 73 u 88 años de edad, como vimos anteriormente), se cree que es el inicio de un nuevo ciclo de vida[5], en donde se pide generalmente una buena salud a través de una gran celebración. 

Hasta ahora, hemos visto que el término Kajimayaa tiene 2 significados en uchinaguchi: el “Kajimayaa” como la celebración de los 97 años y el de “molino de viento”. 
Pero hay un tercer significado, que es el de “intersección” o “cruce” (refiriéndose a un camino). Puede parecer difícil de creer, pero estos 3 significados tendrían cierta relación entre sí, confirmando de esta manera la existencia de una antigua costumbre que se practicaba en Okinawa cuando una persona cumplía 97 años de edad. 

Antiguamente, las personas agasajadas recorrían las calles del pueblo, teniendo que pasar por 7 intersecciones y 7 puentes[6]. 
Se cuenta que esta costumbre se practicaba en Okinawa hasta la era Meiji[6] y que con el tiempo, cayó en desuso y en el olvido. A simple vista, no nos llamaría la atención esta costumbre, en donde las personas agasajadas desfilaban por las calles (seguramente en carrozas) para recibir los saludos y buenos deseos de los amigos, familiares y vecinos del pueblo, pero si supiéramos la verdadera razón por la que se practicaba, seguro que nunca olvidaríamos esta explicación. 


Imagen tomada de:
Yaeyama Mainichi Shinbum 八重山毎日新聞  

La razón por la que las personas agasajadas desfilan por las calles, no solo es para que la gente las pueda ver, sino también, porque era una forma en la que ellas pueden compartir su buena salud y longevidad con la gente del pueblo. 

En el pasado, se creía que las personas longevas tenían poderes especiales para alcanzar la longevidad, prosperidad y buena salud y que podían compartirlas con la gente que participaba de esta celebración a través de la ceremonia del Ayakaru, en donde la gente trataba de tocar o de estrechar la mano de la persona longeva o sino, recibir de ella un vaso con sake[7] o, seguramente de awamori, en el caso de Okinawa.

EL FUNERAL SIMULADO COMO PARTE DE LA CELEBRACIÓN
Pero, además de compartir la buena suerte a través del Ayakaru, el propósito principal del desfile era, por así decirlo, la de despistar a la muerte. 
Se cuenta que antiguamente, probablemente hasta la era Meiji[6], se celebraba un funeral simulado o un funeral falso en el Kajimayaa

Se cuenta que un día antes de la celebración, la persona longeva era vestida con el traje que usaban los fallecidos y se les hacía dormir en una posición determinada, en la cual su cabeza estuviera apuntando hacia el oeste (de la misma manera en que los fallecidos eran colocados). Se les colocaba inciensos y cuencos con arroz al lado de su casa, como si lo estuvieran velando, según la costumbre japonesa. Al día siguiente, la persona agasajada, a quien habían velado la noche anterior como si hubiera fallecido[8] es llevada por la calles del pueblo, a modo de un desfile y en donde tenía que pasar por las 7 intersecciones y 7[6] puentes del pueblo hasta que llegaban al cementerio, lugar en donde la persona agasajada echaba la bendición a sus familiares y vecinos de la comunidad.[8] 

Y ¿por qué se hacía un funeral simulado o falso? Simplemente, para despistar a los dioses. Recordando el cuento que hemos leído casi al principio de este artículo (en donde una de las condiciones que exigía el Dios de la Tierra para que los longevos de 97 años tengan más años de vida, era la de celebrar su cumpleaños número 97 como si fueran bebés), la razón por la que se fingía el funeral de la persona agasajada, era para que los dioses creyeran que esa persona había fallecido y que la persona que estaba desfilando por las calles, con ropa muy colorida y brillante y con un juguete en sus manos (en este caso, un molino de papel) era aún un bebé, de modo que le perdonarían la vida por más tiempo.[9] 

El hecho de recorrer las calles, cruzando intersecciones y puentes, precisamente para despistar a los dioses, me hizo acordar de una creencia okinawense muy similar, que dice que los espíritus suelen desplazarse en forma recta y por ello, se suele colocar talismanes de piedra en las intersecciones y cruces de las calles okinawenses, llamadas Ishiganto, que evita que los espíritus ingresen a las casas que se encuentren en estos cruces (se cree que sin estos Ishiganto, los espíritus errantes que caminan por el pueblo, podían entrar a las casas que se encuentren en su camino). O también, la antigua costumbre de hacer Masumiyii[10] cuando uno regresa del cementerio, que consistía en despistar a los espíritus para que no nos sigan hasta la casa, ya sea entrando a un restaurante para comer o a una tienda o a otro lugar antes de llegar a casa, para que el espíritu que nos haya seguido desde el cementerio, se quede en ese lugar. 

Realmente, la celebración del Kajimaya, así como muchas otras de la cultura okinawense, encierra todo un conjunto de símbolos en donde cada elemento que se muestra tiene un significado especial y no es tomada simplemente al azar, pero como la memoria es frágil, muchas veces, se pierde con el tiempo. 

Al conocer el cuento sobre el origen del Kajimayaa y cómo antiguamente se celebraba, me doy cuenta que mi oba realmente sabía de todo esto, al decirnos que era importante celebrar los cumpleaños para tener una larga vida, pero no nos contó, como se dice, toda la historia. Como éramos chicos, quizás no nos explicó el por qué, porque no podríamos entender cómo una celebración podría "despistar" a la muerte.

(*) APJ= Asociación Peruano Japonesa
AOP= Asociación Okinawense del Perú 
(**)"Mukashi mukashi, aru tokoro ni..." = frase en japonés con la que se comienzan los cuentos para niños, que se traduciría al español como "Había una vez..."


FUENTES

Grupo de sanshin “Presentación en Seinen Iwai”. Publicado el 21 de mayo del 2014. 







[10] GANAHA KAMISATO, Ricardo Munehide. "Okinawa: el reino de la cortesía y testimonio de un peruano okinawense". Lima. 2006 (Pág. 107). 

lunes, 21 de julio de 2014

El Japón de (Casi) Todas la Sangres: Un Breve Recorrido por la Historia de sus Orígenes

En los últimos meses hemos visto que el racismo o la discriminación aún persisten en la sociedad limeña. Pero, más bien, últimamente han tenido un mayor protagonismo en el mundo de la música y del fútbol; lo que llamó el interés incluso de la revista National Geographic que, con un título muy oportuno y acertado, publicó en marzo el artículo “El Racismo Se Niega a Dejar el Perú”

Parece que cualquier excusa es buena para sacar a relucir ese equivocado sentimiento de superioridad que muchas personas aún muestran orgullosas. Aunque el Perú sea de “todas las sangres”, parece que el racismo o la discriminación es un estigma que forma parte de nuestra historia y de nuestra sociedad. 

Con el avance de la tecnología, se ha podido demostrar que no existen razas “puras” y que todos los pueblos comparten características genotípicas entre sí, como así lo ha demostrado, por ejemplo, el Proyecto Genográfico de National Geographic desde el 2005. 

Bueno, realmente, el tema de la discriminación o racismo aún es un tema controversial, que mejor lo dejamos a los medios o a los investigadores para que se encarguen de la polémica o de su análisis. Pero, es inevitable pasarlo por alto, porque lo vemos en la vida cotidiana, sea en las noticias o hasta en nuestras propias conversaciones, cuando usamos frases como “cholo power”, “negrito mazamorrero” o “el chino de la esquina” que, sin darnos cuenta, por sí mismas muestran esa tendencia que tenemos de diferenciar a las personas por sus características raciales (o fenotipos).

Incluso a mí me pasó, cuando hace unos días encontré por internet una imagen que me llamó la atención. La imagen mostraba el rostro de un hombre aparentemente de mediana edad con una larga barba y el cabello corto, tanto de frente como de perfil. 

(PARA AGRANDAR LAS IMÁGENES, HACER CLICK SOBRE ELLAS. VOLVER A HACER CLICK PARA REGRESAR AL TAMAÑO ORIGINAL)
A primera vista, pensé que era un europeo o un australiano, por el cabello algo ondulado y el doble pliegue en los párpados. En fin, no sé mucho de fenotipos o rasgos raciales. Hasta que vi el titulo que tenía: “Hombre Ainu –Hokkaido (del pueblo de Hidaka)”. ¡Vaya! ¡Era un Ainu!
Imagen tomada de
Beyond Highbrow-Robert Lindsay
Había escuchado sobre los Ainu, que era un pueblo indígena de Japón que vivía en Hokkaido y que su gente tenía fenotipos y costumbres diferentes al resto de los japoneses y que por eso fueron discriminados durante muchos siglos atrás. Pero era la primera vez que veía a un Ainu que lucía tan diferente a un japonés. Pero no solo las diferencias se encuentran en su fenotipo, sino también en sus costumbres, que algunas veces resultan hasta incomprensibles para la visión occidental. 
Imagen tomada de
The Journal of the 

Polynesian Society
Los tatuajes, por ejemplo, es una de las costumbres de los Ainu que tiene un significado especial. Las mujeres solían tatuarse alrededor de sus labios. Era un proceso que comenzaba a una temprana edad y terminaba cuando se casaban.

Estos tatuajes no solo eran decorativos, sino que también servían como protección, porque se creía que evitaba que los malos espíritus ingresen al cuerpo de la mujer a través de su boca y, así, pudieran enfermarla.
También, servían para indicar que la mujer ya había alcanzado la madurez y estaba lista para casarse[1]



Imagen tomada de Wikipedia:
Hombres Ainu de Sajalín 
Imagen tomada de
Ainu Museum -Poroto Kotan
Los hombres dejaban de afeitarse y lucían orgullosos una larga barba, mientras que las mujeres usan Ninkari (aretes o pendientes) y el Matanpushi (vincha o diadema bordada), aunque antiguamente los hombres también solían usarlos [2].
Tienen un idioma propio, pero que se encuentra en peligro de extinción.

"Iyayraykere" significa "gracias" en el idioma Ainu y en japonés es "arigatou".

Imagen tomada de
Council for Ainu Policy Promotion


Practicaban la costumbre llamada Jika Shokyaku [3] o Chise Gomori, que consistía en quemar la casa de un recién fallecido.
"[...] Los Ainu creen que después de la muerte, el fallecido se convierte en un fantasma que podría aparecerse en su casa durante su transicion entre el mundo humano y el mundo espiritual, lo que traería desgracias al pueblo. Por lo tanto, se tenía que quemar la casa y volver a construirla. [...]" [4]
Pero, esta práctica fue prohibida en 1871, al igual que otras costumbres Ainu, por las autoridades japonesas en un intento por "japonizarlos" y hacer desaparecer sus costubres. 
"[...] En este caso, la prohibición de esta práctica dio origen a una nueva, en donde se demostraba que los Ainu podían adaptarse en algunos casos. Según esta nueva práctica, se sacaba al fallecido de la casa a través de un agujero en la pared (para que no pueda encontrar la puerta) y se le llevaría al cementerio después de haber paseado por el pueblo. De ese modo, el espíritu del fallecido no recordaría el camino de regreso a la casa desde el cementerio[..]"[5]
Otra costubre, que fue prohibida, es la ceremonia llamada Iyomante. Era una ceremonia en donde se sacrificaba a un oso, que era considerado como el dios de los bosques y las montañas[6], el cual tenía que ser capturado cuando aún era un osezno y criado especialmente para dicho ritual.
Mujer Ainu dando de beber a un oso
(Año c. 1955)

Imagen tomada de Vintage Everyday
Hombres Ainu posando con el oso sacrificado
Imagen tomada de Archetypical Anomalies 
Hasta los 2 años, el oso recibe atenciones y cuidados como si fuera parte de la familia. Incluso se decía que si era muy pequeño, era amamantado por una mujer, lo cual reforzaba la idea que sostenían algunos japoneses de que los Ainu eran "bárbaros". [7] 

Cuando llega al segundo año de vida, se sacrifica al oso en una ceremonia especial que dura tres días, en donde es considerado como el invitado especial. La gente canta y baila y lo pasea por todo el pueblo antes de ser sacrificado. De ese modo, el espíritu del oso (considerado como un dios), regresaría satisfecho al mundo espiritual donde pertenece, por las atenciones recibidas en el pueblo. [8]

Los Ainu, por lo tanto, creen que todo lo que existe en la naturaleza tiene un Kamui (dios), incluso  el fuego, las montañas o los animales. El jefe del pueblo es el encargado de realizar los rituales. Creen en la inmortalidad del alma y en la noción de lo que nosotros conocemos como cielo e infierno. [9]

Realmente, es una pequeña muestra de la cultura Ainu que, como vemos, es distinta a la japonesa (e incluso, a la nuestra). 

Pero no solo están los Ainu, sino también los okinawenses, que es otro grupo étnico que fue considerado como minoría, a pesar que también eran japoneses. Fueron objeto de las políticas discriminatorias del Japón del siglo XIX, simplemente porque, al igual que los Ainu, tenían costumbres y tradiciones diferentes al resto de los japoneses. Además, hay muchos okinawenses, al igual que los Ainu, que tienen rasgos físicos o fenotipos que generalmente los distinguen como okinawenses, como una mayor vellosidad corporal u ojos grandes. 

En fin, realmente, la población japonesa es una muestra variopinta que confirma que Japón es multiétnico. Aún así, no puedo evitarlo, pero creo que yo también soy prejuiciosa. 
Me llamó mucho la atención aquella imagen del hombre Ainu, porque la comparaba con la imagen estereotipada que tenemos de los japoneses (ojos rasgados, cabello lacio, entre otros) que me quedé pensando: “¿Por qué no se ve como un japonés?” 

Pensé que podía ser un caso aislado y comencé a buscar más imágenes y encontré otras tan parecidas como ésta, en donde muchos hombres y mujeres Ainu lucían más como indios americanos, otros como rusos y otros como “haafu” (mestizos) y no tanto como japoneses, o mejor dicho, como la imagen acostumbrada que tenemos de los japoneses.
Naka Bokunen, artista okinawense
Imagen tomada de

Travel67-Chris Willson Photography
Mieko Chikappu, activista y artista Ainu
Imagen tomada de Blog.goo.net

Pero como dice el Dr. Ricardo Fujita, genetista peruano y colaborador del proyecto Genográfico en el Perú, “los orígenes no se pueden borrar del ADN[10], creo que es mejor retroceder en el tiempo y recordar los orígenes, para que así podamos entender el por qué los Ainu o los okinawenses “lucían" diferentes a un japonés. 
Mapa actual de Japón 
Imagen tomada de Sketch 8
En la última era glacial, las islas japonesas se encontraban unidas al continente euroasiático [11] a través de puentes naturales: al norte con la isla Sajalín y las islas Kuriles (cerca a Rusia); al oeste con la isla de Tsushima (cerca a Corea) y al sur con las islas Ryukyu (Okinawa), los cuales facilitaron el paso de las primeras oleadas migratorias hacia el archipiélago japonés. 

Una de las teorías más difundida es la de la Estructura Dual de Hanihara (1991), que afirma que existieron dos oleadas migratorias, que fueron las que dieron origen al pueblo japonés.
La primera oleada migratoria empezó hace 50,000 años AP (antes del presente)[12], proveniente del sudeste de Asia. Algunos sostienen que los Jomon, que es como se le conoce genéricamente a estos primeros pobladores, llegaron primero a las islas de Okinawa y  avanzaron en dirección norte hasta llegar al archipiélago japonés [13].
Mapa de Japón mostrando los puentes naturales que unían Japón con el continente euroasiático durante la era glacial

Imagen tomada de Evan's Easy Japanese
Con el tiempo, los puentes naturales se inundaron al aumentar el nivel de los mares y el archipiélago japonés quedó separado del continente asiático, quedando los Jomon aislados dentro del archipiélago, hasta que llegó la segunda oleada migratoria. 

Este segundo grupo provenía del noreste de Asia y cruzó la península de Corea para llegar al archipiélago japonés. Este grupo era conocido como los Yayoi, quienes se asentaron desde el norte de Kyushu, cruzando el sudoeste de Honshu hasta llegar a la bahía de Tokyo[14], absorbiendo en cierto modo la presencia de los Jomon, puesto que contaban con una  tecnología más avanzada: ya conocían el bronce y el hierro y contaban con técnicas avanzadas para cultivar el arroz; [15] a diferencia de los Jomon, cuya subsistencia se basaba en la caza y recolección.  
Los Yayoi tenían fenotipos o rasgos físicos diferentes que los Jomon (los primeros pobladores que llegaron a Japón): eran más altos, con rostros más alargados y angostos, arco orbitario y nariz menos pronunciada que los Jomon [16].  
Tipos de rostros de los antiguos pobladores de Japón

izquierdo: Jomon
centro: Yayoi
derecho: mezcla Jomon/Yayoi 
Imagen tomada de AnthropoScape
Realmente, aún existe controversia sobre esta teoría, por lo que aún no estaría muy claro el origen exacto de los Jomon.

Templo de Ise (Witcombe-SBC)
Algunos afirman, más bien, que los Jomon provienen del norte de Asia, en base a pruebas genéticas realizadas en los últimos años (en cambio, la hipótesis que sostiene que llegaron desde el sudeste asiático se encuentra sustentada, más que nada, por los restos arqueológicos encontrados). [17] 

Sin embargo, en los últimos años se han realizado investigaciones y descubrimientos que reafirmarían la hipótesis de que la primera migración a Japón llegó desde el sur de Asia; como la de hace unos pocos meses atrás,[18] en donde se descubrieron herramientas prehistóricas en Okinawa.[13] E, incluso, se ha encontrado que muchos aspectos de la cultura japonesa presenta rasgos propios del sudoeste asiático (como la arquitectura del Templo Ise o, sino, ejemplos más específicos como los encontrados entre los pobladores del antiguo Japón y los pueblos de lenguas austronesias, como el uso de cerbatanas, telas de corteza vegetal para fabricar prendas de vestir, tatuajes, similitudes en la mitología, prácticas de matrimonio uxorilocal (donde la pareja de casados vive con la madre de la esposa o cerca de donde viva) o elementos presentes en el idioma japonés moderno. [19]

Asimismo, existen evidencias arqueológicas, como el descubrimiento de los restos del hombre de Minatogawa en Okinawa en 1970 [20], que es considerado como el antepasado directo de los Jomon. O la investigación realizada en el 2011, que concluye que los Ainu y los okinawenses comparten ancestros genéticos que son los Jomon y que los japoneses del área de Honshu (isla principal) provienen de la interrelaciones entre los Yayoi y los Jomon, pero fueron los Ainu fueron quienes han conservado las características étnicas relativamente puras de los Jomon , es decir, de los primeros pobladores de Japón. [21]

En cambio, los japoneses modernos (o los japoneses de Yamato, es decir, de la isla principal) descenderían, más bien, de los nuevos grupos étnicos derivados de las interrelaciones entre los primeros pobladores Yayoi y Jomon, además de las migraciones tardías de chinos y coreanos y de otras razas en menor medida. [22] Para el siglo IX, por ejemplo, un tercio de la aristocracia en la capital Heian (hoy Kyoto) era de origen coreano o chino. [23] 

Así que no hay duda. La multietnicidad de Japón está más que explícita, sobretodo en los rostros de su gente. Pero, aún así, resulta paradójico que aún se utilice los rasgos físicos o fenotipos para sustentar nuestros prejuicios, porque la multietnicidad no solo se refleja en los antepasados recientes o en el fenotipo o rasgos físicos, sino en la carga genética que uno arrastra desde sus antepasados más remotos, que es como una huella indeleble que ni el tiempo lo puede borrar. 

Si recordamos otras investigaciones, como el Proyecto Genográfico, cuyos avances apuntan a reforzar la teoría de que el origen de los pueblos se encuentra en África, podemos decir que todos tenemos el mismo origen. Pero aún así, parece que la memoria es frágil y la humanidad se olvida rápidamente de sus propios orígenes que hasta ahora podemos escuchar sobre el racismo o la discriminación. 
Imagen tomada de Brian Hoffert-NCTRL
Así como pasó (y pasa) en Japón. Sin embargo, sus primeros pobladores no solo eran los Jomon y los Yayoi, sino también otros grupos étnicos que se encontraban en las fronteras del archipiélago japonés con orígenes y cultura completamente distintos a los de los japoneses de Yamato, como los Izumo, los Emishi, los Kumaso y los Hayato, [24] quienes eran considerados como barbaros rebeldes por el mismo reino de Yamato y, por lo tanto, debían ser dominados y sometidos.

Emishi rindiendo pleitesía al Príncipe Shotoku.

Copia realizada en 1324 de un original que data del año 1069 
(Namio, Egami, et al., Ainu to kodai Nippon. Japan: Shogakukan, 1982.)


Imagen tomada de Wikipedia

Actualmente, estos grupos étnicos ya no existen como tales, salvo los Ainu, de quienes se dice
que mantienen un estrecho vínculo con los Emishi (de quienes se afirma que son sus antepasados) y con quienes comparten, también, orígenes en los Jomon. Sin embargo, durante muchos siglos, los japoneses modernos rechazaban la teoría de que los Ainus eran los pobladores originales de Japón y, más bien, los marginaron e ignoraron. Pero fue en el 2008 que la actitud hacia los Ainu comenzaba a cambiar, puesto que fue el año en que se les reconoció oficialmente como japoneses indígenas. [25] 

Para este pequeño recorrido por los orígenes de los primeros pobladores, me pareció ideal presentar a la comunidad de los Ainu. Por mucho tiempo, se pensó que los Ainu tenían rasgos físicos o fenotipos propios de la raza caucásica o europea; seguramente debido a sus contactos con europeos. Sin embargo, esta hipótesis fue desbaratada en la década de los 90 al descubrirse que los Ainu mantenían un estrecho vínculo con los Jomon y la raza mongol y no con poblaciones europeas y caucásicas como se pensaba. Lo interesante, además, es que los Ainu comparten un vínculo genético con los okinawenses e incluso, los antiguos lambayecanos del norte del Perú [26], según estudios de ADN realizados en el 2009. Pero, a pesar de estos orígenes o conexiones, fueron menospreciados y discriminados como cultura y etnia.


Al repasar la historia sobre los orígenes de un pueblo, en este caso el de Japón y los Ainu, y ante los hallazgos arqueológicos y genéticos que cada vez, incluso, nos sorprende más; vemos que, realmente, no existen razas; sino que más bien, son nuestros propios prejuicios los que las crean.


PARA SABER MÁS SOBRE LOS AINU:
THE AINU ASSOCIATION OF HOKKAIDO. Línea del tiempo de eventos históricos de los Ainu (en inglés). 

FUENTES: 
[1] ANKIRSKIY, Alexander. Perception of Tattoos: Now and Then. Japan vs. The Western World. 2014. (Pág. 11) 
[2] Ainu Museum- Poroto Kotan 
[3] BUCKLEY, Sandra (editora).The Encyclopedia of Contemporary Japanese Culture. Londres y Nueva York. Routledge. 2006 (Pág. 10) 
[4] GODEFROY, Noémi. The Ainu Assimilation Policies During the Meiji Period and the Acculturation of Hokkaido's Indigenous People. Documento presentado en el 1er Simposio del Centro de Estudios Japoneses de la Universidad de Bucarest. Marzo del 2011 (Pág. 4)
[5] IBIDEM (Pág.4)
[6] IBIDEM (Pág.1)
[7] IBIDEM (Pág. 1)
[8] IBIDEM (Pág. 1)
[9] GUPTA, Aman. Human Rights of Indigenous Peoples: Protecting the Rights of Indigenous Peoples. India.  Gyan Publishing House, 2005 (Págs. 7-8)
[10] Revista Caretas. Lima. 25 de junio del 2009. (pág.38)
[11] OOTA, Hiroki, SAITOU, Naruya et al. Molecular Genetic Analysis of Remains of a 2,000-Year-Old Human Population in China—and Its Relevance for the Origin of the Modern Japanese Population. The American Journal of Human Genetics. Enero de 1999. (Pág.250)
[12] Qi-Liang Ding et al. Mapping Human Genetic Diversity on the Japanese Archipelago. Avances en Antropología. Scientific Research. 2011. Vol.1, No.2, 19-25 (Pág. 19)
[13] THE ASAHI SHIMBUN. Oldest signs of Japanese using tools uncovered in Okinawa. Por NAKAMURA, Shunsuke. 15 de febrero del 2014.
[14] DYSON WALKER, Hugh. East Asia: A New History. AuthorHouse. 2012 (Pág. 117)
[15] MIZOGUCHI, Koji. An Archaeological History of Japan: 30,000 B.C. to A.D. 700. University of Pennsylvania Press. 2002 (Pág.39)
[16]MILLER, Laura. Beauty Up: Exploring Contemporary Japanese Body Aesthetics. University of California Press, 2006 (Pág. 117)
[17] YUNGANG He, Wei Wang et al. Paleolithic Contingent in ModernJapanese: Estimation and Inference usingGenome-wide Data. Scientific Reports 2, Article number: 355 doi:10.1038/srep00355. Abril del 2012. 
[18] JOURNAL OF HUMAN GENETICS. JAPANASE ARCHIPIELAGO HUMAN POPULATION GENETICS CONSORTIUM. The History of Human Populations in the Japanese Archipelago Inferred from Genome-Wide SNP Data with a Special Reference to the Ainu and the Ryukyuan Populations. Japanese Archipelago Human Population Genetics Consortium. Diciembre del 2012
[19] PALMER, Edwina. Out of Sunda? Provenance of the Jōmon JapaneseEdwina PalmerUniversity of Canterbury, Christchurch, New Zealand. Japan Review, 2007, 19:47–75 (Pág. 51)
[20] BABA, Hisao y NARASAKI, Shuichiro. Minatogawa Man, the Oldest Type of Modern Homo sapiensin East Asia. Julio de 1991
[21] JAPAN DAILY PRESS. Research shows Ainu and Okinawans more genetically related. 02 de noviembre del 2012.
[22] DOUGLASS, Mike y ROBERTS, Glenda (editores). Japan and Global Migration: Foreign Workers and the Advent of a Multicultural Society. Estados Unidos y Canadá. Routledge. 2005. (Pág.198)
[23] WETHERALL, William. Foreigners in Japan. (Kodansha Encyclopedia of Japan. Tokyo. Kodansha. 1983. Volumen 2, Págs. 313-314
[24] HUDSON, Mark.Ruins of Identity: Ethnogenesis in the Japanese Islands. University of Hawaii Press. 1999 (Pág.197)
[25] THE JAPAN TIMES. Diet Officially Declares Ainu Indigenous. Por Masami ITO. 07 de junio del 2008
[26] HERITAGE OF JAPAN. In the news: DNA tests show Sican culture in Peru genetically linked to Ainu people, along with populations of Siberia and Taiwan


viernes, 6 de junio de 2014

Chukaro: La Palabra en "Uchinaguchi" que Resultó ser Español (Un Recuerdo Familiar)

Si bien yo crecí con mi oba, puedo decir que pasé más tiempo con mi tio. 
Él murió cuando yo tenía unos 20 años. Muchas veces era criticado cuando era joven, porque llevaba una vida un tanto bohemia. 

Pero yo, más bien, lo recuerdo (o quiero recordarlo) como yo lo veía: un “viejito” que era como mi papá. 

Una foto de mi tio que encontré, acompañado de uno de sus amigos a la salida, quizás, de alguna reunión y aprovechando la presencia de algún fotógrafo al paso, quisieron retratar su amistad.
Reverso de la foto se encuentra el siguiente sello: 
 "FOTOS GINO" 
C. Canevaro 167 - 5 
18 julio 1957 
Teléfono 39226 
LIMA PERU"



Yo lo recuerdo más, cuando ya tenía unos 70 y pico de años y solía pasar las tardes sentado en una de las mesas del cafetín de mi oba, leyendo el periódico mientras tomaba un café o fumaba un cigarrillo. 
Aunque a su esposa, que era mi tía, yo siempre la trataba de “tu”, no sé por qué con él, el trato era distinto. Siempre me refería a él como “Ud”. No me sentía cómoda tuteándolo. 
Era como si su sola presencia ya transmitiera respeto. 

En cambio, mi mamá, no lo creía así. Quizás porque ella lo conocía desde hace bastante tiempo, desde que era joven y conocía, más bien, más sus defectos que sus virtudes. 
Para metido en los ensayos de baile”, “le gusta estar con sus amigos”, “ya se acostumbró a que mi oba lo proteja”. Mi mamá, realmente, tenía motivos para decirlo. 

Mi tía, que era la hermana mayor de mi mamá, era algo distinta a él. Ella, más bien, era trabajadora y hogareña. Y las diversiones, no iban mucho con ella. 
Pero mi oba, más bien, veía en él a un hijo, a su mano derecha.
Cada vez que se refería a él, lo llamaba “Taro”, que creo que es como un nombre de cariño, porque él realmente se llamaba Sokko. 

Muchas veces, mi oba solapaba esa conducta, algo criticada por algunos familiares, seguramente pensando que “algún día cambiará”. Algunas veces compartían escenario en las diversas actuaciones que realizaba el club o el AOP(*) de aquél entonces, sea actuando o bailando algún baile tradicional. Compartían el mismo idioma, ya que en la casa familiar, los únicos que hablaban uchinaguchi eran mi oba y él. 

Mi mamá aún era una adolescente cuando mi tío se convirtió en su yerno, así que poco o nada podía interesar su opinión a mi oba. 
Mi mamá opinaba, pero a veces, tenía que hacerlo en voz baja. ¡Para qué interrumpir la armonía que había en casa! Mejor, a veces era callar; aunque de cuando en cuando, se le escapaba intencionalmente algún comentario inopinado y hasta que uno que otro apodo ingenioso. Pero, cuando uno es adolescente, ¿quién no ha sido rebelde y, de vez en cuando, suelta algún apodo contra los mayores? 

Mi mamá solía referirse a él como “Taro nisan” o sino, simplemente como “tio”, contagiada por nosotros, más que nada por mí, que siempre paraba detrás de él y con el “¡tio!” que decía cada vez que lo veía. 

Pero, había un apodo que recuerdo, aunque solo lo escuché decir de mi mamá unas cuantas veces, sobretodo cuando ella se había molestado con él. “¡Ese Chukaro…!” y terminaba la frase murmurando unas palabras que nunca pude entender. Hablaba tan bajito, que apenas podía escucharla. 

No podía molestarse abiertamente con él cada vez que mi tio hacia algo “malo”. Creo que había cierto respeto a pesar de todo. Si él decía “¡No! ¡tiene que hacerse así!”…” y mi mamá no estaba de acuerdo, ella no podía hacer mucho. 
Solo lo escuchaba y, algunas veces, le contestaba, pero siempre terminaba la conversación cuando él dejaba de hablar y ella se daba la media vuelta y regresaba a la trastienda. 

Él retomaba lo que estaba haciendo que era, mayormente, seguir leyendo el periódico sentado en una de las mesas del mostrador. Mi mamá, cuando llegaba a la sala, soltaba “¡ese chukaro…!” y le acompañaba un murmuro de palabras que creo que hasta ella misma apenas podía escucharlas.

Pero, mi oba siempre nos decía, sobretodo a los chicos de la casa, que debemos de respetar a los mayores y que los obedezcamos. “¿Y si no tuvieran razón?” “No importa, ellos saben más”. 
Por eso creo que mi mamá lo llamaba “Chukaro” a escondidas, pero solo cuando se molestaba. 

Cuando era pequeña, mi mamá me decía que “chukaro” significa una persona que es “tanchaa”, que no hace caso a nadie”. Pero, muy pocas veces usaba ese apodo. 
Los años pasaron y él ya no estaba con nosotros. Y los recuerdos que habían sobre él, eran más bien, agradables. 

Como dicen, recordar lo mejor de las personas. Ahora, cuando uno recuerda a mi tio, lo recordamos más como “Taro ojiisan” o “Taro nisan” o simplemente, como tío. Atrás quedaron los malos recuerdos o los apodos, como el “Chukaro” de mi mamá.

 “Chukaro… nandatte… ¿es uchinaguchi?”. “No…hahaha… eso es castellano” fue lo que me respondió mi mamá hace unos momentos, al mostrarle una foto que encontré en donde aparece mi tio y que, curiosamente, la primera palabra que se me vino a la mente, fue justamente "chukaro". 

Chukaro es una persona que se molesta, que no hace caso a nadie…¿cómo te puedo explicar?, ¡que es “Chukaro pues!” fue lo que me contestó mi mamá entre risas de nostalgia. ¿Castellano?" Veamos que dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: 
“Chúcaro: (Del quechua chucru, duro) 1. adj. Am. Dicho principalmente del ganado vacuno y del caballar y mular aún no desbravado: Arisco, bravío.” 
¡Cómo es la vida! En aquellos tiempos nunca se me ocurrió buscar el significado de "chukaro" o, mejor dicho, "chúcaro" en algún diccionario. Siempre creía en todo lo que me decían los mayores y eso me bastaba. Hasta ahora, que descubrí que "chukaro" no es una palabra en uchinaguchi, sino castellana (o español con orígenes quechuas, propiamente dicha). 
Pero creo que esa confusión es algo normal, sobretodo si en una casa se entremezclan palabras okinawenses "parecidas" como "Chokuyu", "champuru", "chimu"...¿Y por qué no podía ser también "chukaro", no? 


(*) Yonabaru Club de Perú, AOP (Asociación Fraternal Okinawense o Asociación Okinawense del Perú)

Uchinaguchi= idioma de Okinawa
Chokuyu = nombre propio de hombre
Champuru= comida okinawense hecha a base de tofu y balsamina
chimu= "corazón" en uchinaguchi

FUENTES:
Diccionario de la Real Academia de la Lengua 
http://buscon.rae.es/drae/srv/search?val=ch%FAcaro

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